jueves, noviembre 30, 2006

Lenguaje culpable

“A menudo se cita la frase de Talleyrand según la cual el lenguaje sirve para ocultar los pensamientos del diplomático (o de una persona astuta y de dudosas intenciones). Sin embargo, la verdad es precisamente lo contrario. El lenguaje saca a la luz aquello que una persona quiere ocultar de forma deliberada ante otros, o ante uno mismo, y aquello que lleva dentro inconscientemente.”

(Victor Klemperer, LTI. La Lengua del Tercer Reich)

Nada oculta el lenguaje, nada. Como bien dice Klemperer, el lenguaje saca a la luz aquello que somos, lejos de ocultar, el lenguaje revela. Y Klemperer lo sabía bien, con la mirada perspicaz del astuto filólogo, analizó de forma minuciosa el lenguaje totalitario del III Reich. A Klemperer, alemán y judío de Dresde, le despojaron de todo: su cátedra de Filología, su trabajo, su nacionalidad; se le rebajó a la categoría de infrahombre y se salvó de morir gracias a su matrimonio con una “aria”. Condenados a vivir él y su mujer en “casas de judíos”, aguantaron en Dresde sorteando a la miseria y a la muerte que acechaba cada día. Sin saber si sus escritos llegarían a alguien, y con grave riesgo de su vida, se dedicó a lo único que le quedaba por hacer: escribir. Dos obras destacan sobre las demás: “LTI. La Lengua del Tercer Reich” y sus “Diarios: 1933-1945”.

En su análisis de la lengua del III Reich, una de las cuestiones que más interesan a Klemperer es la manera en que el nacionalsocialismo fue penetrando de manera incesante en la sociedad alemana. Advirtió un curioso fenómeno: mucho antes de la identificación ideológica, se produce la adopción por parte del hablante del nuevo lenguaje que el nacionalsocialismo elaboró como un rasgo distintivo. Se produce entonces algo paradójico –o no tanto-, incluso aquellos que detestaban la ideología nazi, hablaban y adoptaban la misma terminología, los mismos neologismos, que empleaban los nazis. Para Klemperer, rota esta primera barrera toda defensa resultaba inútil: lenta, pero seguramente, la cosmovisión nacionalsocialista acababa por apropiarse de manera más o menos consciente del individuo. Oponerse al nazismo significaba como primer paso rechazar la neolengua, los nuevos códigos lingüísticos que traían consigo. O dicho de otra forma, adoptar como propios los nuevos códigos era adoptar la ideología. El lenguaje nunca es inocente.

La acertada posición de Klemperer me trae a la memoria un personaje de una novela de Solzhenitsyn, “El Primer Círculo”. Dimitri Sologdin, científico preso en una sharaska, una especie de prisión de lujo donde trabajan científicos atrapados por el GULAG, se opone a hablar como los demás, adopta una personal lengua, plagada de arcaísmos, que se opone a la “lengua de la aparente claridad” que es la que todos hablan. La razón es evidente, negarse a adoptar un lenguaje ya de por sí culpable, su opción resulta pintoresca pero se trata de una elección moral.

Como digo, el lenguaje nunca es inocente (incluso el lenguaje matemático, tan aséptico, no es totalmente neutro, pero ese es otro tema). Desde hace un par de años, oigo hablar de “proceso de paz”, “conflicto vasco” -o peor, “conflicto político”-, “mesas de negociación”, “izquierda abertzale”, “normalización”, “banda armada”, “derechos históricos”, etc, etc, etc. No lo dicen los batasunos, lo dice el gobierno y el PSOE. Recordemos a Klemperer, adoptar como propio el lenguaje es adoptar la ideología. Hablar con claridad no es una cuestión estilística, es sobre todo una opción moral, es el compromiso con la verdad. A veces me siento como Dimitri Sologdin, hablando en un lenguaje extraño, altisonante, pasado de moda, y sin embargo sé que no debo hablar de ninguna otra forma.

Valencia, jueves, treinta de Noviembre. Acabó el mes, y parece que acabó el otoño. Cielo gris, humedad, frío, y como siempre la casa desacondicionada, un páramo con muebles.

P.D. Pistoleros detenidos en Francia, dos huidos posteriormente confirmados. Acción antiterrorista o comedia bufa, sólo los interesados lo saben. En Madrid, mientras tanto, policías traficando con goma 2 ECO, la de la mochila, suma y sigue.

miércoles, noviembre 29, 2006

El mal, la política

¿Quién fue Fouché? ¿El anodino diputado girondino que se pasó a las filas jacobinas, votando a favor de la ejecución de Luis XVI; el revolucionario exaltado; el Mitrailleur de Lyon; el hombre de Barrás que acabó con Robespierre; el poderoso ministro de policía de Napoleón; el duque de Otranto; el monárquico? ¿Quién? Todos, ninguno, el mal, un pobre diablo. Del seminario a la nobleza, pasando por el furor revolucionario. ¿Qué sustancia se esconde tras esas transformaciones contradictorias? Es difícil contestar, quizá nada, la sombra desvaída de alguien vulgar, o el frío cálculo de Un hombre político (Zweig). No son contradictorias ambas posibilidades.

