domingo, diciembre 31, 2006

Film Noir (3)

-¿Si?

-¿Qué pasa? Llevo horas intentando localizarle.

-Tenemos problemas.

-Sé que hay problemas, por eso le llamo.

-Ha habido un imprevisto con el que no contábamos, un accidente. Dos personas estaban en el sitio equivocado.

-¿Accidente? Con los duendecillos amarillos no hay nunca accidentes, le dije que sería peligroso hacer negocios con ellos.

-Lo que ha pasado no era lo acordado. El Sr. Azul tenía previsto una “hoja de ruta”, se había pactado una salida ficticia de los duendecillos amarillos del negocio de forma temporal. De esta manera la clientela de los duendecillos amarillos podía salvar la cara durante un tiempo, el necesario para encontrar una forma de formalizar su reentrada en el negocio de forma totalmente legal para el mes de Mayo próximo, al Sr. Rojo, como actual propietario también le convenía, reforzaría su posición frente a los antiguos propietarios. Pero le repito, esto no era lo acordado. Primero había que hacerlo público, y luego habría tiempo para alguna puesta en escena, no tan contundente como lo de ayer, claro. Alguien se ha ido del la mano, puede que haya disensiones entre los duendecillos amarillos.

-No, no creo que haya disensiones entre ellos. Los duendecillos amarillos quieren todo el pastel, y lo quieren ahora.

-No es eso lo que cree el Sr. Azul, tenía garantías por parte de ellos.

-El Sr. Azul no sabe por dónde va. Ayer le vi por televisión, no sabe cómo salir.

-El Sr. Azul y el Sr. Rojo…

-¡Olvídese del Sr. Rojo! ¡Es un pelele! ¡¿No se da cuenta de que está K.O.?!... Bien, ¿qué hacemos ahora, podemos cambiar al Sr. Azul?

-No, no. Todavía no es el momento, hay que aguantarlo un poco más. Si no lo exprimimos del todo puede que tengamos problemas. Hay que actuar con calma.

-¿Qué hacemos ahora? ¿Se confirma el “accidente”?

-Sí, parece que sí.

-¿Entonces?

-Hay que enfriar la situación, todo lo que podamos. Esto lo retrasa todo, ya no podemos llegar a Mayo en las condiciones pactadas. Otra posibilidad es forzar una ruptura en los duendecillos amarillos, los clientes de los duendecillos amarillos se quedarían con la parte menos “fogosa”, digamos, y claro, nosotros con ellos. Aunque esta última posibilidad es más complicada, en cualquier caso no hay que perder el contacto con los clientes de los duendecillos amarillos, los canales abiertos por el Sr. Azul siguen abiertos.

-Creo que no se da cuenta que los clientes de los duendecillos amarillos realmente controlan a éstos. Ayer escuché a su representante, parece que lo esperaba todo, y no se le veía especialmente asustado ni confuso. Creo que nos tienen cogidos.

-…

-¿Me oye?

-Sí le oigo. Mire no hay que ponerse nervioso…

-¡Yo no me pongo nervioso, pero creo que no saben cuál es la situación, creo que la estupidez del Sr. Rojo ha acabado por contagiarles a todos…!

-¡Escúcheme usted a mí! ¡Sé perfectamente cuál es la situación, la situación es que usted está tan metido en esto como yo! ¡La situación es que no es el momento de abandonar nada, puede que sea el momento de que usted empiece a hacer algo!

-…De acuerdo…Hablaré con el Sr. Negro, puede…

-Olvide al Sr. Negro y empiece a mover los hilos. Necesitamos que esto se enfríe, y rápido. En cuanto al Sr. Azul y el Sr. Rojo ya me encargo yo, déjemelo a mí.

-Me preocupa que alguien se vaya de la lengua, sobre todo ahora. Los duendecillos amarillos están muy nerviosos.

-Escuche, haga su trabajo y yo haré el mío. Si sucede algo en ese sentido ya nos ocuparemos cuando toque.

-Está bien…Estaremos en contacto, adiós.

-Adiós.

Valencia, treinta y uno de Diciembre. Ultimo día del año. En principio me fijé esta fecha como tope mínimo, pero voy a seguir con este blog. Tenía una entrada guardada en ordenador, escrita hace algunas semanas, como despedida, la he borrado. Seguiré a pesar de las inclemencias meteorológicas. Non interruptus.

P.D. Posiblemente dos muertos, Moratinos parece haberlo confirmado, los han matado los de siempre. Sí Zapatero, los de siempre, los que tanto te gusta verificar, los que te tienen cogido. No todo son malas noticias, un genocida ha muerto ajusticiado, no se merecía otra cosa.

martes, diciembre 26, 2006

Golem

Modeló una figura de arcilla, le dio forma humana. De aspecto tosco, aunque de fuertes brazos y poderosas piernas. Nada hacía, salvo asustar con su silenciosa presencia a quien se asomaba a la habitación donde se escondía. En una tira de viejo pergamino escribió en antiguos caracteres hebreos el oculto nombre de Yahvé, fue entonces cuando modeló la boca, y en su interior depositó la tira de pergamino, la figura cobró vida.

Le obedecía en todo, le encargó las tareas más pesadas: cortar leña, acarrear agua, levantar y mover pesos, limpiar la casa. No se cansaba, no comía ni bebía y tenía la fuerza de dos o tres hombres. Ya no necesitaba hacer todas esas tareas, la figura de arcilla lo hacía por él, pero todas las vísperas del sabat tomaba la precaución de retirar la tira de pergamino de la boca, la figura volvía a su primitivo estado de inmovilidad, sin vida, esperaba silenciosa hasta que pasado el sabat, volvía a introducir la tira en su boca, y la figura retomaba, sin emoción y maquinalmente, sus tareas. Un día ocurrió algo, fue al comienzo del sabat. Alguien, asustado, le dijo que en su casa se oían extraños ruidos, golpes y gritos sobrecogedores, entonces recordó que en la víspera olvidó retirar la tira de pergamino, demasiadas tareas por hacer. La lectura del salmo todavía no había comenzado, así que todavía no había comenzado el sabat. Raudo corrió a la casa, lo encontró todo destrozado, los muebles partidos, los animales muertos; y la figura de barro que arremetía inconsciente, enloquecida, contra todo lo que se encontraba, profiriendo horribles gritos que paralizaban de terror a todos. Con gran aplomo se acercó a ella, levantó los brazos, todo pareció calmarse, retiró con cuidado la tira de pergamino y la figura se desplomó en el suelo. Para no volver a revivir jamás, el rabino Löw entendió la lección, arrugó furioso la tira de pergamino y la arrojó al fuego del hogar. Todo era posible en aquella Praga del emperador chiflado, que ocupaba su tiempo entre alquimistas y astrólogos y se extasiaba, solo, en su abigarrado y monstruoso gabinete. Muchos afirman que la historia acaba aquí, otros no lo creen así y afirman que todavía se puede ver al golem. Deja sus rastros de barro en las esquinas, ser incompleto e imperfecto huye asustado de sí mismo y asustando a quienes se encuentran con él.

El golem es fiel reflejo de la imperfección de su creador, por eso no habla, es incapaz de aprender, sigue ciegamente las órdenes de su amo, y no tiene conciencia moral. Es capaz de hacer grandes cosas, y también las más abyectas. Lo peor de todo es que el golem puede llegar a adquirir vida propia, ese simulacro de vida acaba por engañar al propio golem, ya no tiene miedo de su creador y no se dejará quitar el pergamino de su boca. Tomará su vulgar simplicidad por consistencia inapelable, sus toscas emociones por rectitud moral, el sucio barro de su sustancia por el más digno de los atributos. Usará sin conciencia su desmesurada fuerza y creará a su alrededor una sucia corte de barro compuesta por temerosos aduladores. Sus antiguos amos se mirarán asustados ante la criatura que se les escapó de las manos, se acusarán mutuamente de su pérdida e intentarán sacudirse la responsabilidad creyendo ver cosas positivas en su criatura. Incapaces de aprender la lección del rabino Löw, serán engullidos por un monstruo de barro.

Golems en la política, son reales, algunos ostentan cargos de responsabilidad, tienen cejas picudas y a penas han aprendido a hilar pensamientos. Son poderosos, pero siguen siendo de barro. Y nada serían sin el pergamino que guardan, arrugado, bajo la lengua.

Valencia, martes veintiséis de Diciembre. Luz cegadora al mediodía, incluso la playa tiene un aspecto de postal californiana. Todo perfecto, de no ser por la temperatura, y las chirriantes luces navideñas que se encienden al caer la noche.

P.D. Heráclito se equivoca, hay cosas que permanecen: la lotería (burda manera de pagar más impuestos) y el soporífero e insulso discurso del funcionario coronado, interpretado irremisiblemente como si de incomprensible oráculo se tratara, por periodistas y políticos.

viernes, diciembre 22, 2006

Héroes

Por un día no diré nada. Dejaré de torturar a quien lea este blog con mis parrafadas. Dejaré que las imágenes hablen.

Este es un homenaje a los héroes, a los que asumen responsabilidades y no se achantan, a los que deciden ser distintos aunque sólo sea por un día, a los que se la juegan por lo que creen o por quienes aprecian. A todos ellos, los héroes, aunque sólo sea por un día. Feliz Navidad.

We can be heroes, just for one day.





Y lo que sigue más abajo es un regalo personal para alguien que se suele pasear por aquí (tengo constancia de alguien más recientemente, una cuenta pendiente)
Feliz Navidad QRM, te deseo estos días una larga y plácida fumada.




Valencia, viernes veintidos de Dicimbre. Hace frío, y por un día y sin que sirva de precedente, agradable.

P.D. (¡Bah! Es Navidad, para qué. No se merecen que hablemos de ellos)

jueves, diciembre 21, 2006

El misterio de Sierra Madre

B. Traven, o Traven Torsvan, Travens Torsvan, B.T. Torsvan, Backer Traven, Ret Marut, Traven Robert Marut, etc. La lista de nombres o seudónimos es infinita. La identidad de B. Traven yace oculta en Sierra Madre como el oro que Bogart y Huston encontraron, y perdieron. Cualquier tentativa de biografía del autor de El tesoro de Sierra Madre está destinada a dejar cabos sueltos, y de paso a acabar con la paciencia -y puede que con la salud- del que lo haga. Así que poco diré a cerca de este extraño personaje de origen ¿alemán, austriaco, inglés, croata, sueco? Que participó en los convulsos movimientos políticos de la Europa de entreguerras ¿apoyando la fugaz república soviética de Baviera? ¿Militando en movimientos anarquistas? Desapareció en Méjico sin dejar rastro mediados los años veinte, y durante un tiempo se dedicó a ¿qué? ¿Trabajó en compañías petroleras, buscó oro el la sierra mejicana? Lo único cierto es que a finales de los años veinte se fabrica un seudónimo, B. Traven, y comienza a escribir novelas de éxito. La más conocida es la novela homónima el la que se basó la película de John Huston.

