lunes, octubre 30, 2006

Neolengua

“El tema de la lengua crea discordias, crea enfrentamientos, pero no es el único tema.”
(Montserrat Nebreda, candidata por el PP al Parlamento de Cataluña, Octubre 2006)



La número dos en las listas al Parlamento de Cataluña por el PP, Montserrat Nebreda, ha pronunciado esta frase esta misma mañana. En mi opinión merece un comentario.
Antes de nada he de decir que soy valenciano y vivo en Valencia. Se por tanto, lo que significa vivir y expresarse con naturalidad en un medio bilingüe, no tengo ningún problema en usar las dos lenguas oficiales de mi comunidad y me siento cómodo con ambas.

Nada habría que objetar a la frase de la Sra. Nebreda en un medio normal. Es evidente que en una sociedad bilingüe, la lengua puede crear problemas, no debería ser así, pero resulta inevitable que la lengua acabe formando parte de las disputas políticas y genere tensiones sociales. Tensiones que pueden ser más o menos fuertes, pero que se suman al conjunto de problemas que una sociedad genera y que configuran el espectro en el que se dirime el juego político.
Repito, nada que objetar. Salvo que nos encontremos en una situación de anormalidad, excepto que nos encontremos en una sociedad envenenada por el nacionalismo. Y es en este caso cuando la frase intenta ocultar una realidad sangrante, o al menos, revela una ceguera voluntaria que la señora Nebreda, obviamente no posee, o no debería poseer. ¿Corrección política quizá? De no ser así, sería algo mucho peor.

El nacionalismo catalán es la lengua. Este, ha hurtado un patrimonio cultural de los catalanes y lo ha convertido en el único contenido de su discurso político. Mientras la sociedad catalana siga envenenada por el germen del nacionalismo, el problema fundamental será la lengua porque el problema de la sociedad catalana es el nacionalismo. Un nacionalismo irracional, mítico y antimoderno, que excluye y fomenta el odio a lo “español”, y considera a la lengua un signo de identidad tribal.

Nada, salvo ensoñaciones míticas y mentira histórica, sería el nacionalismo catalán sin la lengua. El tan cacareado “fet diferencial català” se reduce a eso, únicamente a eso. Y tan absurdo es pretender hacer de Cataluña un ente cuya historia ha discurrido de manera independiente, cuando no enfrentada, al resto de España; como construir toda una ideología alrededor del uso de una lengua.

El “Volksgeist”, el espíritu nacional que condiciona a los individuos y se desarrolla en la historia como ente autónomo, la lengua como expresión viva de esa mistificación. Es el contenido clásico del nacionalismo político que toma de Herder, en el siglo XIX sus contenidos ideológicos, y que dio origen a toda clase de fascismos.

Recuerdo una campaña del tripartito, hace ya meses, en la que se promocionaba el uso del catalán. “Viure en català”, es decir vivir en catalán. Nótese la carga ideológica que encierra la frase, no se trata simplemente de usar el catalán en la actividad cotidiana, si no de imbuirse en ese magma colectivo; comer, dormir y comportarse en catalán; reivindicar una cultura catalana pretendidamente homogénea y blindada del resto de la humanidad por el hecho de hablar una determinada lengua.

Identificación tribal, elemento de autosegregación, signo que marca a los nuestros y señala a los extraños. De esta manera la lengua es usada como arma por el nacionalismo, en caso de conflicto identifica al enemigo, sustituye a la pureza de sangre y permite hacer una purga de la sociedad usándola como referente. Educación, administración, judicatura, todo ello puede ser segregado, hurtado al los extraños y utilizarlo como coto privado, acabando con cualquier principio de ciudadanía.

El problema de Cataluña, no es que el nacionalismo adopte, de forma más o menos explícita dicha concepción de la lengua, el problema es que el nacionalismo ha impregnado y subsumido en su seno a la práctica totalidad del espectro político. Mientras esto siga así, la lengua en Cataluña jamás será un problema más. El uso del catalán jamás se vivirá con normalidad mientras el nacionalismo siga emponzoñando la política y la sociedad catalana.

Que esto continúe así o que pueda empezar a cambiar, puede que dependa de unos pocos diputados, entre dos y cuatro, según las encuestas, y no serán los compañeros de la Sra. Nebreda y su mentor Piqué.

jueves, octubre 26, 2006

Palabras

“- What do you read, my lord?

- Words, words, words.”