Decreto de la Convención Nacional a propuesta del Comité de Salvación Pública. Punto 4º: “La ciudad de Lyon será destruida, se aniquilará toda parte habitada, sólo podrán quedar en pie las casas de los pobres…” Lyon había osado oponerse al poder del Pueblo, era una cuidad contrarrevolucionaria, debía pues dejar de existir. ¿A quién se le encomendó la sagrada tarea? A Fouché, el radical. Y bien que la ejecutó, no le bastó la guillotina, utilizó métodos más expeditivos para acabar con los enemigos del Pueblo. Más de mil seiscientas ejecuciones en unas pocas semanas le valieron el apelativo con el que, muy a su pesar, será conocido toda su vida: el Mitrailleur de Lyon.

Pero el viento parece cambiar, Fouché como buen depredador lo intuye, Robespierre, su amigo de antaño, le tiene en el punto de mira, será la próxima víctima del Incorruptible, la Revolución lo exige. Fouché maniobra, conspira, soborna; consigue alzarse con la presidencia del Club Jacobino, se enfrenta a Robespierre en un duelo a muerte, cambia de bando, no es la primera vez, y junto con Barrás derrocan al Comité de Salvación Pública –guillotinando de manera inmediata a todos sus miembros, por si acaso-, Fouché salva el pellejo –no me culpen, qué otra cosa podría haber hecho. Responder de tus crímenes, por ejemplo. Su conmilitón Barrás lo salva de la pobreza –y del olvido-, nombrándolo ministro de la policía del Directorio, un cargo mediocre, pero Fouché sabe hacer de la necesidad virtud, aprovecha la oportunidad: al poco tiempo es el hombre más temido del gobierno, el hombre que todo lo sabe, y conocimiento es poder. Es el único miembro del gobierno en conocer de antemano la conjura del general corso para hacerse con el poder un 18 de Brumario, no hace nada, espera, sabe que el Directorio agoniza y no piensa correr la misma suerte. En un alarde de cinismo, invita a una fiesta en su casa a todo el mundo, conjurados y Directorio, los que se harán con el poder y los que lo perderán pocos días después, nadie dice nada, Fouché se divierte. Napoleón lo confirma en su cargo, más vale tenerlo cerca –y hace bien el trabajo sucio, es lo suyo. A partir de ahí la gloria; Conde del Imperio, duque de Otranto –duque, que ironía, Fouché el Mitrailleur, el revolucionario-, su pugna con Talleyrand. Pero el emperador acaba por cansarse de él, de sus maquinaciones, de su fría y adusta expresión, ¿quizá no quiere tenerlo cerca si llega el fin? Es hora de un dorado, y aparente, retiro. El Imperio se desmorona, Napoleón es desterrado, Napoleón vuelve, los Cien Días. En el enrarecido ambiente del París de los Cien Días, con traiciones en cada esquina, ¿en quien puede confiar Napoleón para mantener el orden? Claro, en quien si no, Fouché. Le odia, le teme, y sin embargo, le necesita. No son los viejos días del Imperio, Napoleón está solo, y Fouché está a un paso del poder absoluto, hace lo que mejor sabe hacer, conspira, traiciona, y da la última puñalada –por supuesto por la espalda-, al derrotado de Waterloo. Es su momento, el oscuro profesor de seminario es el hombre más importante de Francia, el hombre que traerá de nuevo la monarquía a Francia. No. Estuvo a punto, pero no, ¿cómo va a ser ministro del rey quien votó de forma tan entusiasta –tan entusiasta que dejó cortos a los jacobinos más radicales-, por la muerte del difunto hermano de Luis XVIII? Es demasiado, Fouché es vetado, apartado y desterrado; final. Y final definitivo, al poco muere, en el olvido, la historia le pasa por encima –con más de veinte años de retraso.

Fouché, el mal, la política. Palabras encadenadas, es un juego, y fácil.

Puede resultar curioso rastrear émulos de Fouché en la política actual. No, no es curioso, es deprimente. Cintura política, Fouché tuvo mucho de eso, y aquí hay políticos que alardean de ello, sobre todo en sus negociaciones, con asesinos. Pero no estoy comparando a Fouché con Zapatero, no, el Mitrailleur sabía siempre dónde se metía, Zapatero ni si quiera lo sabe, sólo cree saberlo.

Zapatero, la banalidad, el mal, la política. Palabras encadenadas, fácil.

Valencia, miércoles veintinueve de Noviembre. Se acabó el buen tiempo, frío –relativo, claro. Fugacísimo otoño, emparedado entre el lago verano y el invierno, como siempre.

P.D. Pepiño Blanco: ese titiritero de la cultura. Nuevo realizador de cine, subvencionado y con pegatina de No a la Guerra, por supuesto.

lunes, noviembre 27, 2006

Rosa

Se por lo que estás pasando Rosa Díez, créeme que lo sé. No es compasión lo que me mueve a escribirte, compasión sólo la pueden tener aquellos que perdieron a sus seres queridos, y aún así me parece un sentimiento algo obsceno –prefiero el apoyo sincero y echar una mano antes que la compasión. Déjame, sin embargo, que te diga algo, me mueve quizá cierta admiración por la entereza que demuestras ahora –cuánto tiempo el perdido-, frente a la soledad en que te encuentras.