B. Traven desapareció en un anonimato por él buscado, de manera obsesiva. Borró cualquier rastro de su verdadera identidad. Traven es solo un nombre, podría haber escogido cualquier otro, nadie, salvo un reducidísimo grupo de amigos le conocía, publicaba sus novelas mediante agentes literarios que nada sabían de él. Tras su muerte, acaecida en 1969, su viuda participó en un primer intento de biografía, resultó que su propia mujer desconocía importantes aspectos de su vida. ¿Por qué ese afán de anonimato? Lo cierto es que en la literatura no es el único caso, Salinger, Pynchon, son otras dos sombras ilustres que escriben (por cierto, de Pynchon sé que acaba de publicar su última novela en Estados Unidos). Hay cierto afán de notoriedad tras el anonimato, jugar con la expectativa, ser una incógnita, todo eso es cierto, pero hay algo más. Las novelas de B. Traven pudieron ser un fracaso, no lo fueron, pero Traven, o quién estuviera tas ese nombre, buscó el anonimato antes de publicar nada, luego sí, vino el éxito y por tanto el misterio. ¿Por qué su mujer desconocía gran parte de su vida? Debemos suponer que Traven no tenía nada vergonzoso que ocultar -un asesinato, un desfalco- me inclino a pensar que buscó el anonimato porque sí, acaso por necesidad de reinventarse cada día, por el secreto placer de no ser nadie, y por tanto, cualquier cosa. Ese es el placer que nos proporciona el anonimato: la posibilidad.

Debo de decir algo sobre la película de John Huston, es una de mis favoritas, lo tiene todo: John Huston, Bogart, Méjico, la aventura y el oro, ¡ah el oro! El oro que todo lo corrompe, símbolo de la codicia, la avaricia, puede dar lugar a traiciones, sacar lo peor de uno mismo, pero al mismo tiempo es aquello que pone en marcha las ilusiones, la ambición, la aventura, y como casi siempre que el oro está presente, al final se acaba por regresar al origen. La película es sencillamente extraordinaria, es imprescindible verla en versión original, en inglés y español, con el DVD no hay problema. De todos los personajes me quedo con uno: Walter Huston, el padre de John Huston, haciendo una interpretación memorable: un viejo buscador de oro irlandés, vuelto rico y arruinado varias veces, que conocemos en un albergue miserable de Tampico, y al que poco hay que insistir para que se la vuelva a jugar de nuevo, lanzarse a la aventura y buscar el símbolo de sus ilusiones: el oro. ¿Cuánto vale el oro? El oro vale lo que cuesta encontrarlo, las ilusiones enterradas en su búsqueda. Por eso vale tanto.

Hay una anécdota relacionada con B. Traven y John Huston. Durante el rodaje de la película, Huston esperaba ver a Traven para que le asesorara en el rodaje. Evidentemente Traven no apareció, sí lo hizo un tipo llamado Hal Croves con credenciales del mismo B. Traven y que se presentó como experto conocedor de la obra de Traven. Houston y Croves hablaron mucho de aspectos relacionados con la película, pasadas dos semanas se largó, nadie sabía quién era Croves, ni a qué se dedicaba a parte de representar a Traven. Lo cierto es que Huston siempre sospechó que Croves era realmente Tarven, o quien estuviera tras esos dos nombres, y muy probablemente tenía razón (la anécdota la he tomado de un libro de Enrique Vila-Matas).

Valencia, jueves veintiuno de Diciembre. Terminó la lluvia, y también de paso la vida de mi paraguas al que di cristiana sepultura. Frío mañanero, poco más.

P.D. Turbias negociaciones el la calidez discreta de una confortable habitación en algún país europeo, unos verifican, otros demandan, y todos traicionan.

miércoles, diciembre 20, 2006

Una jota


Como la vida. El póker es como la vida, y no lo es porque la vida puede llegar a ser un juego, lo es porque jugar al póker es sobre todo una cuestión de temple, y de carácter.

Llega el momento, lo has estado esperando toda la noche y ahí lo tienes. Es hora de demostrar si vales, si eres el mejor, si puedes batir al rey. Tres ases, un diez, otro diez, sólo muestras la doble pareja, el as queda oculto. ¿Y él? Proyecto de color, proyecto de escalera de color, el color no puede con tu full, y sin embargo, si la carta oculta fuera una jota de diamantes…no eso no puede ser, no puede tener una escalera de color, no ahora. Quiere hacer un farol, sabe que tienes un as guardado, quiere meterte miedo, porque él también sabe que esta mano es el momento, perderla significaría su fin. ¿Qué oculta su rostro? ¿Le tiembla el labio, quizá? No. Su cara sigue igual de inexpresiva como al principio de la partida, hace ya….no recuerdo, demasiado. Le miro a los ojos, no pestañea, yo tampoco. ¿Una jota? No, no tiene una jota, es prácticamente imposible, pero la suerte ya no cuenta nada. Recuerdo cuando era pequeño, mis padres, aquellos breves años que pasé con ellos, luego, las calles, el juego…pero ¿por qué me viene a la cabeza todo esto? No, concéntrate. Estás aquí, ahora, toda tu vida dependerá de lo que pase durante los próximos minutos, he buscado este momento durante toda la partida, por eso estoy aquí. ¿Qué pensará él? Tiene dinero, es famoso, es el rey. Pero su tiempo puede que acabe hoy, y yo ocuparé su lugar. Ella, por qué tuvo que venir, le dije que se quedará en casa, y sin embargo vino. Piensa, céntrate, estás nervioso, no lo demuestres, mírale a los ojos…así. Ha llegado el momento, decídete. No, no tiene una jota. Apuéstalo todo.

-Veo su dinero y subo a….tres mil quinientos, todo lo que tengo.

-…Pagaré por ver ese as. Veo sus tres mil quinientos y subo a cinco mil.

No tiene una jota, juega de farol. Está apostando fuerte, es lo único que puede hacer. Hace calor, no lo había notado hasta ahora. Todo el mundo está mirando, ¿piensan lo mismo que yo? ¡Qué importa! Ellos no están aquí sentados. Cinco mil, ¿de dónde los ha sacado? Los tenía guardados, es su última baza.

-Son cinco mil Kid…¿me oyes, Kid? Cinco mil.

Sí te oigo, déjame pensar. Lo quisiste a tu manera y aquí estás. No te puedes echar atrás. No, no tiene una jota. Acéptalo. Acaba con él.

-Estoy dispuesto aceptar un pagaré, Kid.

-Puedo conseguir ese dinero.

-Sé que puede.

-De acuerdo, lo veo.

…Ahora comprendo que lo supe, ahora que ya todo da igual. Quise seguir, y lo supe. Supe que me mirarían esos ojos fríos, inexpresivos, sin alma. Ojos de papel, que me atraviesan. Todo el mundo calla, hace calor. Ella quizá esté fuera, encontrará a un fantasma.

Valencia, miércoles veinte de Diciembre. Atroz día de frío y lluvia. Se abrieron los cielos y un apocalíptico diluvio se abatió sobre nosotros, injustos merecedores de la ira divina. (Se me rompió el paraguas mientras caminaba, sobran comentarios)

P.D. Blanco y un tal López, tipo de bigote mejicano. ¿Quiénes son? ¿A qué se dedican? Escarban en la miseria, ladran. La voz de su amo.

martes, diciembre 19, 2006

Un monstruo: Funes

“¡Qué fuerza en la memoria! Es algo, no sé qué, digno de inspirar un terror sagrado, Dios mío, por su profundidad y su infinita multiplicidad. […]

[…] Ved como en mi memoria hay campos, antros, cavernas innumerables, pobladas hasta el infinito con innumerables cosas de todas clases que allí viven…”

(San Agustín. Las Confesiones)

San Agustín se asombra y maravilla ante esa fuerza misteriosa que no logra asir del todo y que llamamos memoria. Se maravilla, pero también la teme: “digno de inspirar un terror sagrado”, y San Agustín no se equivoca. Perspicaz y agudo como pocos, expresa el sentimiento que induce la facultad de la memoria, una mezcla de admiración y temor. Nos admiramos del alcance de la memoria, nada se pierde, todo se almacena, y cuando algo creíamos perdido en el olvido, surge, a veces de improviso. Nos damos cuenta en ese momento de que lo habíamos olvidado, y por ello mismo –al recordarlo-, nos hacemos conscientes de que nunca perdimos ese recuerdo. Los recuerdos siempre están ahí, al acecho, prestos a saltar como depredadores a la caza de nuestras inermes emociones. Por ello mismo tememos a la memoria, tememos su “profundidad y su infinita multiplicidad”, tememos la terrorífica posibilidad de quedar atrapados, como en un pozo, en esas “cavernas innumerables pobladas hasta el infinito”, cavernas que pueden llegar a convertirse en escenarios propios de Piranesi, cárceles de las que es imposible salir, arquitectura imposible, espacios de pesadilla.

Necesitamos a la memoria, sin ella el conocimiento no sería posible. Pero sobrevivimos gracias al olvido. Esas “lagunas de la memoria”, siguiendo a San Agustín, hacen posible la existencia. Memoria y olvido son las caras de una misma moneda. Nada seríamos sin la memoria, un presente vacío de todo contenido, perpetua caída en una nada que desconocemos, un atroz pánico carente de objeto; pero la memoria desbocada, sin el freno del olvido, sin esas lagunas que la dotan de estructura, es algo monstruoso que no pude provocar si no terror.

Nadie ha sabido tratar este tema tan bien como Borges en uno de sus más famosos relatos: Funes el memorioso. Es muy conocido y recomiendo su lectura a quien no lo conozca. Ireneo Funes, un tipo extraño y taciturno, sufre un accidente que a punto está de costarle la vida. Es el punto de inflexión de una transformación que se opera en Funes; es incapaz desde ese instante de olvidar nada, absolutamente nada. La memoria de Funes es prodigiosa, absoluta, vivía en un perpetuo presente, vasto e infinito, preñado de innumerables detalles que estaba condenado a no olvidar. La vida de Funes, si es que a eso se le puede llamar vida, discurría en esas cavernas pobladas hasta el infinito: “Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había si no detalles, casi inmediatos”, cuenta Borges. Tras la lectura que del retrato de Funes nos hace Borges, aquel se nos presenta como alguien monstruoso, capaz de inspirar verdadero terror, porque Funes no es si no la imagen de la eternidad, la imagen de la muerte misma.

San Agustín se propone sobrepasar la misma memoria para alcanzar a Dios. A mí, que no creo en Dios, únicamente me queda la memoria. Incapaz de alcanzar el paraíso de los justos, corro el peligro de precipitarme en un infierno hecho de recuerdos, cavernas que recorreré el resto de mi vida, pero todavía consigo olvidar, Funes aún no me ha atrapado, pero ¿quién sabe? En cualquier caso, como diría el replicante Roy, son recuerdos “que se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”.

Valencia, diecinueve de Diciembre. Tardío, y por ello mismo violento, el frío invernal que por fin se abate sobre una cálida cuidad del Mediterráneo (o sea invierno, sin más)

P.D. El hombre de los maletines, reclutador de oscuros confidentes, puede que se siente por fin en el banquillo. Alguien, vigilante, quizá empezará a desteñir de COLOR.

miércoles, diciembre 13, 2006

Film Noir (2)

-...Bien, en realidad quería hablarle de un par de cosas, hace tiempo que no nos vemos y la verdad, últimamente es complicado hablar con usted.

-Bueno sí, hemos tenido mucho trabajo recientemente.

-Ya. Pero tenemos un negocio en común.

-Sí, por supuesto. Diga.

-Tengo entendido que los duendecillos amarillos quieren salirse del negocio. Le advertí que sería complicado negociar con ellos. Parece que el Sr. Azul está algo…desbordado.