Leer sólo palabras, escuchar palabras. Como si las palabras fueran trazos sobre un papel o simples sonidos. Hamlet en su ¿fingida? locura no le da más significado.

Nuestra locura, sin embargo, no es fingida; la de nuestros políticos, mucho menos.
Hacemos uso y abuso de las palabras como si de inocentes piezas de un juego se trataran, como si no importara aquello que nombran, como si su significado fuera algo que podemos obviar; no es así. La palabra, el logos, adquiere una categoría reverencial para aquel que conoce su potencia. Su uso, compromete al hablante cuando las utiliza, mucho más de lo que él se cree. Jugar con las palabras, es jugar con algo peligroso, jugar con un golem quizá. No somos conscientes de ello, nuestros políticos mucho menos.

Ayer se aprobó en el Parlamento Europeo la tan esperada resolución en apoyo al "proceso de paz". Cuántas palabras prostituidas de manera obscena, cuántos términos repetidos como si de un mantra se tratara y que no ocultan más que vaguedades y estupideces. Y sin embargo, qué significado encierran.

Para los “parlamentarios, tan sólo palabras que justifican, sin embargo, sus sueldos, dietas y prebendas. Palabras que animan su condición de parias de la política en su dorado exilio belga. Ayunos de poder en sus respectivos países, arrinconados por sus partidos en la pingüe maraña de la política comunitaria, se abalanzan sobre asuntos que son iluminados por los focos de la prensa, para luego, y sin importarles las consecuencias de sus actos, volver a su hastío, a su glorioso y anodino sillón de un, dizque, parlamento en la lluviosa Bruselas.

Para los asesinos, también palabras, letra muerta, papel impreso cuya literalidad nada importa. Pero triunfo que mostrar a sus ensoberbecidas bases, titulares que agitarán ufanos en sus herrikotabernas. Internacionalización de un “conflicto político, conseguida merced a una “tregua” que no es más que movimiento táctico. Al fin y al cabo, palabras con las cuales jugar a mentir y matar.

Palabras hueras para Zapatero y su gobierno. Pírrico refrendo a su “proceso de paz” de las más “altas instituciones europeas”. Humillante precio político a pagar a quienes consideran la muerte y el asesinato de inocentes parte ineludible de su “movimiento de liberación”. Argumentos merced a los cuales sostenerse hasta las próximas elecciones, hablando de “paz” y de “fin de la violencia” que no es más que derrota del Estado de Derecho y traición.

Pero son para aquellos que han sufrido el azote de la muerte más vil, aquellos que han caído defendiendo la libertad, aquellos que soportan la violencia con la indiferencia de sus vecinos; para los que toda esta palabrería sin sentido significa más. Significa su abandono, la negación de su sufrimiento por un gobierno que se dice “preocupado por las víctimas” , la traición a quienes han pagado el precio más alto defendiendo aquello que un gobierno, obligado por la ley, tiene el deber de defender, y sin embargo se niega.

He de decir que no están solos.

Las palabras tienen el poder de matar, sobretodo si son pronunciadas por necios.

lunes, octubre 23, 2006

Cul de sac

La próxima semana se celebrarán las elecciones autonómicas catalanas, el día uno de Noviembre –demasiado fácil hacer un chiste con la fecha-. Si bien resulta aventurado hacer un pronóstico de los resultados, sí sabemos de antemano de qué signo será el nuevo gobierno: más de lo mismo. Independientemente de cuál sea el partido más votado, la deriva nacionalista resulta inevitable. Inevitable ya que la situación política catalana, a diferencia de lo aseguran los políticos nacionalistas que claman por el hecho diferencial, es un síntoma de la situación española.

Da la sensación, para cualquiera que lo quiera ver, que algo se rompió, algo que por mucho que nos empeñemos es imposible recomponer. La sensación de que se ha llegado al final, a la pared que ciega la calle y que imposibilita seguir, es patente. Por otra parte desandar el camino no nos colocará jamás en el punto de partida, quizá sea en la política donde la irreversibilidad de las acciones humanas se ponga más de manifiesto. ¿A qué, me podrá reprochar alguien, ese pesimismo? No, no es pesimismo, personalmente, no es una situación que me cause tristeza, sí cierta desazón. Constatar un hecho consumado y lamentarse por ello me parece, en mi opinión, algo estúpido o como mínimo inútil, ahora bien, me preocupa el futuro.