Es duro toparse con la realidad, pero ya has visto cómo están las cosas. Has dicho basta, te tomaste tu tiempo, demasiados recuerdos que ahora se tornan dolorosos acaso. Algunos no tienen ni recuerdos, jamás han tenido memoria, tan sólo una fría mirada de reptil que se ilumina cuando vislumbran a la presa. Durante un tiempo, los despreciasteis, pretendisteis poder controlarlos, ¿quiénes eran? Nadie, burócratas de partido que obedecían órdenes. Ahora, ya ves Rosa, ahora controlan tu propio partido, se enseñorean ante vosotros, los apestados, pasean ufanos su indiferencia ante el dolor ajeno, inmunes ante cualquier mínima consideración de dignidad moral. Sí, ya lo sé, el poder, me dirás, el poder corrompe. Quizá lo sepas mejor que yo, Rosa, has probado el sabor del mismo ¿recuerdas? Qué tiempos aquellos en que gobernabais junto a los incubadores de la serpiente, ¿por qué lo hicisteis? ¿Por el poder? Sí, es cierto, el poder puede corromper. Pero hay algo más, la miseria moral de aquellos que se llenan la boca de términos grandilocuentes, aquellos que exhiben la jactancia del imbécil. El mal, adquiere múltiples formas, la banalidad quizá sea la peor de todas. Ahora pretenden gobernar, no con los incubadores, si no con la misma serpiente, os han dado la patada. Al final han sido más listos, qué ironía verdad, sólo tuvieron que esperar su turno, vosotros les dejasteis.

Has dicho basta, Rosa, eso te honra. Has dado el primer paso, el decisivo, el que jamás darán algunos, por mucho que la realidad les contradiga, son incapaces. Te has plantado y ahora te encuentras sola ¿hace frío verdad? Sé que no te volverás atrás, que eres valiente, que tu decisión es definitiva, puede que acabe con tu carrera política; te admiro por ello. Pero he de decirte que te espera un largo camino, te espera tu particular vía crucis. Ignoro si te atreverás a recorrerlo o si pretendes quedarte donde estás ahora. Te advierto que es un camino duro, doloroso –sobre todo doloroso-, pero si lo recorres, puede que logres algo de sosiego. Es tu decisión, eres tú quien debe tomarla. Suerte.

Atentamente:

f.

Valencia, lunes veintisiete de Noviembre. Volvió el calor del mediodía: breve, extemporáneo, pegajoso y huérfano. Y sin embargo, agradable.

P.D. Encuestas. ¡Ah! Modernos astrólogos de la política. Añoro aquellos tiempos en los que el rey condenaba a morir a quienes se equivocaban. Ahora son los astrólogos quienes matan a sus señores.

viernes, noviembre 24, 2006

De Valmy a Madrid

Sucedió en Valmy, un veinte de Septiembre de 1792. Las tropas de la coalición de potencias europeas, cayeron derrotadas frente al ejército francés. Era el último intento de salvar a una monarquía desacreditada y finiquitada. Los vencedores no gritaron como era costumbre ¡Viva el Rey! , si no ¡Viva la Nación! Valmy, Septiembre de 1792, nacía la Nación política. Lo hacía como siempre lo ha hecho, afirmando su soberanía ante quienes pretenden destruirla, nada de pactos ni contratos angélicos. Una Nación defiende así sus libertades y derechos que su misma existencia consagra, mediante la fuerza si es necesario, de otro modo sucumbe ante sus enemigos. Igual que en Cádiz.

Madrid, veinticinco de Noviembre de 2006. Manifestación convocada por la Asociación de Victimas del Terrorismo. Convocada por aquellos que más han sufrido en la defensa de la Nación Española. Quienes acudan a la manifestación, quienes desde la distancia sigan y apoyen la convocatoria, quienes se sientan identificados con los asistentes, quienes todavía no renuncian a la liquidación de la Nación, quienes dan la cara, quienes no se rinden: nosotros, la Nación Española, afirmamos nuestra soberanía. Aquí, ahora y en futuro. Les hacemos saber a quienes la niegan, que estamos dispuestos a hacerles frente.

Dirán algunos, intentando desacreditar la convocatoria, que se encuentra “politizada”. Llevan razón, es política, ¿de qué otra cosa hablamos cuando se manifiesta la Nación? Hablarán de Paz los cobardes, la paz es consecuencia de la afirmación de la Nación ante quines la niegan, no puede haber paz sin las libertades que la existencia de la Nación garantiza; lo demás es humillación y derrota. Como en Valmy., como en Cádiz, como en Madrid.

Nos tendrán enfrente, sin complejos, con entereza: nosotros, la Nación.

Valencia, viernes veinticuatro de Noviembre. Se acabó el viento, recuperamos la razón. Claridad absoluta, sol, calma total.