-El Sr. Azul está haciendo lo que puede. Lo que pasa es que los duendecillos amarillos tienen clientes muy exigentes a los que atender y no verían con buenos ojos un trato a medias. Ellos también están nerviosos y, entre nosotros, ellos no querrían tener que abandonar el negocio.

-¿Seguro?

-Sí. Durante este tiempo han conseguido más beneficios que haciendo negocios ellos por su cuenta. Les conviene seguir, sólo tienen que encontrar la forma de contentar a sus clientes, el Sr. Azul está en ello.

-Pues no parecen esas las intenciones de los duendecillos amarillos, les ve muy enfadados. Espero que el Sr. Azul cumpla con sus obligaciones, no creo que nos beneficie nada que abandonen el negocio ahora, podrían irse de la lengua.

-No, no. Eso no lo harán nunca. Como digo, la clientela de los duendecillos amarillos es muy exigente, quieren un buen trozo de pastel pero tampoco les beneficiaría ese tipo de escándalo, ya sabe, ahora son gente pública, tienen relaciones.

-¿No me diga que también van a la Opera?

-Bueno, si quiere llamarlo así. Ya me entiende.

-No, no le entiendo.

-Mire, todo consiste en seguir dándoles carnaza, llegará un momento en que a los duendecillos amarillos les resulte oneroso abandonar el negocio. Puede que durante un tiempo nos dejen, el Sr. Azul ya lo ha previsto, pero seguirán, confiamos en los clientes de los duendecillos amarillos. La ópera en el palco se ve demasiado bien como para volver al gallinero.

-¿Le he dicho alguna vez que no me gustan sus metáforas? Hablemos claro, creo que el Sr. Rojo y el Sr. Azul se quedaron sin carnaza hace tiempo, creo que el Sr. Azul ya no sabe que hacer, creo que el Sr. Rojo acabará por darles el pastel entero, y ya que estamos, creo que el Sr. Azul ya no controla al Sr. Rojo, al contrario, es el Sr. Rojo quien controla al Sr. Azul.

-Bueno, en esto último lleva algo de razón. Verá, parece que el Sr. Rojo desde que se convirtió en el nuevo propietario se ha vuelto un tanto…independiente. No ha acabado de entender cual es su posición, parece que se ha creído que el papel de propietario no conlleva obligaciones. Pero es un pardillo, en cuanto comprenda que puede ser sustituible se tranquilizará. A demás el Sr. Negro está al tanto de todo, y si las decisiones del Sr. Rojo nos fueran perjudiciales, los chicos del Sr. Negro se encargarían de “avisarle”, ya me entiende. El Sr. Rojo respeta mucho al Sr. Negro.

-Confía demasiado en el Sr. Negro. ¿Quién puede sustituir al Sr. Rojo a estas alturas? ¿No estará pensando en el Sr. Morado?

-No, no, el Sr. Morado nunca estuvo en el negocio.

-Mire, el Sr. Rojo sabe que no tenemos a un recambio, por eso está empezando a tomar decisiones, y créame, son peligrosas y estúpidas, van a acabar con él y sobre todo con el negocio. Le recuerdo que hemos invertido mucho. ¿No tenemos a nadie más a parte del Sr. Azul cerca de él?

-Sí, pero no podemos emplearle ahora, quizá cuando el Sr. Azul no nos sirva.

-Por cierto, se oyen cosas. Puede que el Sr. Verde y los amigos del Sr. Verde no hicieran tan bien su trabajo. Hay gente curiosa, gente que pregunta, los abogados de los antiguos propietarios se están poniendo muy pesados. No queremos que eso pase, somos gente a la que le gusta la discreción ¿verdad?

-No se preocupe por los antiguos propietarios, no son ningún peligro.

-No me preocupan los antiguos propietarios, me preocupan sus abogados y los amigos de los abogados, se mueven demasiado.

-El Sr. Verde y los amigos del Sr. Verde trabajan ahora para el Sr. Azul, sabrán cortar los flecos sueltos. Recuerde que hubo que hacerlo todo muy rápido.

-Ya. Espero que el Sr. Verde controle a sus chicos. Por cierto, ¿está seguro de que el Sr. Verde trabaja para el Sr. Azul?

-¿Se refiere al Sr. Marrón?

-Sí

-Al Sr. Marrón ya se le pagó.

-¿Está seguro?

-Mire, esté tranquilo, si los chicos del Sr. Verde se mueven, sabremos pararlos, conocemos a gente en los sitios adecuados.

-¿Qué gente?

-Gente. Gente con ambiciones, gente algo cretina, gente con ganas de medrar.

-Gente a la que habrá que pagar, supongo. Se están haciendo demasiadas raciones del pastel, puede que a alguno no le baste, o no le guste.

-¿Ahora es usted quién hace malas metáforas?

-Olvídelo. Puede que nos volvamos a ver, espero que las noticias sean mejores…

Valencia, trece de Diciembre. Un manto de espesas nubes no osó derramar una sola gota –cobarde- que mancillara la grisura del asfalto (o sea, un día gris de invierno, y punto)

P.D. Okupa: Funcionario municipal o autonómico, sito en tierras catalanas que se dedica a la adecuada gestión de la propiedad inmobiliaria, mediante patada en la puerta o atraco administrativo.

martes, diciembre 12, 2006

Film Noir (1)

-…Veamos si lo entiendo. Todo depende de que actuemos rápido y de que dispongamos de la información adecuada.

-Exacto. De la información se encargará el Sr. Marrón. Es él quien sabe las cosas.

-No sé si me gusta el Sr. Marrón, ¿quién es?

-Oh, no hay problema, el Sr. Marrón no le gusta a nadie pero no se preocupe. El Sr. Marrón tiene contactos, sabe cosas y siempre ha sido muy eficiente en su especialidad. Unicamente tiene ahora ciertos “problemas”. Problemas que debemos solucionar en cuanto tengamos éxito. Ya sabe, a modo de pago.

-¿Y no quiere dinero?

-No, no, el Sr. Marrón ya tiene dinero de sobra. Nos ayudará. A demás, para él el asunto tiene también cierto carácter…cómo decirlo, personal, sí. Tiene cuentas pendientes que saldar con los actuales propietarios. Será una ayuda inestimable, no lo dude, conoce a gente que trabaja en el entorno de los actuales propietarios, siempre ha tenido amigos allí. Sólo nos ha pedido un lugar tranquilo donde trabajar y un teléfono.

-¿Y el Sr. Rojo?

-El Sr. Rojo es nuestro hombre de paja, ya verá, una autentica mina. Sorprenderá a mucha gente. No defraudará, es un pardillo pero es justo lo que necesitamos. Es simple, sabrá interpretar su papel y hará lo que le digamos. Es totalmente predecible y controlable y tiene el aspecto de no haber roto un plato en su vida. Lástima que no le queden bien los trajes, pero se puede arreglar.

-No sé, no me fío.

-Tranquilo, para ello tenemos al Sr. Azul, estará en todo momento junto al Sr. Rojo y le dirá lo que hay que hacer y decir. A demás, el Sr. Azul se encargará de lo más importante, será él quien de la cara en el momento crítico.

-¿El sábado?

-Sí, el sábado. El Sr. Azul lo hará a la perfección, es muy inteligente, sabrá hasta dónde se puede llegar y actuará con contundencia. Los actuales propietarios no se lo esperarán, será el golpe de gracia. Y no olvide que el Sr. Azul conoce desde hace mucho tiempo al Sr. Marrón, son viejos amigos y ya trabajaron juntos en el pasado.

-¿Y los medios, quién los proporcionará?

-Por eso no se preocupe, dispondremos de los medios que hagan falta. El Sr. Negro está enterado de todo y nos los proporcionará. Pero no conviene mencionar al Sr. Negro, sabe que se trata de una persona muy influyente y no desea verse mezclado en este asunto, al menos de cerca. Los hombres del Sr. Negro nos proporcionarán todo el apoyo…digamos de medios, pero el Sr. Negro desea mantenerse al margen, supervisando la operación.

-Así pues habrá que empezar a actuar con celeridad. La misma tarde del jueves ¿no?

-Sí, ese mismo día, y será el Sr. Blanco quién empiece abriendo fuego.

-¿El Sr. Blanco? ¿No habíamos quedado que el Sr. Blanco era un inepto?

-Sí, lo cierto es que es un necio, pero servirá, es incapaz de salirse del guión, no podría. El Sr. Blanco es el peón del Sr. Rojo, hará lo que el Sr. Rojo le indique y el Sr. Rojo hará lo que le diga el Sr. Azul.

-¿Y el Sr. Marrón?

-El Sr. Marrón nos dirá a todos lo que tenemos que hacer.

-De nuevo el Sr. Marrón.

-Sí, ya sabe, tiene contactos, sabe cosas.

-Me preocupan los actuales propietarios, ¿no se darán cuenta de nada?

-¡Oh, no! No sospechan nada créame. Viejos conocidos del Sr. Marrón que trabajan desde hace tiempo para los actuales propietarios, en realidad lo hacen para nosotros. Conseguirán que los acontecimientos se precipiten, son expertos en ello, se encargarán de borrar pistas y sembrar falsas.

-Gente como el Sr. Verde.

-Sí, el Sr. Verde y otros señores de otros colores. Están actuando delante de sus narices y los actuales propietarios ni se enteran.

-También habrá que pagarles, claro.

-Sí, pero menos.

-Una cosa más, ¿quién se encargará del trabajo sucio?

-Ese es un asunto delicado. El trabajo sucio lo realizarán los duendecillos amarillos, como siempre.

-Es peligroso, pueden pedir a cambio lo que quieran.

-Sí, es cierto, pero cuando el Sr. Rojo sea el propietario, o sea, nosotros, sabremos cómo tratarles. El Sr. Marrón ya lo hizo en el pasado. A demás, no olvide que el Sr. Azul se encargará de tratar con los duendecillos amarillos cuando llegue el momento, sabrá cómo negociar con ellos.

-Así, lo espero…

Valencia, martes doce de Diciembre. Breve tregua al mediodía que mitiga la lacerante humedad que filetea inmisedicordemente la cara por la mañana y por la noche (o sea, como ayer pero algo mejor)

P.D. Conferencia en Teherán sobre el Holocausto. Revisionistas miserables. A mí se me revuelve el estómago, me acaban de joder el día.

lunes, diciembre 11, 2006

Hari


Ya no estás Hari, jamás estuviste, y sin embargo, todo aquello fue tan real. Hablé con Snaut y Sartorius, me dijeron que no habría más “visitantes”, que las “apariciones” cesaron tras irradiar a Solaris con potentes rayos X. Me pregunto a quién escribo esto, ¿a ti Hari? Llego tarde dos veces. Ahora no me queda nada, ni si quiera tu recuerdo, tan solo esta desvencijada y solitaria estación sobre el incomprensible océano de Solaris que no pienso abandonar, para qué ya. No fue un viaje en busca del conocimiento, ni la culminación de unas investigaciones que hace mucho tiempo dejaron de interesarme, fue una huída. Desde el primer momento tuve la intención de venir a este apartado rincón del Cosmos, del que ya nadie se ocupa, para no volver jamás. Deseé con todas mis fuerzas escapar de tu recuerdo, de aquella herida que acabó también con mi vida: sí, yo también estoy muerto, y los años que me queden de vida los pasaré en Solaris haciendo ¿qué? No sé, supongo que leyendo, ya sin interés, los viejos volúmenes de Ciencia Solarística que se guardan polvorientos en los anaqueles de la biblioteca.