¿No me estaré precipitando? Al fin y al cabo, aunque las tensiones políticas se han elevado en los últimos años, nada apunta a que se haya producido un desgarrón definitivo en el tejido político, ¿o quizá sí?
A mi modo de ver, el sistema constitucional del 78 ha saltado por los aires, bien es cierto que se trata de una voladura controlada. La Constitución actual bien puede estar vigente otros veinticinco años o más, otra cosa es que sea algo más que letra muerta. Y de eso se trata, ya se han dado los primeros pasos que de facto, dejan obsoleta dicha Constitución, y sin embargo, jamás se pondrá en cuestión de manera explícita el actual ordenamiento constitucional a menos que un gobierno lo pueda asumir.
Al final la Constitución del 78 se rompió por su punto más débil, los nacionalismos.

De todas formas, esta situación de descomposición, tiene un alcance mayor que la vigencia de una Constitución que puede gustar más o menos.
La desvirtualización definitiva de lo político, la abdicación de las responsabilidades que como ciudadanos tenemos, la adopción por buena parte de la población de idearios infantiles, el triunfo clamoroso y aclamado del pensamiento débil…, no es necesario seguir.
Con mayor intensidad cada día que pasa, vivo la actual situación con un sentimiento de alejamiento, de extrañeza, cada vez entiendo menos a quienes me rodean, la perplejidad por el abandono de la razón me aboca con mayor celeridad a una suerte de exilio interior.

Pero como he dicho al comienzo, no me lamento por nada, los hechos son los hechos, simplemente busco soluciones de futuro. Sólo cabe ya desandar el camino. Algunos seguirán mirando a la pared diciendo que tan sólo es un pequeño obstáculo, quizá convenciéndose a si mismos y a quienes sigan sin ver la realidad, se darán de bruces contra ella. Otros, paralizados, exhaustos quizá, quedarán atrapados en este callejón, recordarán el pasado y un presente que jamás pudo llegar a ser. Yo me pongo en marcha, doy media vuelta. ¿Abandono? ¿Abandonar a quién, a qué? No, no es abandonar, si no de trocar ese exilio interior en fortaleza inexpugnable, usarlo para encontrar una brizna de verdad acaso.

Guardando incluso un cuidadoso y anodino anonimato.

viernes, octubre 20, 2006

Smooth Operator

Espacios diáfanos, suaves tonos verdes. El lugar resulta ideal para usarlo como escenario en el que narrar la cruda realidad. La presentadora, sin embargo, nos arrulla con su suave voz, va desgranando amablemente, como si nada fuera realmente importante, los titulares del día. Mamen, creo que se llama.
Hacía tiempo que no veía un telediario, pero confieso que la sonrisa despreocupada y esa actitud de frescura de la presentadora me atraparon por unos instantes.

Nosotros, los que hace ya algunos años que sobrepasamos la treintena, hemos crecido con el ruido de fondo del televisor como si formara parte de nuestras vidas, quizá seamos la primera generación de españoles plenamente perteneciente a la especie homo videns. Bebemos imágenes, tanto, que hemos llegado a creer en ellas casi más que en la palabra. Acusamos mucho más el impacto de la imagen televisada que la imagen real, cuántas veces hemos presenciado un hecho real, en bruto y nos ha parecido algo ajeno, sin embargo, la imagen televisada, convenientemente seleccionada, editada, formateada y lista para su consumo, nos conmueve y nos afecta de una forma especial. El poder de la imagen puede parecer grosero, proporciona la contundencia necesaria para afirmar cualquier argumento, es rápido y apunta directamente a lo emocional, dificultando el análisis racional. Hagamos la prueba, encendamos el televisor durante un telediario, volvámonos de espaldas y sigamos la narración, falta algo, profundidad acaso.
Esa preeminencia de lo visual se extiende a todo lo demás; el decorado de un estudio de informativos: amplitud, pulcritud; el presentador: desenvoltura, complicidad con el espectador; el ritmo narrativo: siempre acompañando a la imagen etc.
Sucede a veces que una noticia no llega a ser lo suficientemente importante como para arroparla con imágenes, entonces pasa como algo desvaído, presta a olvidarse en cuanto una nueva imagen ocupe la retina del espectador.
¿Caja tonta? No, no es tan tonta, al contrario, nosotros somos los tontos, consumidores de noticias y no de hechos.

Mamen seguía hablando, empleando ese tono suave que me hechizó, segura de sus gestos, mirando fijamente a la cámara –mirándome a mí-, yo de pie, con el mando a distancia en la mano, inmóvil.
Entonces llegó a la noticia del ácido bórico.