P.D. Un cordobés, consiente en ser humillado, no le importa, jamás aspiró a nada, acaso a cometer una traición de salón, a arrellanarse en la poltrona y no pensar en nada. Quién te recordará en el futuro: a lo sumo aquel que fue traicionado, y puede que te lo haga pagar.

jueves, noviembre 23, 2006

Madelein


Si algún día viajo a la costa oeste de Estados Unidos, jamás iré a San Francisco, ¿cómo podría? Acabaría vagando por sus empinadas calles, buscando tu rostro, creyendo ver tu presencia en cada esquina, en una vieja misión española, bajo el Golden Gate. Te apoderarías de mí, como lo hiciste de James Stewart, creería encontrar en ti la respuesta al McGuffin de mi vida; y sin embargo, sé que eres tan sólo un fantasma, eres fruto de mi deseo, el instrumento con el que otros, acaso, logren sus inconfesados intereses. Lo sé, a pesar de todo, sigo tus pasos, incapaz de hacer otra cosa, creyéndome a salvo de tu mirada, observándote, persiguiéndote; persiguiéndome a mi mismo.
Hoy te he visto, te he seguido con el coche cuando salías de casa. Viajabas sin rumbo, dando rodeos por las mismas calles. Compraste un ramo de flores, te vi, oculto tras una puerta, visitaste el viejo motel de siempre. Presa de tus recuerdos, caminabas ausente. El museo, el mismo cuadro que siempre observas absorta, sentada, intentado imitar la misma postura que la modelo. A penas pude dejar de mirarte, protegido por las sombras, fui incapaz de acercarme, ¿por qué? Te seguía y tú lo sabías.

Repito en mi memoria el mismo recorrido, la misma obstinada pauta que dio sentido a aquellos días. Te perdí. Te arrojaste al vacío en aquella vieja misión española, fui incapaz de impedirlo. No, no es cierto, pero me reconforta pensar que pudo ser así. Pude impedirlo, no quise. Preferí quedarme con un sueño, con un espectro, jamás quise otra cosa.

Me has dicho que te llamas Judy, sois tan parecidas. Parece un estúpido juego del destino, por qué a ti, Judy, por qué a mí. Parecías asustada, nerviosa, quizá se debiera a mi estupor, a penas me lo podía creer. ¿Si fuiste un sueño, te perdí realmente? ¿Si fuiste fruto de mi deseo, acaso no podría recuperarte? Te veo en cada gesto de Judy, en su mirada tímida, tan distinta a la tuya. Pobre Judy, quién eres.

No viajaré a San Francisco, ¿cómo podría?

Valencia jueves veintitrés de Noviembre. El viento se desbocó definitivamente, barriéndolo todo, dejando al descubierto un cielo de un azul lacerante, californiano. Se nos volaron las ideas, nos volvimos locos.

P.D. El barón manchego maniobra, intenta distanciarse ¿se postula quizá para algo? ¿Espera la caída de alguien? Mientras, su peón sigue al frente de los curiosos espías ¿por qué? Puede que la respuesta la sepa Le Carre. O puede que todo sea una comedia bufa.

miércoles, noviembre 22, 2006

Nothing

Por fin en casa, día complicado. Tengo un trabajo que me deja bastante tiempo libre, pero hay días tremendos: odio las reuniones de trabajo, todo el mundo habla y nadie dice nada, hoy las llaman brainstorms, o sea, un barullo tremendo en el que no se saca nada el claro. Hay como una pulsión a decir algo, un horror al silencio, o como diría nuestro funcionario coronado: "hablando se entiende la gente", pues no, generalmente es al contrario.

A penas he podido escribir, un par de comentarios en tiempos muertos, escritos en ordenadores ajenos, para Satus Civitatis, interesante discusión la de hoy. Tenía previsto algo para 9 de Termidor: "The new new left", pero es demasiado tarde, quizá otro día. Oigo a Stanley Payne en la radio, interesante entrevista, y hoy ni si quiera he tenido mi ración diaria de álgebra, así que lo dejo por hoy, mañana escribiré algo.

Valencia miércoles veintidos de Noviembre. Viento, viento, viento racheado. Por lo demás un tipico día de otoño.

P.D. Una fiscal, prologadora de sesudos y comprometidos libros sobre la guerra de Irak, se siente conturbada. Perdida en las procelosas aguas de un sumario, no sabe salir ¿o no quiere? Obediencia debida...y querida.

martes, noviembre 21, 2006

Apuntes para un Diccionario del Pensamiento Progre (1)

Doy inicio en el día de hoy, a estos apuntes que constituyen la base de un proyecto largamente anhelado por la comunidad investigadora: la futura elaboración de un Diccionario Conceptual del Pensamiento Progre. Que duda cabe que dicho diccionario, se sumará a la larga lista de estudios que los especialistas en el tema han elaborado, y siguen elaborando, sobre un fenómeno que ha acaparado gran interés en la comunidad científica: la progresía y sus bases conceptuales. La gran abundancia de bibliografía al respecto hacía necesaria la elaboración de un manual, cuyo formato de diccionario se hacía evidente, dada la enorme ramificación del asunto. En este sentido, el proyecto que hoy presento, pretende ser una primera aproximación a un diccionario de más largo alcance, cuyo cometido será la elaboración de un compendio sistemático del pensamiento progre en su totalidad. Pedía a gritos la comunidad científica, un manual que orientara sus investigaciones por los complejos meandros que presenta el fenómeno, también se hacía necesario un manual que introdujera al neófito en un tema de tan hondo calado, quisiera que estos apuntes sirvieran de base para la elaboración de dicho diccionario. No pretende ser, por tanto, un estudio exhaustivo, si no una puerta que abra al lector interesado a posteriores investigaciones. En este sentido, me remito a las siguientes publicaciones científicas sobradamente conocidas:

Journal of Modern Progress.