Hubo un tiempo en que legiones de científicos se apasionaron por el nuevo descubrimiento, Solaris un planeta viviente. Se encontró lo que durante largos años se andaba buscando: vida, aunque no en la forma esperada. Un océano de un extraño material plasmático recubre la superficie de un lejano planeta, las emanaciones y caprichosas figuras que experimenta el océano de Solaris convencieron a los científicos de que no se trataban de algo casual, ni era el producto de una ciega dinámica interna; había una conciencia pensante tras ellas. Resultó fascinante, físicos, biólogos, psicólogos y especialistas de todo tipo se apresuraron a comprender el extraño comportamiento de Solaris. Tras décadas de frenéticas investigaciones, el estado de las mismas es exactamente el mismo que el primer día: Solaris ha resultado un misterio total, y lo seguirá siendo. ¿Por qué? Nadie lo sabe, quizá Solaris sea un fenómeno de autismo o quizá nuestra inteligencia sea insuficiente para entender sus reacciones. Lo cierto es que paulatinamente la Solarística dejó de interesar, la magnífica estación que se construyó fue quedando vacía, tan sólo tres olvidados científicos seguían ocupándola: Guibarian, Snaut y Sartorius. Guibarian acabaría suicidándose y yo me vine aquí. En principio para determinar el futuro de la estación, pero en realidad fue una huída, nadie se preocuparía por mí, para qué ocultarlo ahora.

Hari, ¿por qué lo hiciste? No te creí, dijiste que te matarías y no te creí. No tuve el valor de encontrar la respuesta. Algo creí intuir el día que te dije que te dejaba, tuve miedo, volví a casa, y encontré tu cuerpo sin vida. Hari…para qué insistir, es inútil, no sé para quién escribo, para una muerta o para mí, un ser cuya existencia hace tiempo ya que dejó de llamarse vida. Por eso me vine a este lugar olvidado, pero más me hubiera valido haberme matado aquel día. Snaut no me lo dijo cuando llegué, esperaron a que surgiera mi “visitante” como ellos lo llaman. “Condensaciones de materia, neutrinos quizá. De alguna forma Solaris sondea las conciencias y materializa recuerdos, obsesiones, fantasmas. No son reales, son la materialización de aspectos de la propia memoria, con el tiempo pueden desarrollar cierta conciencia ficticia derivada de la uno mismo, por ello conviene no establecer vínculos emocionales con los visitantes”. Todavía recuerdo la sonrisa irónica de Snaut mientras me lo contaba. Recorrí millones de kilómetros para olvidarte, Hari, y te encontré aquí, un fantasma, y al mismo tiempo tan real como el último día que te vi con vida. Todos tenían sus visitantes, Snaut y Sartorius jamás me contaron quienes eran los suyos, a Guibarian lo llevaron a la muerte, qué oscuros fantasmas poblarían su mente. Me advirtieron, pero no les hice caso, cómo podría. Durante un tiempo pretendí que la pesadilla se tornara en redención, quise recuperar lo perdido, encontrar otra respuesta distinta a la que nunca quise admitir. Me volví a enamorar de ti, Hari, negando el pasado, negando mi propia vida. En Solaris no fuiste la existencia vicaria de mi conciencia, fui yo quien vivía de tu recuerdo, te poseí Hari, como jamás poseí a una mujer, te amé de forma desesperada, sin medida, y tan solo eras un fantasma, una sombra, una “condensación de materia” sin vida propia. Ahora ya no estás, Hari, todo fue inútil, siempre lo supe. Sartorius tenía razón, irradiando Solaris con rayos X quizá se consiga alguna respuesta, ya no hay visitantes. ¿Lo sabías verdad? Lo sabías también como lo supe yo, era tu final, y lo consentiste. Lo consentí. Me quedo en Solaris, qué importa ya. Mi vida tiene tan poco sentido como el que tiene este maldito planeta que nadie entenderá jamás.

(Siento no haber encontrado otra forma de hablar de Solaris de Stanislaw Lem que poniéndome en la piel de su protagonista Kris Kelvin. Al fin y al cabo esto no es un bolg de crítica literaria y escribo lo que quiero, o lo que puedo)

Valencia, lunes once de Diciembre. Veamos…Sobrecogedora humedad se pega ávida a los huesos y consigue helar el alma como si de aparición fantasmal se tratara (o sea, lo mismo que ayer pero con algo más de frío, ver el parte del día anterior).

P.D. Reapareció un tal Vera, presto a hacer favores a sus amigos del corro de la patata. Tan solo necesitó un teléfono y un despacho, sus discretos murmullos cambiaron las tornas.

domingo, diciembre 10, 2006

Géneros y un polaco raro

Leer no es vivir, y sin embargo es lo más aproximado a la vida, mucho más que la rutina cotidiana a la que falsamente le atribuimos ese nombre. Salvo breves estadillos de vida, que se concentran en la contemplación de un plácida noche de verano sobre el mar, (en la Costa de la Muerte o en el Mediterráneo), en la mirada de un ser querido o en la breve pero intensa detención del tiempo que proporciona la satisfacción de los placeres; la vida suele huir despavorida de nuestra pálida monotonía diaria. Con la literatura me pasa igual que con el cine, la necesito, igual que necesitamos un sucedáneo para no abandonar definitivamente todo aquello que anhelamos.

De la literatura más o menos “seria” o “convencional” habrá ocasiones para hablar, pero he confesar una cosa: soy un lector empedernido de aquello que equivocadamente se cataloga, de forma despectiva, como géneros literarios. Se suele considerar un género literario –hablando en este sentido-, como aquella parte de la literatura que bordea al corazón de la “literatura”: una literatura marginal, generalmente de poco valor, ligera y sin pretensiones. Es una definición falsa, hecha a la defensiva, y generalmente por parte de aquellos que poco tienen que decir en cuanto a capacidad creativa. Estando ya más cerca de los cuarenta que de los treinta, se me ha pasado ya cualquier prurito intelectualista y esnob, leo lo que me da la gana, leo porque me divierte y ya no soporto la mala literatura tenga ésta nombre o no; el tiempo es escaso. En mi juventud, cuando uno era juzgado más por lo que pretendía ser que por lo que era, confieso que compensaba mis incursiones en los géneros – o incluso en los subgéneros- literarios con actos de contrición que consistían en tragarme verdaderos actos librescos totalmente infumables escritos por autores de prestigio. Hoy ya no lo hago, evidentemente, y disfruto mucho más. Me niego a hacer divisiones entre literatura “seria” y géneros diversos, la única división que me interesa es entre aquello que me gusta y lo que me aburre, y a ello me atengo. La buena literatura aparece, sea en una novela de un autor “convencional” o en una novela de “género”, de la misma forma también la mala.

Confieso que en cuanto a los “géneros” literarios, le hago ascos a pocas cosas. Me entusiasma la novela negra. Desde la novela-ajedrez, a la novela negra “dura”; de los clásicos –Chandler, Hammet, Highsmith-, a los modernos – Ellroy, Mankell, Gur, ect. Tiempo habrá de escribir sobre ellos, y en particular de un tipo tranquilo que trabaja en Quai des Orfèvres y al que le gusta la buena mesa, fumar en pipa y resolver los casos metiéndose en la piel del culpable. Otros géneros que me gustan son algo menos mayoritarios, incluyendo la literatura libertina –y alguno de ellos he de reconocer que verdaderamente inconfesable-, pero hay un género al que se suele calificar erróneamente de “subliteratura” y en el que se puede -como en un baúl antiguo-, encontrar de todo, desde simple papel impreso a verdaderas joyas. Me refiero a la Ciencia-Ficción. De todos los autores de Ciencia-Ficción hay uno que me interesa particularmente, un polaco algo extraño que murió este mismo año y que es el autor de algunas de las joyas que podemos encontrar en este miniuniverso: si, Stanislaw Lem.

Siempre se ha dicho que se es un buen escritor de género – buen escritor sin más, diría yo-, cuando se usan los mecanismos que ofrece el género como medio para contar historias interesantes y no como un fin en sí mismo. Sin duda este es el caso de Lem. Desde sus novelas más reflexivas a sus corrosivas ironías tipo Swift, Lem no decepciona. Hombre de una erudición asombrosa, empleó los recursos de la Ciencia-Ficción como medio de sortear la mordaza que suponía el régimen comunista polaco. La imposibilidad de comunicación frente a lo desconocido, la soledad que a menudo afecta al hombre, la finitud de la Ciencia como conocimiento y sus límites como medio para resolver conflictos, son temas recurrentes en la obra de Lem. Temas tratados con profundidad y con el rigor que requieren. En fin, mañana puede ser un buen día para hablar de Lem y de su mejor obra quizá, Solaris. Tema que puede interesar más o menos, pero sobre el cual, en cualquier caso, me apetece escribir.

Valencia, domingo diez de Diciembre. Regreso de una especie de puente o algo así. Agradable, a pesar del tiempo desapacible y con un viento penetrante que acuchillaba la cara. Arroz a banda a la orilla de la playa en la celebración del cumpleaños de un amigo –cómo pasan los años-, sin palabras. (Nota: Sé, porque he estado allí, que el clima en la Costa de la Muerte es cambiante, caprichoso y a veces dantesco, en cambio aquí resulta de una monotonía que me desespera a veces para poder decir algo original en estas breves líneas).

P.D. Blanco desautoriza: “Hay mucha gente que no sabe de lo que habla y los que sabemos no hablamos”. ¿Y tú, zurupeto, qué sabes? ¿Quién te lo cuenta?

jueves, diciembre 07, 2006

Furor religioso

“Santa Guillotina protectora de patriotas, ruega por nosotros

Santa Guillotina, espanto de los aristócratas, protégenos

Máquina amable, ten piedad de nosotros

Máquina admirable, ten piedad de nosotros

Santa Guillotina, líbranos de nuestros enemigos.”

Sí, se erigieron nuevos dioses, dioses políticos y terribles, que exigieron su cuota de sangre. La oración que cito al comienzo, naturalmente no me la he inventado, era recitada por las masas parisinas durante la época de la Convención. Paradójicamente, aquel a quien se considera autor del término Santa Guillotina, Hébert, caería víctima de la misma, justicia poética.

Uno de los aspectos más notables del proceso revolucionario acelerado por los jacobinos es su marcado carácter religioso. Tanto es así, que aquellos que hicieron gala de un ateísmo explícito fueron inmolados en los nuevos altares. Se dará forma a una nueva ley de Dios, severa y temible.

“Lo que produce el bien general es siempre terrible”, la frase es de Saint-Just y no se equivocaba. El bien general, el Pueblo, nuevas deidades que no admiten disidencia. El opositor se convierte en hereje, portador del veneno que aniquilará la armonía social tan arduamente conseguida. Su eliminación deviene en sacrificio, en auto de fe. Es esclarecedor comprobar como una simple máquina –de ejecución- se convierte en icono de la nueva religión, una máquina que requiere su liturgia y ceremonia: el recorrido hacía el patíbulo, la subida al "altar", las últimas palabras del condenado, la caída fulminante de la cuchilla y la cabeza del difunto mostrada al pueblo como punto final. Los nuevos sacerdotes requerían que fuera un acto “edificante”, democrático y funcionarial. El verdugo pierde todo protagonismo, es la máquina, la que adquiere las connotaciones religiosas y vengadoras del pueblo. Aparece así como un mecanismo inevitable, fruto de la voluntad incuestionable del pueblo y a salvo de cualquier arbitrio personal. La guillotina no fue un simple artefacto, fue una máquina política, y por ende, religiosa. Símbolo de la voluntad popular: “Santa Guillotina, líbranos de nuestros enemigos”.