"…y ahora, la nueva jueza conservadora del caso, ha decidido llamar como testigos a los peritos, previamente imputados por Garzón, e imputar a su jefe, el Sr. Ramírez…"

Jueza conservadora; el caso lo lleva ahora una jueza conservadora, por tanto adepta a un partido conservador y carca como el PP, y como no puede actuar de otra forma que siguiendo sus irreprimibles impulsos conservadores y peperos, todas sus acciones están encaminadas a favorecer al PP. Ya ven señores espectadores, habrá que seguir soportando a la derecha intoxicándonos con ácido bórico.

Texto y subtexto.

Qué veneno ponzoñoso encerraba tu voz, con qué suavidad se clavó el aguijón en aquellos que te escuchaban.

Pulsé el botón de apagado, fundido en negro.

Poco duró mi relación contigo Mamen, tan solo unos minutos. He decidido salir huyendo antes de que me arrastres con tu voz a un pozo de perdición.
El televisor sigue frío -a penas llegó a calentarse-, en el rincón de una habitación de mi piso por la que a penas transito, y eso que la casa es realmente pequeña. Creo que compraré un toro de plástico y una flamenca para acompañar al mueble.

Qué fácil es, qué poco cuesta. Estado de opinión, suma y sigue.

martes, octubre 17, 2006

Yago

“…¡Eres un sectario! ¿Pero qué te crees? ¡Eres un sectario, lleno de prejuicios! ¿Pero tú qué te has creído, tío? ¿Estés o no estés en Columbia?”
(José Montilla, Octubre 2006).

Y el ex ministro, y ahora candidato, se levantó airado y dio por concluida la entrevista.

Otelo, el moro de Venecia, es el personaje más importante de la ciudad. Comanda su ejército, gracias a su pericia salva a Venecia de la destrucción, ha afirmado el poderío de la ciudad en el Mediterráneo, ha combatido contra los turcos y los ha vencido. A pesar de todo Otelo es un hombre despreciado por sus compatriotas, la selecta sociedad veneciana no le perdona su origen; es negro, es moro, es un extraño. Es inútil la sinceridad de Otelo en su fe cristiana y en su fidelidad a la ciudad, aunque no se lo digan se sabe despreciado, y su amor por Desdémona es lo único que le hace soportarlo. Por eso, cuando Yago le induce a creer en la infidelidad de su amada, todo se derrumba.

De la jugosa e ilustrativa entrevista realizada por el profesor de la Universidad de Columbia, Xavier Sala i Martí, próximo a CiU, al candidato a la Generalitat, José Montilla se pueden destacar varias cosas.
En primer lugar la constatación de una evidencia, la mediocridad de un candidato que fue nefasto ministro - por mor de los pactos entre PSOE y PSC-, y cuyo único mérito es su perfil de hombre de partido, incapaz de ganarse la vida de otra forma. Persona afectada por grandes complejos que los compensa aupándose allí donde puede ser adulado y temido: un partido político.
Pero también revela la entrevista algo peor. Para Sala i Martí, Montilla sigue siendo un extraño, un charnego, alguien sin pedigrí para ostentar el cargo de President.

Comienza Sala i Martí echándole en cara su falta de titulación universitaria. Montilla acusa la pregunta, se le nota incómodo, intenta zafarse justificando falta de tiempo por su dedicación a la política, eso sí, contrapone su falta de estudios a su capacidad como gestor (¿gestor de qué, del crédito de la Caixa?). Se nota que le afecta. No, Montilla sería incapaz de contestar algo como:
“Efectivamente señor Sala i Martí, no estuve en la Universidad, pero le voy a decir una cosa, no me hizo falta, todo lo que he necesitado lo he aprendido por mí mismo, no he precisado de ningún título para demostrar mis aptitudes. Mi historial es público, y mi capacidad de gestión así lo demuestra, por eso sé que seré un magnífico presidente”
No, Montilla no lo diría. No tiene nada que demostrar porque no ha demostrado nada, ha sido un pésimo gestor, lo sabe.