European Journal of Theoretical Happiness.

Así como el estupendo trabajo de Joska F. Hackelbaker, The Utopian Thought: We can get it. (We are the world, we are the children).

Se presentarán de forma somera, y a ser posible en orden alfabético, los conceptos que conformarán un primer borrador, destacándose en negrita aquellos conceptos que constituirán nuevas entradas del diccionario. Este es un proyecto sin ánimo de lucro, todos los posibles beneficios estarán destinados a la ONG: Papirofléxicos sin Fronteras.

Anti: El prefijo anti, expresa negación, oposición a la palabra que antecede. Es de uso muy común en el lenguaje, no sólo en el pensamiento progre. Sin embargo, la absoluta inanidad del mismo, la carencia de un sistema estructurado de pensamiento, su arbitrariedad; en definitiva, el hecho bien conocido de la ausencia total de contenidos del pensamiento progre, hace de su uso un recurso constante para sus adeptos. De esta forma el progresismo no hace si no vivir de forma vicaria de conceptos previamente establecidos, a los que niega para poder afirmarse. Así, el progre se definirá como antiglobalización, antiimperialista, antiamericano, etc, para dar contenido a su discurso. Este recurso puede generalizarse de forma total, ofreciendo al progre la posibilidad de sistematizar un pensamiento que de otra forma no podría; dirá entonces, de forma más chusca, que es antiBush, antiPP, antiCope, antiJiménez Losantos etc, etc, etc. (ad nauseam).

Valencia, martes veintiuno de Noviembre. Buen tiempo. Altos cirros manchan la claridad del cielo. Comienza a arreciar el viento, puede que se nos vuelen las ideas y nos volvamos locos.

P.D. Trescientas cincuenta pistolas. Todas sirven para lo mismo. ¿Y Francia? Quién te ha visto y quién te ve. Aquí, silencio: verificar la verificación de lo verificado.

lunes, noviembre 20, 2006

Ségolène

Ségolène Royal. Tienes nombre de postre especial: triple bola de helado con chocolate fundido. Perdona la broma, fruto de mi ignorancia en la onomástica francesa, soy más bien anglófono. Leo en los periódicos que has sido elegida por el PSF como candidata a la presidencia de la República, te postulas quizá como una nueva Mariane. Tarea complicada, mucho ha tenido que luchar el pequeño “Sarko” para abrirse paso a través de los elefantes de su partido para abandonar ahora.

Veo tu rostro en las fotografías, me recuerdas al célebre cuadro de Delacroix, La libertad guiando al pueblo, o mejor: Ségolène guiando a la izquierda europea. Porque sí, sin quererlo -o quizá queriéndolo-, te has convertido en tan sólo unos días en el símbolo de una ahíta e inane izquierda europea.

Lamento no desearte suerte, espero que pierdas, Ségolène, y no es que me guste vuestro actual ministro del Interior –encontrar un liberal en Francia resulta una tarea propia de Perceval-, simplemente aborrezco esa papilla intelectual de la que se nutre el progresismo, papilla que en su momento, yo también probé. Cierto es que en tu caso es una papilla pasada por el tamiz de la Nouvelle Cuisine –con la que, dicho sea de paso, habéis engañado a medio mundo. No lo tomes como algo personal, me gusta tu estilo desenvuelto, la seguridad con la que te manejas, fruto de tus habilidades y no de la mercadotecnia electoral, supongo. Así que permite que te de un consejo, puedes despreciarlo si así lo deseas. Ségoléne, no hagas caso de lo que diga la prensa española, no pierdas un solo segundo en considerar lo que digan de ti, ni los periodistas ni los políticos españoles, especialmente desde la izquierda. Corres el peligro de sucumbir.

Te adularán, te glorificarán, te consideraran el exponente más pujante de la izquierda, Zapatero a parte; el nuevo rostro, junto a nuestro zurupeto presidente, del naciente progresismo del milenio. No les hagas caso, Ségolène, cometerías un craso error. Haz lo que hizo Kerry, ¿te acuerdas?, declara que no tienes nada que ver con semejante coro de niquilotes. Porque para ellos, Ségolène, para ellos sí que te has convertido en el postre especial, eres la excusa con la cual apuntalar sus vacíos argumentos, la nueva tabla de salvación. Velarán por ti, excomulgarán ferozmente a quien ose criticarte, so pena de acusarle de vulgar machista, creerán en tu victoria incluso si ésta resulta imposible, y de producirse una derrota, tendrán un agravio más que añadir a su lista de agravios universales, ¡pérfida derecha!

Reitero mi deseo, espero que pierdas. En cualquier caso, puedes acoger mi consejo, que te ofrezco sin doblez.

Atentamente:

f.

Valencia veinte de Noviembre. Buen tiempo, día soleado. Frío mañanero que se torna en pegajoso calor al mediodía, recordando de forma agónica días, perdidos en el olvido, de calor estival.