Son las consecuencias de conjugar política y religión, aunque sea una religión “laica”. Se derribaron los antiguos dioses y se erigieron nuevos: El Ser Supremo, la religión del Estado. Fueron consecuencias inevitables de la filosofía de los protagonistas de la Revolución: se encuentran ya muy presentes en Rousseau. Es necesario desterrar el ateísmo y crear una nueva religión de Estado, colectiva y pública. Teocracia populista, la Voluntad General erigida en supremo dios. Todo el baño de sangre de la Revolución Francesa se explica si se comprende como religión y política se conjugaron.

Religión y política deben ser como el agua y el aceite. Debe de haber una clara y nítida separación entre ambas. La misma separación que media entre lo público y lo privado, porque la religión afecta a la esfera estrictamente privada del individuo. Debe por tanto quedar ahí y debe, de la misma forma, respetarse como algo inviolable. A todos estos nuevos émulos de Robespierre, que hoy en día claman por la “laicidad”, habría que recordarles las funestas consecuencias que la unión de religión y política conlleva. Separemos religión y política, establezcamos un Estado laico, de acuerdo, pero abandonemos esa pretensión, igualmente religiosa de supeditar todo a la voluntad popular y, sobre todo, dejemos aquello que pertenece a la esfera privada del individuo en las manos de éste. No, no nos engañemos, no ofrecen un Estado laico, ofrecen una nueva religión, colectiva, uniformadora y presta a cobrarse sus víctimas.

Valencia, siete de Diciembre. Bajón de las temperaturas, al menos a mí me lo parece. Como diría Hamlet: The air bites shrewdly.

P.D. Nueva teoría jurídica: procesemos al confidente. En realidad no es tan vieja: matar al mensajero.

miércoles, diciembre 06, 2006

Trane

Aparecen de improviso, son días extraños, entre melancólicos y plácidos. Días tranquilos, sin preocupaciones ni sobresaltos, días que procuro disfrutar en casa, leyendo algo –nada trascendente-, y que defiendo con uñas y dientes contra extraños e impertinentes. Pero sobre todo son días Trane, días en los que escuchar a John Coltrane (Trane) se convierte en una necesidad casi física. De la mañana a la noche –acabo de apagar el reproductor de CD´s-, las notas del saxo de Coltrane se ocupan de llenar el volumen que van dejando el paso de las horas.

Quizá se deba a la extrañeza de un día festivo en medio de la semana, al hecho de levantarse tarde y no tener compromisos que cumplir, no lo sé, pero esta mañana mirando por la ventana he decidido que hoy sería un día Trane. No hacer nada, tumbarse mirando el techo, y dejar que la música se apodere de uno. ¿Pérdida de tiempo? Sí, pero es así como me gusta perderlo.

Se puede empezar el día con Giant Steps o My Favorite Things o con ambos, dejar para luego alguna sesión en directo, empezar la tarde con alguna recopilación de baladas y sumergirse con devoción religiosa en los paltos fuertes a media tarde: A Love Suprem o Ascension. Suele ser una secuencia lógica, pero siempre puede mezclarse. También se puede salpimentar con los fantásticos solos de saxo que Coltrane ejecuta en el mejor disco de jazz de la historia, Kind of Blue de Miles Davis, y sobre esto estoy dispuesto a batirme en duelo –a pistola, lo advierto- si es necesario con quién lo ponga en duda. En fin, las combinaciones son muchas, los días Trane nunca decepcionan.

He de confesar una cosa, que puede parecer algo curiosa, mi gusto por el jazz se lo debo a la literatura, y en particular a Julio Cortázar. Hay una edad peligrosa para leer Rayuela, peligrosa porque uno corre el peligro de querer convertirse en uno de sus personajes, cualquiera: Oliveira, Traveler o los innumerables secundarios. Es la novela que a todos nos hubiera gustado escribir, y eso que yo me incliné por las Ciencias. Yo la leí con esa edad, apenas veinte años. Es lo que tiene la buena literatura, puede resultar peligrosa. En uno de sus capítulos Oliveira, la Maga y otros personajes escuchan música de jazz en un pequeño apartamento parisino, a oscuras, con la sola luz de las brasas de los cigarrillos. Me impresionó bastante cuando lo leí, y claro ¿por qué no probar? Así empecé a aficionarme al jazz, de una forma completamente esnob. Quizá hubiera llegado al jazz por otros caminos, pero el mío fue ese, y ya no he podido dejarlo.

Hoy he tenido un día Trane, algunos lo juzgarían aburrido pero no ha sido así. Creo que era el día de la Constitución. Ni si quiera un Presidente de cejas picudas y mediocridad intelectual me lo podría fastidiar.

Valencia, seis de Diciembre. Lamento no poder dar un parte meteorológico fiable –si es que los anteriores lo eran-. No he salido a la calle en todo el día, creo que ha soplado el viento y ha empezado a hacer algo de frío, pero no se fíen.

P.D. (Lo siento, día Trane)

martes, diciembre 05, 2006

Malebolge

¡Virgilio!... Dónde se habrá metido, ¡Virgilio!..., nada. Llevo ya un buen rato buscándolo y no aparece, menudo guía. Lo cierto es que como guía turístico resulta desconcertante, no hace más que recitar la Eneida y lamentarse por tal o cual verso –este no lo debería de haber escrito, este tendría que haberlo escrito así-, pero a penas me explica nada de lo de aquí abajo. El tipo de la entrada, Caronte, alguien con pinta de gondolero veneciano venido a menos me dijo que era el mejor guía, que preguntara por él, seguro que se reparten la comisión. Por cierto, no recuerdo cómo llegué aquí, veamos: la fiesta, la chica, el grog…, no, no fue así; la fiesta, el elefante, la chica, el bofetón, el grog… ¿y la rumba, dónde meto a la rumba? no, tampoco, en fin, creo que alguien se equivocó con la receta del grog, o los pinchos de tortilla de setas.

De todas formas llevo toda la noche -¿la noche, el día? No sé-, vagando por este lugar y he visto de todo. Prometía mucho al principio, Minos –por lo que sé, experto conaisseur-, regenta un círculo, digamos de “relax”, eso sí, limpio y de alto standing. Muy amable la gente allí, todo el mundo “conociéndose”, lamentablemente no nos entretuvimos mucho, Virgilio tenía prisa. El círculo de Cerbero sería un buen sitio para parar y comer, si no fuera por lo atestado que suele estar, los camareros no dan abasto y la gente come de forma desesperada. Cocina casera, de pocas florituras, pero contundente y de calidad, la bodega mediocre. Después el panorama es bastante deprimente, tipos avaros, iracundos, derrochadores, adeptos a sectas varias – a cual más chiflada e irritante-, en fin, nadie con quien establecer una conversación civilizada. Virgilio seguía a lo suyo, con su Eneida, e indicándome de vez en cuando la maravillosa arquitectura del lugar. Afortunadamente en el sexto círculo, justo antes de llegar al primer recinto del séptimo, pude dar con el Club Epicúreo. Soy socio desde hace años de la sucursal de superficie, así que no tuve ningún problema en pasar. A Virgilio lo dejé en la puerta, lo cierto es que es una persona cuya conversación resulta insoportablemente monótona. Allí encontré a viejos amigos, estaba el miembro honorario y fundador del Club, Epicuro –bastante achacoso ya, he de decir-, y su actual presidente, Lucrecio, del que no tenía noticia desde hace tiempo –como siempre absorto en la lectura de Chateaubriand-, buen brandy, excepcional whisky de malta e insuperables habanos. Resulta encomiable que los servicios que presta a sus socios se mantengan inalterables también aquí abajo. Tras este descanso, y en mi caso, visita inexcusable, Virgilio y yo retomamos el camino. Lugar increíblemente desagradable el séptimo círculo, he de anotar no pasar por aquí cuando vuelva a este lugar –aunque ignoro si la topología del conjunto lo permite, es digna de un estudio-. Por lo general detesto la violencia, a lo sumo me permito un bastonazo si las circunstancias se vuelven intolerables, pero lo que he visto aquí supera toda medida. Tipos violentos y vehementes en exceso. Pasamos con sigilo, por primera vez en toda la travesía Virgilio dejó de recitar su Eneida y enmudeció, algo tuvo de positivo. Círculo para olvidar. En cuanto a sus guardianes, hagámosles un favor y no los mencionemos. Poco duró el silencio de mi guía, tras dejar atrás el séptimo círculo, retomó con más ímpetu y brío si cabe –y desesperación por mi parte-, las cuitas de Eneas y latinos. Quizá alejándome de su tono monocorde y lastimero lo perdí. ¡Virgilio!...nada.

Consultemos el mapa: Malebolge, octavo círculo del Infierno. Dividido en diez sectores o recintos, morada de falsarios, fraudulentos y embaucadores. Guardado por Gerión. Espléndido. Gerión –un tipo de aspecto siniestro y patibulario-, por poco no nos deja franquear la entrada, no íbamos de etiqueta, lógico, Virgilio con una sábana enrollada al cuerpo y yo con el esmoquin manchado. Lo cierto es que el lugar promete. Ambiente distinguido y selecto. Es acogedor y la decoración es acertadísima, quizá su autor sea un decorador-interiorista de prestigio. Veo telas de Pollock y Warhol. La música es maravillosamente ruidosa, Jonh Cage, quizá, y ¡Ah! ¿A quién veo allí? Derrida, cómo no. Al fondo veo un cenáculo de políticos, entre ellos un tipo con las cejas levantadas, le sienta mal el traje, pero se le ve a gusto. Alguien me sirve una copa, gracias, ¿usted no es columnista en…? Es cierto, sí, disculpe mi memoria. Decididamente este es mi sitio. Volveré a menudo, y lo contaré quizá. ¡Virgilio, hombre! ¿Dónde te habías metido? ¿Qué te quieres ir? No, de ninguna manera, y haz el favor de no pisarte la túnica, ya se te ha caído dos veces.

Valencia, cinco de Diciembre. ¿Invierno? No está ni se le espera. Va a tener que hacer horas extras.

P.D. Se apresuran los confidentes en contar lo que saben. El tiempo apremia, y el peligro puede que también. El último paga la minuta.

lunes, diciembre 04, 2006

Marcello

Hubo un tiempo que quise ser Marcello. Hubo un tiempo que pretendí que mi vida transcurriera entre lo banal y lo profundo, no era el único, muchos nos creímos así.

Pasear por Via Veneto a la caza de emociones -¡eh Paparazzo, dónde vas!-, dejar que la indolencia se apodere de uno, vivir sin compromisos, sumergirme en lo trivial. Al mismo tiempo creer se está por encima de todo ello, sentirse llamado para cosa serias. Vivía en esa zona de sombra –de semiclaridad-, entre lo divino y lo humano, sin estar más de un sitio que de otro, aprovechando lo bueno de ambos mundos, creía que era posible, y parecía tan fácil.