Más tarde Sala i Martí le recrimina, y parece regodearse en ello, su nivel en lengua catalana. Golpe bajo. Montilla, catalán de Iznájar, Córdoba, sabe que esa recriminación es mucho más que una cuestión de capacidad ligüística, a ojos del nacionalismo le invalida como catalán de pleno derecho, le señala como charnego, “eres útil, pero no eres de los nuestros”. La pregunta de Sala i Martí apunta al mayor de los complejos de Montilla, es incapaz de presumir de sus orígenes ante un nacionalista. No, Montilla tampoco diría:
“Tiene usted razón, mi nivel de catalán no es alto. Mi lengua materna es el castellano y estoy orgulloso de ello. Sé que entre mis obligaciones como President de la Generalitat está el de conocer adecuadamente el catalán, por eso le emplazo a que me vuelva a entrevistar dentro de unos meses, en catalán, y le demostraré que no sólo mi catalán será el adecuado, si no que será mejor que su castellano. A pesar de ello usaré el castellano cuando crea conveniente, por ser mi lengua materna y la de millones de catalanes, a parte de ser lengua oficial en Cataluña”
No, Montilla no lo diría. Es el celo del converso lo que se lo impide, el inconfesado deseo de borrar sus orígenes.

Pero cuando Montilla pierde los papeles, es cuando le preguntan por el abandono de Maragall y la ruptura del tripartito. Sala i Martí ha descubierto su mayor mérito político, el apuñalamiento por la espalda de todo un señorito de la “gauche divine”, Maragall, de los Maragall de toda la vida, para Sala i Martí, auque del bando contrario “uno de los nuestros”. Qué mérito para un vulgar charnego. Y montilla se largó hecho una fiera.

El pecado de Montilla no es su nivel académico, mera anécdota si de capacidad hablamos. Tampoco su conocimiento del catalán.

El pecado de Montilla es su mediocridad. Es, que con estudios o sin ellos, en catalán o en castellano, se conformó con ser un mezquino Yago, cuando ni si quiera intentó ser Otelo.

domingo, octubre 15, 2006

Estado de opnión

“La banalización misma del término totalitario, como de fascista, constituye, en sí, un serio peligro. El sistema actual, en Europa, no lo es políticamente, pero cuando de totalitarismo se habla conviene entender un proceso que actúa de manera incesante e irregular. No hay una concentración de poder en manos de un solo grupo o partido, ni si quiera un control -¿para qué tomarse tantas molestias?- de todos los aspectos de la vida de la población. Pero sí existe una técnica de dominio de los medios comunicativos –en el caso del Partido Popular español por vía de concesiones estatales, con el partido anterior por medios más burdos de amiguismo y corrupción directa-, de forma que la población sepa lo que conviene en las dosis convenientes. Esto, combinado con el bienestar de la sopa boba esboza totalitarismos de nueva generación tan mutantes como los virus, inatacables y en los que la víctima es directamente el individuo”
(Mercedes Rosúa. El Archipiélago Orwell, 2001).

Hablar de totalitarismo hoy en día puede parecer excesivo, y de hecho, tras la caída del bloque comunista no existen ya sistemas totalitarios excepto residuos de la guerra fría congelados en el tiempo. Sin embargo, como bien apunta Rosúa en el texto, existe en nuestra sociedad una suerte de totalitarismo difuso, que no por imperceptible es menos peligroso.

Una sociedad democrática es una sociedad de opinión pública, la información circula libremente y la libertad de opinión es un derecho fundamental protegido por las leyes. La crítica y las opiniones divergentes, son parte esencial del sistema. Por otra parte, resulta patente que esta situación chirría, por decirlo de alguna forma, cuando se observan los hechos, y de manera particular en el caso español.
Es obvio, que en un sistema democrático no se pueden poner trabas a la información y a la libertad de opinión, las propias leyes lo impiden, pero una cosa es restringir la opinión, y otra, más al alcance del poder, configurarla y moldearla. Es lo que llamo el estado de opinión.

El estado de opinión, parafraseando a Wittgenstein, es algo que se muestra, no se dice de forma explícita. Es lo que comparte un determinado grupo social, y sobre lo cual no hay discrepancia porque existe un acuerdo tácito por parte de los opinantes. Naturalmente es necesario un cierto “estado de opinión” para que la comunicación sea posible, de otra forma todo sería una sucesión de monólogos sin sentido. No obstante, cuando el estado de opinión abarca áreas cada vez más amplias y discutibles del conocimiento, empieza a resultar peligroso. Peligroso, porque reduce el ámbito del debate, produce un consenso amplio y acrítico que hace que la discusión se centre en cuestiones de detalle cuando no banales, da una falsa sensación de verdad que acaba resultando fatal. Enmudecemos, porque ya no tenemos nada que decir, todo resulta evidente.