P.D. Aquellos, que una madre pronosticó que se autoproclamarían “heroes”, se pavonean ufanos ante las víctimas, exhibiendo su podredumbre. Ella, por contra, llora en silencio a su asesinado hijo.

viernes, noviembre 17, 2006

Metropolitano

Julio Cortázar, tan buen escritor como equivocadas fueron sus opiniones políticas, tiene un relato que nunca me lo he podido quitar de la cabeza. En él nos cuenta un extraño fenómeno ocurrido en el metropolitano de Buenos Aires, el Sub. El protagonista, tras un cuidadoso estudio estadístico se da cuenta de algo excepcional: cada día, como si de un goteo se tratara, bajan al metro más personas de las que suben, a un ritmo de dos o tres por día. La conclusión no puede ser más desconcertante: existe en los túneles del metro una población de residentes que poco a poco va en aumento. ¿Quiénes son? ¿Qué pretenden? Pasan el día en los vagones, yendo y viniendo por las estaciones, se cruzan miradas de complicidad. Apenas son distinguibles del público ordinario del metro, salvo por una tenue palidez en sus rostros, producto de su prolongada estancia en las profundidades. Las investigaciones se van haciendo cada vez más inquietantes, puede que hayan logrado hacerse con el control de un tren completo. El protagonista recibe una advertencia, no sigas investigando. Cortázar no deja con la incógnita flotando, terminado el relato no logramos saber quiénes son.

Confieso que me he sorprendido a mi mismo observando los rostros de los pasajeros del metro en alguna ocasión, escudriñando posibles conjurados. La fuerza del relato de Cortázar reside en una pregunta que nadie es capaz de responder, ¿por qué? ¿Por qué, de repente personas que llevan una vida completamente normal toman esa decisión? ¿Qué les impulsa a dejarlo todo y sepultarse bajo los túneles del metro? Los conjurados, ¿quienes son, contra quién se juramentan, si es que se juramentan contra algo?

¿Son actuales estas preguntas? Me temo que sí.

La realidad, quizá sea mucho más prosaica. Rostros macilentos, cansados, con el sueño todavía pegado en ellos. MP3 chirriando a pesar del ruido de ambiente, tremendos titulares vacíos de periódicos gratuitos leídos con desgana, caras perfectamente maquilladas que se ajarán a lo largo del día, lecturas olvidadas, paquetes, carpetas…, y miradas, miradas que se pierden en el vacío, que buscan, que reflexionan, que anhelan, que piden perdón, que se ufanan, y quizá alguna mirada cómplice que rápidamente se olvida en la próxima estación.

Es difícil encontrar a los conjurados, pero existen. Estoy convencido.

Fin de semana, me largo a la playa.

Valencia, viernes diecisiete de Noviembre. Volvió en buen tiempo. Un viento que a veces sorprende hiriente en las esquinas, barrió de forma súbita los negros nubarrones.

P.D. El rey francés decapitado brinda su apoyo a un apurado presidente de las Civilizaciones. Juntos pretenden arreglar el mundo, nadie les cree. En una esquina, oculto, espera paciente quien ha de enterrar el cuerpo de su señor; arreglando sus problemas conyugales.

jueves, noviembre 16, 2006

Nighthawks



Halcones nocturnos. Así tituló Edward Hopper su, quizá, mejor obra. Siempre me gustó Hopper, ¿por qué?, quizá lo exprese este cuadro. Es común catalogar a Hopper como el artista que retrató la pesadilla del sueño americano, el que plasmó en sus obras la soledad del hombre moderno: desolación, es la palabra que más he leído. Me parece un juicio equivocado, pintor de soledades, es cierto, pero no de desolaciones ni de tristezas. Melancolías, anhelos, promesas, expectativas, fugacidad; los cuadros de Hopper me hablan de ello. Sus escenas son momentos congelados en el tiempo que piden su continuación en un futuro próximo, sus personajes interrogan sin querer, expectantes, al espectador. Habitaciones de hotel, equipajes a medio hacer (o deshacer), porches, gasolineras, cafeterías; escenarios cotidianos donde los personajes –siempre pocos- intentan capturar ese mínimo remanso de silencio: esperan. Los personajes de sus composiciones siempre esperan, incluso anhelan.

Cuatro personas quedan atrapadas por la potente luz del local donde se encuentran. El camarero y tres clientes, no hay nadie más, quizá este a punto de cerrar, apuran un último café. Podríamos entrar, sentarnos en la barra y pedir un café, nada cambiaria. Han hecho una pausa en sus conversaciones, podemos incluso oír el ruido de las tazas que lava el camarero. El vestido rojo de la mujer capta inmediatamente muestra atención. ¿Ha venido con el hombre que fuma a su lado? ¿Quizá no le conoce y mantiene con él una intrascendente conversación? Con los ojos bajos, mirándose la mano, parece ausente, puede que acabe de decir algo importante, algo largamente callado ¿a quién? Su compañero de barra parece pensativo, ¿digiriendo lo que acaba de oír –o de ver-, o buscando un instante de paz? El hombre que se encuentra de espaldas al observador, ¿está sumido en sus reflexiones? ¿Escucha atentamente a lo que, hasta hace un instante, se estaba diciendo? ¿O quizá acaba de decir algo, y por ello, bruscamente se ha hecho el silencio? La única persona que parece ajena a todo es el camarero, mudo testigo de la escena, está absorto en su tarea ¿o expectante quizá a lo que sucede? Pronto se cerrará el local, la luz que protege a las cuatro personas se desvanecerá y tendrán que adentrarse en la negra noche que, amenazante, les rodea. De momento, esperan.