Tú también, Marcello, fuiste tú quien me mostraste el camino, ¿recuerdas? Yo si me acuerdo. Me acuerdo de aquel viaje en helicóptero escoltando a un Cristo por los cielos de Roma, aquellas chicas que tomaban el sol en la terraza, no pudimos oír lo que nos decían. Y de Paparazzo, ¿te acuerdas?, ¿Qué habrá sido de él? No, yo tampoco lo sé, siempre estaba en Via Veneto siguiéndonos, a la caza de su codiciada foto. Por Via Veneto ya no pasea nadie, ni tú, ni yo. Ella tampoco. Y aquella actriz americana, ¿cómo se llamaba? Vino con aquel marido tan celoso que no paraba de beber, te quedaste prendido de ella, vi cómo la mirabas mientras se bañaba en la Fontana de Trevi, estábamos solos, ella con su vestido negro y aquella melena rubia, tú y yo. Sí, yo también me acuerdo de Steiner, ¿qué pasó? ¿Cómo pudo suceder aquello? Nunca lo entendimos. Tenía una vida perfecta, y era él quien creía en nosotros, ¿recuerdas aquellas reuniones en su casa? Eran tan distintas a todo, allí la vida cobraba sentido, nos sentíamos llamados a realizar algo importante, sí, tú y yo. Steiner se mató, y mató a sus hijos, ¿por qué? Sí, lo siento, convenimos en no volver a mencionarlo, pero aquello lo cambió todo ¿verdad? ¿Recuerdas aquel monstruo varado en la playa aquel amanecer? Lo vimos, y ambos supimos lo que significaba.

¿Qué es de tu vida Marcello? Hace tiempo que no se nada de ti, ¿acabaste tu novela? ¿No? No importa, yo tampoco he hecho nada importante, seguimos donde estábamos, sin tocar el cielo ni el infierno. Sé que te casaste con…¿cómo se llama? Ah, si, olvidé su nombre, es una buena chica, te conviene, algo celosa, pero te quiere


Lo sabes, ¿verdad Marcello? Por eso estamos recordando todo aquello: sí, la he visto.

¿Dónde? Qué importa dónde, en una calle cualquiera. Estaba parada en un semáforo esperando a pasar. Sigue igual, sabes Marcello, el mismo corte de pelo, las mismas gafas oscuras mirando ¿a qué, a quién? No, no le he dicho nada, tampoco me ha visto. La seguí con la mirada unos instantes, la perdí cuando dobló la esquina. ¿Quién era Anouk, Marcello? Ni tú, ni yo lo supimos. Jamás nos perteneció, jamás. Nos queda su recuerdo, Marcello, y es lo único que nos une ya. Sí, hoy he visto a Anouk, no le dije nada. Nos vemos Marcello, ya te llamaré…Adiós.


Valencia, cuatro de Diciembre de 2006. Tan rápido como vino, se marchó el invierno. Cálido viento de poniente, volvió el calor. Es casi Navidad, empieza a resultar un poco pesado.

P.D. Dos dictadores agonizan. Uno envuelto en un misterio impenetrable, el otro pidiendo la extremaunción. Y yo estoy feliz. Ambos mueren con varias décadas de retraso. Alimañas.

viernes, diciembre 01, 2006

Una pipa

No, esto no es una pipa. Es la representación de una pipa. Por poco que reparemos en el paradójico cuadro de Magritte, veremos que se desvanece tal paradoja. Conviene no confundir representación con realidad, son cosas distintas y a menudo opuestas. Ha sido labor de la Ciencia desentrañar las, con frecuencia, sutiles relaciones entre la realidad y sus representaciones. No siempre con éxito.

¿Y en la política? ¡Ah, la política! Aquí si que nos encontramos en terreno pantanoso. ¿Qué es la política si no el arte de la representación?

Imagen de Zapatero hablando del proceso de paz. Escribamos nosotros, sutiles observadores de los hechos, la siguiente frase sobre las imágenes: “Esto no es un proceso de paz”

-Cómo que no- dirían algunos, -no es evidente que ETA decretó una tregua y estamos inmersos en un proceso de paz, que podrá fracasar o no, pero en ello estamos.

Pues no. No es un proceso de paz, es la representación de un proceso de paz. Lástima que no sea un cuadro de Magritte.

Magritte, sin embargo merece un comentario más amplio, lo tendrá. Siempre me gustaron sus pipas, sombreros y bosques. A pesar de lo que mucha gente cree no son cuadros absurdos, poseen una sutil y precisa lógica.

Por cierto: pipa, Magritte, Maigret, Simenon, pipa. Palabras encadenadas. Homofonía belga o significado oculto, en cualquier caso, fácil.

Nota: QRM, si lees esta entrada, algo jocosa, añade esta pipa –o su representación-, a tu colección. Este cuadro siempre me ha fascinado, quizá tú, experto fumador, le saques más partido. Por cierto, no sabes la cantidad de matemáticos célebres que fumaban en pipa, voy a tener que pensármelo y empezar a fumar yo, puede que se me pegue algo.

Valencia, viernes uno de Diciembre. Lluvia. No era necesario que el invierno se presentara de golpe, bastaba con una insinuación. Escapo de fin de semana, aunque lo hago con la intención de leer una curiosa novela de un tipo brumoso, Flann O´Brien.

P.D. Polonio, ingrediente esencial del filete ruso. Abstenerse cocineros neófitos.

jueves, noviembre 30, 2006

Lenguaje culpable

“A menudo se cita la frase de Talleyrand según la cual el lenguaje sirve para ocultar los pensamientos del diplomático (o de una persona astuta y de dudosas intenciones). Sin embargo, la verdad es precisamente lo contrario. El lenguaje saca a la luz aquello que una persona quiere ocultar de forma deliberada ante otros, o ante uno mismo, y aquello que lleva dentro inconscientemente.”

(Victor Klemperer, LTI. La Lengua del Tercer Reich)

Nada oculta el lenguaje, nada. Como bien dice Klemperer, el lenguaje saca a la luz aquello que somos, lejos de ocultar, el lenguaje revela. Y Klemperer lo sabía bien, con la mirada perspicaz del astuto filólogo, analizó de forma minuciosa el lenguaje totalitario del III Reich. A Klemperer, alemán y judío de Dresde, le despojaron de todo: su cátedra de Filología, su trabajo, su nacionalidad; se le rebajó a la categoría de infrahombre y se salvó de morir gracias a su matrimonio con una “aria”. Condenados a vivir él y su mujer en “casas de judíos”, aguantaron en Dresde sorteando a la miseria y a la muerte que acechaba cada día. Sin saber si sus escritos llegarían a alguien, y con grave riesgo de su vida, se dedicó a lo único que le quedaba por hacer: escribir. Dos obras destacan sobre las demás: “LTI. La Lengua del Tercer Reich” y sus “Diarios: 1933-1945”.

En su análisis de la lengua del III Reich, una de las cuestiones que más interesan a Klemperer es la manera en que el nacionalsocialismo fue penetrando de manera incesante en la sociedad alemana. Advirtió un curioso fenómeno: mucho antes de la identificación ideológica, se produce la adopción por parte del hablante del nuevo lenguaje que el nacionalsocialismo elaboró como un rasgo distintivo. Se produce entonces algo paradójico –o no tanto-, incluso aquellos que detestaban la ideología nazi, hablaban y adoptaban la misma terminología, los mismos neologismos, que empleaban los nazis. Para Klemperer, rota esta primera barrera toda defensa resultaba inútil: lenta, pero seguramente, la cosmovisión nacionalsocialista acababa por apropiarse de manera más o menos consciente del individuo. Oponerse al nazismo significaba como primer paso rechazar la neolengua, los nuevos códigos lingüísticos que traían consigo. O dicho de otra forma, adoptar como propios los nuevos códigos era adoptar la ideología. El lenguaje nunca es inocente.

La acertada posición de Klemperer me trae a la memoria un personaje de una novela de Solzhenitsyn, “El Primer Círculo”. Dimitri Sologdin, científico preso en una sharaska, una especie de prisión de lujo donde trabajan científicos atrapados por el GULAG, se opone a hablar como los demás, adopta una personal lengua, plagada de arcaísmos, que se opone a la “lengua de la aparente claridad” que es la que todos hablan. La razón es evidente, negarse a adoptar un lenguaje ya de por sí culpable, su opción resulta pintoresca pero se trata de una elección moral.

Como digo, el lenguaje nunca es inocente (incluso el lenguaje matemático, tan aséptico, no es totalmente neutro, pero ese es otro tema). Desde hace un par de años, oigo hablar de “proceso de paz”, “conflicto vasco” -o peor, “conflicto político”-, “mesas de negociación”, “izquierda abertzale”, “normalización”, “banda armada”, “derechos históricos”, etc, etc, etc. No lo dicen los batasunos, lo dice el gobierno y el PSOE. Recordemos a Klemperer, adoptar como propio el lenguaje es adoptar la ideología. Hablar con claridad no es una cuestión estilística, es sobre todo una opción moral, es el compromiso con la verdad. A veces me siento como Dimitri Sologdin, hablando en un lenguaje extraño, altisonante, pasado de moda, y sin embargo sé que no debo hablar de ninguna otra forma.

Valencia, jueves, treinta de Noviembre. Acabó el mes, y parece que acabó el otoño. Cielo gris, humedad, frío, y como siempre la casa desacondicionada, un páramo con muebles.

P.D. Pistoleros detenidos en Francia, dos huidos posteriormente confirmados. Acción antiterrorista o comedia bufa, sólo los interesados lo saben. En Madrid, mientras tanto, policías traficando con goma 2 ECO, la de la mochila, suma y sigue.

miércoles, noviembre 29, 2006

El mal, la política

¿Quién fue Fouché? ¿El anodino diputado girondino que se pasó a las filas jacobinas, votando a favor de la ejecución de Luis XVI; el revolucionario exaltado; el Mitrailleur de Lyon; el hombre de Barrás que acabó con Robespierre; el poderoso ministro de policía de Napoleón; el duque de Otranto; el monárquico? ¿Quién? Todos, ninguno, el mal, un pobre diablo. Del seminario a la nobleza, pasando por el furor revolucionario. ¿Qué sustancia se esconde tras esas transformaciones contradictorias? Es difícil contestar, quizá nada, la sombra desvaída de alguien vulgar, o el frío cálculo de Un hombre político (Zweig). No son contradictorias ambas posibilidades.

Decreto de la Convención Nacional a propuesta del Comité de Salvación Pública. Punto 4º: “La ciudad de Lyon será destruida, se aniquilará toda parte habitada, sólo podrán quedar en pie las casas de los pobres…” Lyon había osado oponerse al poder del Pueblo, era una cuidad contrarrevolucionaria, debía pues dejar de existir. ¿A quién se le encomendó la sagrada tarea? A Fouché, el radical. Y bien que la ejecutó, no le bastó la guillotina, utilizó métodos más expeditivos para acabar con los enemigos del Pueblo. Más de mil seiscientas ejecuciones en unas pocas semanas le valieron el apelativo con el que, muy a su pesar, será conocido toda su vida: el Mitrailleur de Lyon.