Me gustaría llevar estas consideraciones generales al ámbito político. En un sistema democrático, no existe mayor amenaza al poder que un estado de opinión contrario, es lo que hace caer gobiernos de la noche a la mañana (baste recordar lo sucedido durante los días 11 al 13 de Marzo de 2004), de manera que el control y la configuración de un estado de opinión adecuado y amplio, se convierte en algo propio de la dinámica del poder, corresponde a otras instancias públicas frenar e impedir esta tendencia, por lo demás consustancial al ejercicio del poder. No nos engañemos, tanto los gobiernos del PSOE, como los del PP, han usado y abusado de los medios de comunicación para configurar el estado de opinión.
No se trata tanto de mentir como de obviar lo evidente, dar por sentado cuestiones de dudosa validez y cuya crítica supone “caer en posiciones extremistas”, cambiar el punto de fuga del problema por otro banal y carente de interés, todo ello arropado con la convincente presión mediática que aísle al discrepante, produciendo por tanto el conveniente consenso social respecto a las cuestiones básicas que interesan al poder.

El actual estado de opinión español comenzó a gestarse hacia finales del año 2002, culminando de forma triunfal el 14 de Marzo de 2004. Fue en gran parte debido a la formidable maquinaria mediática que acompaña al partido socialista, pero también a la actitud de los distintos gobiernos de Aznar. Ante un aparato mediático hostil y mayoritario, los gobiernos de Aznar pretendieron crear su propio aparato de comunicación, servil y al servicio del poder. Fracasaron, y ahora recogen el amargo fruto. Liberalizar por completo el mercado era el único antídoto contra ese leviatán de la comunicación progre, lo sabían, y a pesar de ello decidieron combatirlo con sus mismas abyectas armas.

Hoy en España se da una curiosa paradoja, no tenemos un grupo de comunicación al servicio de un gobierno, si no todo lo contrario, tenemos a todo un gobierno al servicio de un conglomerado creador de opinión, y de beneficios. Si PRISA decidiera cambiar de caballo por agotamiento o desaparición del PSOE, nada cambiaría.

¿Será necesario citar a Lampedusa? Creo que no.

lunes, octubre 09, 2006

Tesis noruegas

En los últimos días, se han producido informaciones que parecen confirmar los primeros contactos “formales” del actual gobierno socialista con ETA. Dichos contactos se habrían producido en Oslo y bajo la mediación de las autoridades noruegas. De confirmase la noticia, supondría un paso cualitativo que ningún gobierno de la democracia a dado jamás, y se asumirían de forma más o menos tácita por parte del gobierno diversas tesis mantenidas por ETA o el nacionalismo vasco y que parecen aceptarse de forma acrítica por amplios sectores de la opinión pública. Dichas tesis suponen un duro golpe al estado de derecho, cuando no a la verdad. Quisiera enunciarlas y criticarlas sucintamente.

1. “Existe un conflicto secular entre el pueblo vasco, Euskalerria, y España. Consecuencia de dicho conflicto, es la aparición de ETA.”
La teoría del “conflicto”, no sólo es sostenida por ETA sino por todo el nacionalismo vasco, no podía ser de otra forma según la concepción distorsionada y mítica que de la historia tiene el mismo. No existe ningún “conflicto vasco”, existe un conflicto entre la nación española y un grupo terrorista que niega la existencia de la misma. Aludir al supuesto “problema vasco” como si de un nudo gordiano se tratara, que ahonda sus raíces en la historia, imposible de entender desde fuera del país vasco y que únicamente se resolvería reconociendo supuestos “derechos históricos” del “pueblo vasco”; supone en primer lugar desconocer la historia, y en segundo, difuminar de forma interesada en una neblina mítica el verdadero conflicto. No es un “problema vasco”, es un problema que afecta a la soberanía nacional.

2. “El problema del terrorismo nunca tiene una solución policial, la negociación siempre acaba siendo necesaria.”
El único fin del terrorismo político, es o bien tomar el poder de forma violenta, o forzar una solución negociada. En la medida en que la primera opción sea impracticable, la segunda se convierte en objetivo prioritario. De esta forma, cualquier estado de derecho debe, y en ello le va su propia existencia, afrontar el terrorismo como un problema estrictamente policial. Negociar con un grupo terrorista significa dotar de legitimidad al mismo, legitimidad que va en detrimento del propio estado de derecho. Un grupo terrorista busca legitimarse mediante la violencia, sostener que la negociación es una opción a considerar, es tener perdida la guerra de antemano. No negociar, es para un estado de derecho, una cuestión de principio, no de oportunidad. La solución policial, puede ser costosa, dolorosa o incluso un fracaso, pero es la única opción que un estado de derecho puede tomar si se considera como tal.