Entro en el local. Pido un café sólo. A penas se oye el ruido de mi cucharilla mientras disuelvo el azúcar. Oigo un retazo de conversación:

-If you remember me, let me know.

-Who are you?

Valencia, jueves dieciséis de Noviembre. Tenue lluvia que apenas logra mojar las aceras. Cielo gris. Oscurece. Efectivamente cambió el tiempo.

P.D. Ruin y despreciable es tener que estrechar, amable, la mano a un dictador africano. Más aun, que quien pueda no hacerlo, lo haga “por razones de Estado”.

miércoles, noviembre 15, 2006

Dualidades

Cuentan sus biógrafos, que Stevenson logró escribir el primer borrador del Extraño caso del Dr. Jekyll Mr. Hyde en tan sólo tres días con sus correspondientes noches. Tres días frenéticos, extenuantes y alucinados por el consumo de drogas. Dicen algunos que fue un relato autobiográfico causado por sus visiones alucinatorias, aunque la perfección del mismo me lleva a opinar lo contrario. Contemporáneo suyo, Oscar Wilde publicó su única novela El retrato de Dorian Grey cinco años después. Ambas obras maestras me llevan a reflexionar sobre una cuestión que la cotidianidad de la política española me trae a la cabeza: la posibilidad de hacer el mal y salir indemnes.

Para Jekyll es Hyde quien realiza aquello que él jamás se atrevería a asumir, esa es su defensa, siempre es Hyde el culpable, sin embargo no puede dejar de trocarse en su alter ego, acude siempre a Hyde cada vez que lo necesita. Cuando Jekyll descubre la verdad es demasiado tarde, ahora es Hyde quién no necesita de Jekyll, consigue apoderarse de su creador, y ¿no es precisamente eso lo que andaba buscando Jekyll?

Dorian, al contrario, es perfectamente consciente de la maldad que causan sus acciones, pero se siente a salvo. Nadie podrá atisbar traza de su abyección, su inmaculado rostro siempre estará a salvo del escrutinio acusador de sus semejantes, ese rostro que enamoró al artista y que conserva toda la inocencia y perfección que ostentaba en su juventud. A menos, claro está, que alguien logré ver el monstruoso retrato que acumula indeleblemente la suma de sus iniquidades.

Comparar la sordidez de la negociación del gobierno con ETA con ambos mitos, puede parecer una pedantería, pero qué fácil resulta. Como a Jekyll, eludir la responsabilidad de sus actos, no le ha servido de nada. Hyde y Jekyll son la misma persona, así que el PSOE ha tenido que asumir su propia cuota de vileza. Mientras ha podido ocultar su retrato, todo ha ido bien, pero va siendo hora de que se asome a contemplar -le forzarán a ello- su verdadero rostro. Un rostro monstruoso, abyecto, maligno.

¿Será capaz de arrojarse por la ventana tras la visión?

Valencia, miércoles quince de Noviembre. Buen tiempo. Lechosas fibras de nubes surcan el cielo. Me duele la cabeza, quizá el tiempo cambie.

P.D. El ebúrneo y apolíneo juez, alza loas al inepto presidente de las Civilizaciones. Con Mr. X salió trasquilado, probablemente esta vez también. ¡Ah vanidad!

martes, noviembre 14, 2006

Los Caídos

Era el típico turista jubilado, del tipo británico, para más señas. Ropa ligera, manga corta, piel sonrosada y las inevitables sandalias con calcetines (¡Por Dios, no aprenderán jamás!). Acompañado de su mujer, mapa de la ciudad en mano, intentaban localizar una calle. Soleado día de Noviembre, nada que ver con el clima de las islas, ideal para realizar una excursión por una ciudad del Mediterráneo. Les vi esta tarde mientras regresaba a casa dando un paseo. A penas me habría fijado en ellos salvo por un detalle: el hombre portaba una ajada amapola prendida de su chaleco de Coronel Tapioca.

Quizá poca gente sepa en España lo que significa. El once de Noviembre es el día del armisticio que puso fin a la Gran Guerra, en conmemoración a los caídos no sólo en la Primera Guerra Mundial, si no en la Segunda Guerra Mundial, y en general de los muertos británicos en cualquier guerra, se porta una amapola prendida del ojal. Amapolas como las que brotaban en los campos europeos en los que se libraron las cruentas batalla de aquella guerra. Amapolas color sangre, como la vertida por miles de británicos que perecieron defendiendo a su país.

Dónde habría servido aquel hombre. Por su aspecto, probablemente sería un joven de apenas veinte años durante la Segunda Guerra Mundial: Normandía, Italia; o quizá realizando algún trabajo subalterno en alguna unidad sin importancia. No importa. Estuviese en Gran Bretaña o de vacaciones en España, sabía que su deber era portar esa amapola. Por aquellos que murieron defendiendo una causa justa, aquellos que no se acobardaron, aquellos que no buscaron excusas, aquellos que asumieron sus responsabilidades. Aquellos que estuvieron dispuestos a luchar en las playas, en las calles, en sus casas…, donde fuera con tal de defender su libertad. Por el orgullo de ser uno de ellos.