Pero el viento parece cambiar, Fouché como buen depredador lo intuye, Robespierre, su amigo de antaño, le tiene en el punto de mira, será la próxima víctima del Incorruptible, la Revolución lo exige. Fouché maniobra, conspira, soborna; consigue alzarse con la presidencia del Club Jacobino, se enfrenta a Robespierre en un duelo a muerte, cambia de bando, no es la primera vez, y junto con Barrás derrocan al Comité de Salvación Pública –guillotinando de manera inmediata a todos sus miembros, por si acaso-, Fouché salva el pellejo –no me culpen, qué otra cosa podría haber hecho. Responder de tus crímenes, por ejemplo. Su conmilitón Barrás lo salva de la pobreza –y del olvido-, nombrándolo ministro de la policía del Directorio, un cargo mediocre, pero Fouché sabe hacer de la necesidad virtud, aprovecha la oportunidad: al poco tiempo es el hombre más temido del gobierno, el hombre que todo lo sabe, y conocimiento es poder. Es el único miembro del gobierno en conocer de antemano la conjura del general corso para hacerse con el poder un 18 de Brumario, no hace nada, espera, sabe que el Directorio agoniza y no piensa correr la misma suerte. En un alarde de cinismo, invita a una fiesta en su casa a todo el mundo, conjurados y Directorio, los que se harán con el poder y los que lo perderán pocos días después, nadie dice nada, Fouché se divierte. Napoleón lo confirma en su cargo, más vale tenerlo cerca –y hace bien el trabajo sucio, es lo suyo. A partir de ahí la gloria; Conde del Imperio, duque de Otranto –duque, que ironía, Fouché el Mitrailleur, el revolucionario-, su pugna con Talleyrand. Pero el emperador acaba por cansarse de él, de sus maquinaciones, de su fría y adusta expresión, ¿quizá no quiere tenerlo cerca si llega el fin? Es hora de un dorado, y aparente, retiro. El Imperio se desmorona, Napoleón es desterrado, Napoleón vuelve, los Cien Días. En el enrarecido ambiente del París de los Cien Días, con traiciones en cada esquina, ¿en quien puede confiar Napoleón para mantener el orden? Claro, en quien si no, Fouché. Le odia, le teme, y sin embargo, le necesita. No son los viejos días del Imperio, Napoleón está solo, y Fouché está a un paso del poder absoluto, hace lo que mejor sabe hacer, conspira, traiciona, y da la última puñalada –por supuesto por la espalda-, al derrotado de Waterloo. Es su momento, el oscuro profesor de seminario es el hombre más importante de Francia, el hombre que traerá de nuevo la monarquía a Francia. No. Estuvo a punto, pero no, ¿cómo va a ser ministro del rey quien votó de forma tan entusiasta –tan entusiasta que dejó cortos a los jacobinos más radicales-, por la muerte del difunto hermano de Luis XVIII? Es demasiado, Fouché es vetado, apartado y desterrado; final. Y final definitivo, al poco muere, en el olvido, la historia le pasa por encima –con más de veinte años de retraso.

Fouché, el mal, la política. Palabras encadenadas, es un juego, y fácil.

Puede resultar curioso rastrear émulos de Fouché en la política actual. No, no es curioso, es deprimente. Cintura política, Fouché tuvo mucho de eso, y aquí hay políticos que alardean de ello, sobre todo en sus negociaciones, con asesinos. Pero no estoy comparando a Fouché con Zapatero, no, el Mitrailleur sabía siempre dónde se metía, Zapatero ni si quiera lo sabe, sólo cree saberlo.

Zapatero, la banalidad, el mal, la política. Palabras encadenadas, fácil.

Valencia, miércoles veintinueve de Noviembre. Se acabó el buen tiempo, frío –relativo, claro. Fugacísimo otoño, emparedado entre el lago verano y el invierno, como siempre.

P.D. Pepiño Blanco: ese titiritero de la cultura. Nuevo realizador de cine, subvencionado y con pegatina de No a la Guerra, por supuesto.

lunes, noviembre 27, 2006

Rosa

Se por lo que estás pasando Rosa Díez, créeme que lo sé. No es compasión lo que me mueve a escribirte, compasión sólo la pueden tener aquellos que perdieron a sus seres queridos, y aún así me parece un sentimiento algo obsceno –prefiero el apoyo sincero y echar una mano antes que la compasión. Déjame, sin embargo, que te diga algo, me mueve quizá cierta admiración por la entereza que demuestras ahora –cuánto tiempo el perdido-, frente a la soledad en que te encuentras.

Es duro toparse con la realidad, pero ya has visto cómo están las cosas. Has dicho basta, te tomaste tu tiempo, demasiados recuerdos que ahora se tornan dolorosos acaso. Algunos no tienen ni recuerdos, jamás han tenido memoria, tan sólo una fría mirada de reptil que se ilumina cuando vislumbran a la presa. Durante un tiempo, los despreciasteis, pretendisteis poder controlarlos, ¿quiénes eran? Nadie, burócratas de partido que obedecían órdenes. Ahora, ya ves Rosa, ahora controlan tu propio partido, se enseñorean ante vosotros, los apestados, pasean ufanos su indiferencia ante el dolor ajeno, inmunes ante cualquier mínima consideración de dignidad moral. Sí, ya lo sé, el poder, me dirás, el poder corrompe. Quizá lo sepas mejor que yo, Rosa, has probado el sabor del mismo ¿recuerdas? Qué tiempos aquellos en que gobernabais junto a los incubadores de la serpiente, ¿por qué lo hicisteis? ¿Por el poder? Sí, es cierto, el poder puede corromper. Pero hay algo más, la miseria moral de aquellos que se llenan la boca de términos grandilocuentes, aquellos que exhiben la jactancia del imbécil. El mal, adquiere múltiples formas, la banalidad quizá sea la peor de todas. Ahora pretenden gobernar, no con los incubadores, si no con la misma serpiente, os han dado la patada. Al final han sido más listos, qué ironía verdad, sólo tuvieron que esperar su turno, vosotros les dejasteis.

Has dicho basta, Rosa, eso te honra. Has dado el primer paso, el decisivo, el que jamás darán algunos, por mucho que la realidad les contradiga, son incapaces. Te has plantado y ahora te encuentras sola ¿hace frío verdad? Sé que no te volverás atrás, que eres valiente, que tu decisión es definitiva, puede que acabe con tu carrera política; te admiro por ello. Pero he de decirte que te espera un largo camino, te espera tu particular vía crucis. Ignoro si te atreverás a recorrerlo o si pretendes quedarte donde estás ahora. Te advierto que es un camino duro, doloroso –sobre todo doloroso-, pero si lo recorres, puede que logres algo de sosiego. Es tu decisión, eres tú quien debe tomarla. Suerte.

Atentamente:

f.

Valencia, lunes veintisiete de Noviembre. Volvió el calor del mediodía: breve, extemporáneo, pegajoso y huérfano. Y sin embargo, agradable.

P.D. Encuestas. ¡Ah! Modernos astrólogos de la política. Añoro aquellos tiempos en los que el rey condenaba a morir a quienes se equivocaban. Ahora son los astrólogos quienes matan a sus señores.

viernes, noviembre 24, 2006

De Valmy a Madrid

Sucedió en Valmy, un veinte de Septiembre de 1792. Las tropas de la coalición de potencias europeas, cayeron derrotadas frente al ejército francés. Era el último intento de salvar a una monarquía desacreditada y finiquitada. Los vencedores no gritaron como era costumbre ¡Viva el Rey! , si no ¡Viva la Nación! Valmy, Septiembre de 1792, nacía la Nación política. Lo hacía como siempre lo ha hecho, afirmando su soberanía ante quienes pretenden destruirla, nada de pactos ni contratos angélicos. Una Nación defiende así sus libertades y derechos que su misma existencia consagra, mediante la fuerza si es necesario, de otro modo sucumbe ante sus enemigos. Igual que en Cádiz.

Madrid, veinticinco de Noviembre de 2006. Manifestación convocada por la Asociación de Victimas del Terrorismo. Convocada por aquellos que más han sufrido en la defensa de la Nación Española. Quienes acudan a la manifestación, quienes desde la distancia sigan y apoyen la convocatoria, quienes se sientan identificados con los asistentes, quienes todavía no renuncian a la liquidación de la Nación, quienes dan la cara, quienes no se rinden: nosotros, la Nación Española, afirmamos nuestra soberanía. Aquí, ahora y en futuro. Les hacemos saber a quienes la niegan, que estamos dispuestos a hacerles frente.

Dirán algunos, intentando desacreditar la convocatoria, que se encuentra “politizada”. Llevan razón, es política, ¿de qué otra cosa hablamos cuando se manifiesta la Nación? Hablarán de Paz los cobardes, la paz es consecuencia de la afirmación de la Nación ante quines la niegan, no puede haber paz sin las libertades que la existencia de la Nación garantiza; lo demás es humillación y derrota. Como en Valmy., como en Cádiz, como en Madrid.

Nos tendrán enfrente, sin complejos, con entereza: nosotros, la Nación.

Valencia, viernes veinticuatro de Noviembre. Se acabó el viento, recuperamos la razón. Claridad absoluta, sol, calma total.

P.D. Un cordobés, consiente en ser humillado, no le importa, jamás aspiró a nada, acaso a cometer una traición de salón, a arrellanarse en la poltrona y no pensar en nada. Quién te recordará en el futuro: a lo sumo aquel que fue traicionado, y puede que te lo haga pagar.

jueves, noviembre 23, 2006

Madelein


Si algún día viajo a la costa oeste de Estados Unidos, jamás iré a San Francisco, ¿cómo podría? Acabaría vagando por sus empinadas calles, buscando tu rostro, creyendo ver tu presencia en cada esquina, en una vieja misión española, bajo el Golden Gate. Te apoderarías de mí, como lo hiciste de James Stewart, creería encontrar en ti la respuesta al McGuffin de mi vida; y sin embargo, sé que eres tan sólo un fantasma, eres fruto de mi deseo, el instrumento con el que otros, acaso, logren sus inconfesados intereses. Lo sé, a pesar de todo, sigo tus pasos, incapaz de hacer otra cosa, creyéndome a salvo de tu mirada, observándote, persiguiéndote; persiguiéndome a mi mismo.
Hoy te he visto, te he seguido con el coche cuando salías de casa. Viajabas sin rumbo, dando rodeos por las mismas calles. Compraste un ramo de flores, te vi, oculto tras una puerta, visitaste el viejo motel de siempre. Presa de tus recuerdos, caminabas ausente. El museo, el mismo cuadro que siempre observas absorta, sentada, intentado imitar la misma postura que la modelo. A penas pude dejar de mirarte, protegido por las sombras, fui incapaz de acercarme, ¿por qué? Te seguía y tú lo sabías.

Repito en mi memoria el mismo recorrido, la misma obstinada pauta que dio sentido a aquellos días. Te perdí. Te arrojaste al vacío en aquella vieja misión española, fui incapaz de impedirlo. No, no es cierto, pero me reconforta pensar que pudo ser así. Pude impedirlo, no quise. Preferí quedarme con un sueño, con un espectro, jamás quise otra cosa.

Me has dicho que te llamas Judy, sois tan parecidas. Parece un estúpido juego del destino, por qué a ti, Judy, por qué a mí. Parecías asustada, nerviosa, quizá se debiera a mi estupor, a penas me lo podía creer. ¿Si fuiste un sueño, te perdí realmente? ¿Si fuiste fruto de mi deseo, acaso no podría recuperarte? Te veo en cada gesto de Judy, en su mirada tímida, tan distinta a la tuya. Pobre Judy, quién eres.