3. “Todos los gobiernos de la democracia han negociado con ETA, por qué negar esa alternativa al actual gobierno socialista.”
De ser cierto, no representaría un argumento a favor de la negociación mas que de forma mezquina. El único contacto que un gobierno puede tener con un grupo terrorista, es determinar los términos exactos de su disolución sin ofrecer ningún tipo de contrapartida. Tantear, tomar contacto para sondear las intenciones de ETA en este sentido es una cosa muy diferente de buscar una solución política al conflicto, es decir, negociar. Esta es la posición del actual gobierno socialista, no explicitada en sus declaraciones, pero sí implícita en sus hechos y en las reacciones de la banda terrorista.

4. “La tregua de ETA es fruto de su debilidad y muestra su intención de abandonar el terrorismo y disolverse salvando la cara.”
Es cierto que la situación de ETA es de debilidad operativa y logística, consecuencia de la eficacia policial, pero el sentido de la tregua es muy diferente. ETA es una organización terrorista de corte leninista, se considera la vanguardia política del “pueblo vasco” y su fin es la consecución de los objetivos que proclama, utilizará los medios disponibles a su alcance. En la medida que la tregua le permite conseguir beneficios políticos la utilizará, la exprimirá hasta que no de más de si. ETA no son los presos, ETA es la organización, el conglomerado político-militar, y de la misma forma que utiliza la tregua, utiliza la cuestión de los presos. La ecuación paz por presos es falsa, paz para ETA es la consecución de sus objetivos, estrictamente eso. No tiene ningún sentido para ETA su disolución, salvo en la medida que acapare el poder político, y su reconocimiento como interlocutor político es el fin de la tregua. No busca la liberación de los presos, no busca un nuevo estatuto, no busca salvar la cara; busca el poder.


No es una enumeración exhaustiva, pero son cuatro tesis que se repiten como si de obviedades se trataran durante los últimos meses.
No por repetidas resultan ciertas, a pesar de su “conveniencia” en el momento político en que nos encontramos.

Quousque tandem ZP?

jueves, octubre 05, 2006

El Mitin

Fue una tarde de Octubre de 1982, no recuerdo que día de la semana era, pero sí que llegó mi padre a casa y me dijo: “me voy a ver a Felipe a la plaza de toros, ¿te vienes?”. Fue en Valencia durante la campaña electoral del 82, yo tenía trece años.
Recuerdo la gente, las banderas, los aplausos, a Felipe González sobre un atril, y sobre todo recuerdo a mi padre, recuerdo a un hombre ilusionado. Jamás me había hablado de política y no lo hizo aquel día.

Poco después yo era de “izquierdas”. ¿Fue aquel día el origen?, probablemente no, pero nos gustan los comienzos novelescos para nuestros devaneos sentimentales, en este caso, con la política. ¿Por qué conformarse con ser socialista cuando siempre hay algo más allá? La Revolución, el antiimperialismo ¡aquellos sí que eran ideales! Eran demasiado buenos, no podíamos estar equivocados, teníamos fe, éramos puros, creíamos en la libertad de los oprimidos ¿qué más hacía falta? Lo teníamos todo.
Devaneo sentimental, ¿fue sólo eso, un calentón de adolescente? Nos costó tanto desprendernos de aquello. Cada cual tuvo su particular vía crucis, recuerdo titulares de periódico que helaban la sangre descubriendo el caso GAL, recuerdo comprobar como el enriquecimiento ilícito era patrimonio de un gobierno socialista, recuerdo descubrir la miseria moral de aquellos a quienes idolatrábamos, recuerdo libros que citábamos convertirse en palabrería, tantas cosas. Pero sobre todo recuerdo una cosa, una noche de Noviembre de 1989, pegado al televisor, incrédulo, pude ver como aquello que creíamos inamovible, se venía abajo en una sola noche, recuerdo verlo con lágrimas en los ojos, lágrimas de emoción, recuerdo sentir envidia de aquellos berlineses que cruzaban el muro casi sin creérselo, de aquel tipo, pico en mano, intentando derribar aquel bloque de hormigón. Hacía ya tiempo que había minado mi propio muro de ideología y memez intelectual, y aquel día lo recordaré toda mi vida.
¿Devaneo sentimental? Quizá, pero fue el primero.

