“El tema de la lengua crea discordias, crea enfrentamientos, pero no es el único tema.”
(Montserrat Nebreda, candidata por el PP al Parlamento de Cataluña, Octubre 2006)
La número dos en las listas al Parlamento de Cataluña por el PP, Montserrat Nebreda, ha pronunciado esta frase esta misma mañana. En mi opinión merece un comentario.
Antes de nada he de decir que soy valenciano y vivo en Valencia. Se por tanto, lo que significa vivir y expresarse con naturalidad en un medio bilingüe, no tengo ningún problema en usar las dos lenguas oficiales de mi comunidad y me siento cómodo con ambas.
Nada habría que objetar a la frase de la Sra. Nebreda en un medio normal. Es evidente que en una sociedad bilingüe, la lengua puede crear problemas, no debería ser así, pero resulta inevitable que la lengua acabe formando parte de las disputas políticas y genere tensiones sociales. Tensiones que pueden ser más o menos fuertes, pero que se suman al conjunto de problemas que una sociedad genera y que configuran el espectro en el que se dirime el juego político.
Repito, nada que objetar. Salvo que nos encontremos en una situación de anormalidad, excepto que nos encontremos en una sociedad envenenada por el nacionalismo. Y es en este caso cuando la frase intenta ocultar una realidad sangrante, o al menos, revela una ceguera voluntaria que la señora Nebreda, obviamente no posee, o no debería poseer. ¿Corrección política quizá? De no ser así, sería algo mucho peor.
El nacionalismo catalán es la lengua. Este, ha hurtado un patrimonio cultural de los catalanes y lo ha convertido en el único contenido de su discurso político. Mientras la sociedad catalana siga envenenada por el germen del nacionalismo, el problema fundamental será la lengua porque el problema de la sociedad catalana es el nacionalismo. Un nacionalismo irracional, mítico y antimoderno, que excluye y fomenta el odio a lo “español”, y considera a la lengua un signo de identidad tribal.
Nada, salvo ensoñaciones míticas y mentira histórica, sería el nacionalismo catalán sin la lengua. El tan cacareado “fet diferencial català” se reduce a eso, únicamente a eso. Y tan absurdo es pretender hacer de Cataluña un ente cuya historia ha discurrido de manera independiente, cuando no enfrentada, al resto de España; como construir toda una ideología alrededor del uso de una lengua.
El “Volksgeist”, el espíritu nacional que condiciona a los individuos y se desarrolla en la historia como ente autónomo, la lengua como expresión viva de esa mistificación. Es el contenido clásico del nacionalismo político que toma de Herder, en el siglo XIX sus contenidos ideológicos, y que dio origen a toda clase de fascismos.
Recuerdo una campaña del tripartito, hace ya meses, en la que se promocionaba el uso del catalán. “Viure en català”, es decir vivir en catalán. Nótese la carga ideológica que encierra la frase, no se trata simplemente de usar el catalán en la actividad cotidiana, si no de imbuirse en ese magma colectivo; comer, dormir y comportarse en catalán; reivindicar una cultura catalana pretendidamente homogénea y blindada del resto de la humanidad por el hecho de hablar una determinada lengua.
Identificación tribal, elemento de autosegregación, signo que marca a los nuestros y señala a los extraños. De esta manera la lengua es usada como arma por el nacionalismo, en caso de conflicto identifica al enemigo, sustituye a la pureza de sangre y permite hacer una purga de la sociedad usándola como referente. Educación, administración, judicatura, todo ello puede ser segregado, hurtado al los extraños y utilizarlo como coto privado, acabando con cualquier principio de ciudadanía.
El problema de Cataluña, no es que el nacionalismo adopte, de forma más o menos explícita dicha concepción de la lengua, el problema es que el nacionalismo ha impregnado y subsumido en su seno a la práctica totalidad del espectro político. Mientras esto siga así, la lengua en Cataluña jamás será un problema más. El uso del catalán jamás se vivirá con normalidad mientras el nacionalismo siga emponzoñando la política y la sociedad catalana.
Que esto continúe así o que pueda empezar a cambiar, puede que dependa de unos pocos diputados, entre dos y cuatro, según las encuestas, y no serán los compañeros de la Sra. Nebreda y su mentor Piqué.