No viajaré a San Francisco, ¿cómo podría?

Valencia jueves veintitrés de Noviembre. El viento se desbocó definitivamente, barriéndolo todo, dejando al descubierto un cielo de un azul lacerante, californiano. Se nos volaron las ideas, nos volvimos locos.

P.D. El barón manchego maniobra, intenta distanciarse ¿se postula quizá para algo? ¿Espera la caída de alguien? Mientras, su peón sigue al frente de los curiosos espías ¿por qué? Puede que la respuesta la sepa Le Carre. O puede que todo sea una comedia bufa.

miércoles, noviembre 22, 2006

Nothing

Por fin en casa, día complicado. Tengo un trabajo que me deja bastante tiempo libre, pero hay días tremendos: odio las reuniones de trabajo, todo el mundo habla y nadie dice nada, hoy las llaman brainstorms, o sea, un barullo tremendo en el que no se saca nada el claro. Hay como una pulsión a decir algo, un horror al silencio, o como diría nuestro funcionario coronado: "hablando se entiende la gente", pues no, generalmente es al contrario.

A penas he podido escribir, un par de comentarios en tiempos muertos, escritos en ordenadores ajenos, para Satus Civitatis, interesante discusión la de hoy. Tenía previsto algo para 9 de Termidor: "The new new left", pero es demasiado tarde, quizá otro día. Oigo a Stanley Payne en la radio, interesante entrevista, y hoy ni si quiera he tenido mi ración diaria de álgebra, así que lo dejo por hoy, mañana escribiré algo.

Valencia miércoles veintidos de Noviembre. Viento, viento, viento racheado. Por lo demás un tipico día de otoño.

P.D. Una fiscal, prologadora de sesudos y comprometidos libros sobre la guerra de Irak, se siente conturbada. Perdida en las procelosas aguas de un sumario, no sabe salir ¿o no quiere? Obediencia debida...y querida.

martes, noviembre 21, 2006

Apuntes para un Diccionario del Pensamiento Progre (1)

Doy inicio en el día de hoy, a estos apuntes que constituyen la base de un proyecto largamente anhelado por la comunidad investigadora: la futura elaboración de un Diccionario Conceptual del Pensamiento Progre. Que duda cabe que dicho diccionario, se sumará a la larga lista de estudios que los especialistas en el tema han elaborado, y siguen elaborando, sobre un fenómeno que ha acaparado gran interés en la comunidad científica: la progresía y sus bases conceptuales. La gran abundancia de bibliografía al respecto hacía necesaria la elaboración de un manual, cuyo formato de diccionario se hacía evidente, dada la enorme ramificación del asunto. En este sentido, el proyecto que hoy presento, pretende ser una primera aproximación a un diccionario de más largo alcance, cuyo cometido será la elaboración de un compendio sistemático del pensamiento progre en su totalidad. Pedía a gritos la comunidad científica, un manual que orientara sus investigaciones por los complejos meandros que presenta el fenómeno, también se hacía necesario un manual que introdujera al neófito en un tema de tan hondo calado, quisiera que estos apuntes sirvieran de base para la elaboración de dicho diccionario. No pretende ser, por tanto, un estudio exhaustivo, si no una puerta que abra al lector interesado a posteriores investigaciones. En este sentido, me remito a las siguientes publicaciones científicas sobradamente conocidas:

Journal of Modern Progress.

European Journal of Theoretical Happiness.

Así como el estupendo trabajo de Joska F. Hackelbaker, The Utopian Thought: We can get it. (We are the world, we are the children).

Se presentarán de forma somera, y a ser posible en orden alfabético, los conceptos que conformarán un primer borrador, destacándose en negrita aquellos conceptos que constituirán nuevas entradas del diccionario. Este es un proyecto sin ánimo de lucro, todos los posibles beneficios estarán destinados a la ONG: Papirofléxicos sin Fronteras.

Anti: El prefijo anti, expresa negación, oposición a la palabra que antecede. Es de uso muy común en el lenguaje, no sólo en el pensamiento progre. Sin embargo, la absoluta inanidad del mismo, la carencia de un sistema estructurado de pensamiento, su arbitrariedad; en definitiva, el hecho bien conocido de la ausencia total de contenidos del pensamiento progre, hace de su uso un recurso constante para sus adeptos. De esta forma el progresismo no hace si no vivir de forma vicaria de conceptos previamente establecidos, a los que niega para poder afirmarse. Así, el progre se definirá como antiglobalización, antiimperialista, antiamericano, etc, para dar contenido a su discurso. Este recurso puede generalizarse de forma total, ofreciendo al progre la posibilidad de sistematizar un pensamiento que de otra forma no podría; dirá entonces, de forma más chusca, que es antiBush, antiPP, antiCope, antiJiménez Losantos etc, etc, etc. (ad nauseam).

Valencia, martes veintiuno de Noviembre. Buen tiempo. Altos cirros manchan la claridad del cielo. Comienza a arreciar el viento, puede que se nos vuelen las ideas y nos volvamos locos.

P.D. Trescientas cincuenta pistolas. Todas sirven para lo mismo. ¿Y Francia? Quién te ha visto y quién te ve. Aquí, silencio: verificar la verificación de lo verificado.

lunes, noviembre 20, 2006

Ségolène

Ségolène Royal. Tienes nombre de postre especial: triple bola de helado con chocolate fundido. Perdona la broma, fruto de mi ignorancia en la onomástica francesa, soy más bien anglófono. Leo en los periódicos que has sido elegida por el PSF como candidata a la presidencia de la República, te postulas quizá como una nueva Mariane. Tarea complicada, mucho ha tenido que luchar el pequeño “Sarko” para abrirse paso a través de los elefantes de su partido para abandonar ahora.

Veo tu rostro en las fotografías, me recuerdas al célebre cuadro de Delacroix, La libertad guiando al pueblo, o mejor: Ségolène guiando a la izquierda europea. Porque sí, sin quererlo -o quizá queriéndolo-, te has convertido en tan sólo unos días en el símbolo de una ahíta e inane izquierda europea.

Lamento no desearte suerte, espero que pierdas, Ségolène, y no es que me guste vuestro actual ministro del Interior –encontrar un liberal en Francia resulta una tarea propia de Perceval-, simplemente aborrezco esa papilla intelectual de la que se nutre el progresismo, papilla que en su momento, yo también probé. Cierto es que en tu caso es una papilla pasada por el tamiz de la Nouvelle Cuisine –con la que, dicho sea de paso, habéis engañado a medio mundo. No lo tomes como algo personal, me gusta tu estilo desenvuelto, la seguridad con la que te manejas, fruto de tus habilidades y no de la mercadotecnia electoral, supongo. Así que permite que te de un consejo, puedes despreciarlo si así lo deseas. Ségoléne, no hagas caso de lo que diga la prensa española, no pierdas un solo segundo en considerar lo que digan de ti, ni los periodistas ni los políticos españoles, especialmente desde la izquierda. Corres el peligro de sucumbir.

Te adularán, te glorificarán, te consideraran el exponente más pujante de la izquierda, Zapatero a parte; el nuevo rostro, junto a nuestro zurupeto presidente, del naciente progresismo del milenio. No les hagas caso, Ségolène, cometerías un craso error. Haz lo que hizo Kerry, ¿te acuerdas?, declara que no tienes nada que ver con semejante coro de niquilotes. Porque para ellos, Ségolène, para ellos sí que te has convertido en el postre especial, eres la excusa con la cual apuntalar sus vacíos argumentos, la nueva tabla de salvación. Velarán por ti, excomulgarán ferozmente a quien ose criticarte, so pena de acusarle de vulgar machista, creerán en tu victoria incluso si ésta resulta imposible, y de producirse una derrota, tendrán un agravio más que añadir a su lista de agravios universales, ¡pérfida derecha!

Reitero mi deseo, espero que pierdas. En cualquier caso, puedes acoger mi consejo, que te ofrezco sin doblez.

Atentamente:

f.

Valencia veinte de Noviembre. Buen tiempo, día soleado. Frío mañanero que se torna en pegajoso calor al mediodía, recordando de forma agónica días, perdidos en el olvido, de calor estival.

P.D. Aquellos, que una madre pronosticó que se autoproclamarían “heroes”, se pavonean ufanos ante las víctimas, exhibiendo su podredumbre. Ella, por contra, llora en silencio a su asesinado hijo.

viernes, noviembre 17, 2006

Metropolitano

Julio Cortázar, tan buen escritor como equivocadas fueron sus opiniones políticas, tiene un relato que nunca me lo he podido quitar de la cabeza. En él nos cuenta un extraño fenómeno ocurrido en el metropolitano de Buenos Aires, el Sub. El protagonista, tras un cuidadoso estudio estadístico se da cuenta de algo excepcional: cada día, como si de un goteo se tratara, bajan al metro más personas de las que suben, a un ritmo de dos o tres por día. La conclusión no puede ser más desconcertante: existe en los túneles del metro una población de residentes que poco a poco va en aumento. ¿Quiénes son? ¿Qué pretenden? Pasan el día en los vagones, yendo y viniendo por las estaciones, se cruzan miradas de complicidad. Apenas son distinguibles del público ordinario del metro, salvo por una tenue palidez en sus rostros, producto de su prolongada estancia en las profundidades. Las investigaciones se van haciendo cada vez más inquietantes, puede que hayan logrado hacerse con el control de un tren completo. El protagonista recibe una advertencia, no sigas investigando. Cortázar no deja con la incógnita flotando, terminado el relato no logramos saber quiénes son.

Confieso que me he sorprendido a mi mismo observando los rostros de los pasajeros del metro en alguna ocasión, escudriñando posibles conjurados. La fuerza del relato de Cortázar reside en una pregunta que nadie es capaz de responder, ¿por qué? ¿Por qué, de repente personas que llevan una vida completamente normal toman esa decisión? ¿Qué les impulsa a dejarlo todo y sepultarse bajo los túneles del metro? Los conjurados, ¿quienes son, contra quién se juramentan, si es que se juramentan contra algo?

¿Son actuales estas preguntas? Me temo que sí.

La realidad, quizá sea mucho más prosaica. Rostros macilentos, cansados, con el sueño todavía pegado en ellos. MP3 chirriando a pesar del ruido de ambiente, tremendos titulares vacíos de periódicos gratuitos leídos con desgana, caras perfectamente maquilladas que se ajarán a lo largo del día, lecturas olvidadas, paquetes, carpetas…, y miradas, miradas que se pierden en el vacío, que buscan, que reflexionan, que anhelan, que piden perdón, que se ufanan, y quizá alguna mirada cómplice que rápidamente se olvida en la próxima estación.

Es difícil encontrar a los conjurados, pero existen. Estoy convencido.

Fin de semana, me largo a la playa.

Valencia, viernes diecisiete de Noviembre. Volvió en buen tiempo. Un viento que a veces sorprende hiriente en las esquinas, barrió de forma súbita los negros nubarrones.

P.D. El rey francés decapitado brinda su apoyo a un apurado presidente de las Civilizaciones. Juntos pretenden arreglar el mundo, nadie les cree. En una esquina, oculto, espera paciente quien ha de enterrar el cuerpo de su señor; arreglando sus problemas conyugales.