Hoy todo aquello son cenizas, recuerdos en un otoño aburrido. Asqueado por la sordidez de la política actual, por ver como la estulticia campea sin avergonzarse vestida de ministro o presidente del Gobierno; sobrecogido al comprobar como la mentira y ese “Estado Interior” vuelve a hacer de las suyas, y con las mismas caras. “La historia siempre se repite, la primera vez como tragedia, la segunda como farsa”, decía Marx, va a tener razón después de todo, menuda broma. Menuda farsa.

Octubre. Otoño de nuevo. Y los que nos quedan.

P.D. Mi padre votó al PSOE aquellas elecciones, en descargo suyo he de decir que se desengañó muy pronto, siempre lo consideró uno de los mayores errores de su vida.

domingo, octubre 01, 2006

Volksgeist

¿Qué es una nación?
La pregunta puede parecer pretenciosa, pero tener un concepto claro y distinto de la nación, es a mi juicio uno de los antídotos contra una de las ideologías que más daño han hecho a la libertad: el nacionalismo.

¿Qué entiendo por nación? Políticamente hablando, y es el aspecto que me interesa, la nación es un concepto jurídico. La nación es el cuerpo de ciudadanos; es poder constituyente; es, en definitiva, el depositario de la soberanía. No estoy negando con ello las determinaciones históricas y culturales de la misma, simplemente hago notar que en política, la defensa de la nación es la defensa de aquel marco jurídico que nos constituye como ciudadanos, depositarios de derechos, deberes y libertades. En tanto que poder soberano, la nación es única e indivisible, no existen estados plurinacionales ni nación de naciones, existen naciones enfrentadas o coexistentes de forma más o menos pacífica, nada más.

Este concepto “moderno” de nación, que no es más que el introducido por Sieyès en su momento, se opone al concepto que el nacionalismo tiene de la misma.
Rastrear el origen del nacionalismo político es misión del especialista, pero es en la primera mitad del siglo XIX cuando este concepto se trasforma en algo muy distinto. La nación entendida como Volk, como “pueblo”, como ente mítico que se desarrolla en la historia, que preexiste en el tiempo y determina a sus participantes e instituciones políticas. La nación como proceso histórico que parte de un origen nebuloso y mítico y se despliega hasta alcanzar su cometido, impulsado por su espíritu nacional su Volksgeist.

Esta concepción mistificada e irracional de la nación, subyace de forma más o menos explícita en el nacionalismo, y no es difícil darse cuenta de que su lógica lleva de forma inevitable a sistemas liberticidas y totalitarios.
Al contrario que en la nación política en la que el individuo queda conformado y singularizado como ciudadano, en el Volk, se diluye en ese magma colectivo del que es imposible salir, que determina y condiciona.
La verdad y la realidad queda supeditada a los intereses históricos e irrenunciables del “pueblo”. Todo se particulariza, sólo existe “nuestra cultura”, “nuestra historia”. La nación se convierte en un compartimento estanco que se toma o se deja de golpe. La nación, así, sólo se justifica ante si misma, sólo rinde cuentas a la Historia.

Sucede, sin embargo, que mantener esta concepción mítica de la nación es difícil, la realidad es persistente y acaba filtrándose. Se hace necesaria la presencia del enemigo, del Otro, para mantener cohesionada a la tribu. Es merced al Otro como se reconstruye el mito: nada somos sino como contraposición de lo que nos rodea y nos amenaza. Diferenciarse y singularizarse como colectividad se torna un imperativo, no importa si esa diferenciación resulta artificiosa. Y no sólo eso, es el Otro lo que diluye a la nación, lo que impide la autorrealización como “pueblo”, lo que frustra todas las esperanzas históricas. Adquiere el Otro una doble función: nos convierte en víctimas de la Historia y actúa como chivo expiatorio.
La nación acaba siendo algo puramente sentimental, alejado de toda realidad, sostenido únicamente por la memoria y el relato mítico.

Hoy, defender a la Nación Española, es oponerse a todo esto, es defender nuestra condición de ciudadanos, de personas libres e independientes. Nos gusten o no los términos exactos de la constitución del 78, y a mí, republicano y con trazas de jacobino, no me gusta, significa defender la libertad. Hoy más que nunca.

Es en estos momentos cuando se ponen a prueba las almas de los hombres”
THOMAS PAINE