He sentido envidia.

Valencia, martes catorce de Noviembre. Tiempo espléndido, cielo color azul, no ya sólido, metálico. Calma total.

P.D. Se equivocan aquellos que opinan que bajo la palabrería de Zapatero y su Alianza de Civilizaciones no hay nada. Hay mucho, demasiado: podredumbre, hez que destruirá aquello que más valoramos, combustible con el que blindarán su discurso los cobardes.

lunes, noviembre 13, 2006

Libertinos

La Corday, Marat, Sade. Parece una secuencia lógica, encadenamiento cuyo orden responde a una feliz coincidencia. Al fin y a la postre todo acaba en el hospital para enfermos mentales de Chareton.

¿Quién fue Corday? Quizá nunca lo sabremos realmente.

Marat, el gran tribuno, el mártir. Pero también el médico sediento de poder y sobre todo, de sangre. L´Ami du peuple, Julio 1791:

“…Nombrad al tribuno hoy mismo; dad vuestros votos al ciudadano que hasta este día ha demostrado más inteligencia, más celo, más fidelidad; juradle una entrega inviolable, y obedecedle religiosamente en todo lo que os ordene para deshaceros de vuestros mortales enemigos…”

Obedecedle religiosamente. Quién si no el amigo del pueblo estaría dispuesto a soportar tan pesada carga, ser el rayo justiciero del PUEBLO. Marat tendría su momento un año después, tras los sucesos de Agosto de 1792, en aquel primer aquelarre de muerte de un exangüe verano parisino.

Antes de todo ello, en una oscura celda de la Bastilla Sade; amargado, obeso, hastiado de la vida, da rienda suelta a su odio contra el mundo, contra la vida, contra sí mismo. Personaje desquiciado, símbolo hipertrofiado del siglo de las luces; bajo la opresión de los muros de una celda escribe la mayor parte de su obra:

“…Sí, confieso que soy libertino. He concebido todo lo concebible en ese tipo de cosas, pero aseguro que no he llevado a la práctica todo lo que he imaginado, y probablemente no lo haré jamás…”

Así hablaba Sade en 1781, y tiene razón, no lo llevará a la práctica; cómo podría, su libertinaje tan sólo es pulsión de autodestrucción de alguien que tiene miedo a morir. Al ser liberado en 1790, declaraba:

“…ya no me satisface nada; no me gusta nada; el mundo, que tenía la locura de echar tanto de menos, me parece de un aburrido,… de un triste…”

Sade jamás echó de menos el mundo, jamás lo poseyó. Murió de viejo tras los muros de un manicomio, como no podría ser de otra forma.

Qué distinto resulta leer a otro libertino contemporáneo suyo, John Cleland. Qué plenitud destila Fanny Hill esa prostituta virtuosa, dueña de su destino, de sus placeres y amante de la vida. Qué distinta resulta de Justine. Entre Fanny y Justine, me quedo con Fanny, sin dudarlo.

Valencia, lunes trece de Noviembre: buen tiempo, cielo de un azul sólido, en calma.

P.D. Según el ministro López Aguilar el CGPJ, es un muerto viviente. Advertencia: Cuidado con los zombies.

jueves, noviembre 09, 2006

Cambios y reinicio

Cambios, y no únicamente en la apariencia de este blog, cuyo fúnebre aspecto me estaba empezando a cansar. Desde comienzos de esta semana he empezado mi colaboración en el blog Status Civitatis, de manera que centraré en este último los temas que ido tratando en 9 de Termidor; la ofensiva contra la libertad, el acoso de los nuevos bárbaros y la defensa del liberalismo. A partir de ahora, 9 de Termidor será un blog personal, se parecerá más a un diario, un diario de un liberal rodeado de apaches, y que duda cabe, un blog con menos interés -si es que alguna vez tuvo alguno- para el lector. Daré cabida a impresiones personales sobre este matrix zapateril, opiniones, lecturas e incluso cine, si viene al caso. ¿Para qué, qué interés puede tener? Interés puramente egoísta, es una forma más curar este tedio que a veces me paraliza, una manera de dar salida a filias y fobias personales.

Querría explicar un par de cosas respecto al nombre de este blog y al nick que utilizo.

9 de Termidor del año II, fue la fecha, en el calendario republicano -27 de julio de 1794- en la que cayó la dictadura jacobina. Robespierre no pudo concluir su apocalíptico discurso ante la Convención, allí mismo fue detenido, junto con los integrantes del tristemente famoso Comité de Salvación Pública y guillotinados en veinticuatro horas. Triunfó la conjura urdida por Barrás, Fouché y compañía, la Convención y el furor revolucionario dio paso al Directorio, la sangre cedió su lugar a la corrupción. He de confesar que siempre quedó, en mis convicciones políticas, un fondo jacobino, es lo único que salvé de mi pasó por una izquierda que abandoné por imposible y por dignidad intelectual y moral. Un jacobinismo bien entendido, alejado de cualquier tentación totalitaria, de esa absurda fascinación por Rousseau y sus fantasmagorías. Un orgullo de sentirse ciudadano, una defensa numantina de la libertad individual y un republicanismo innegociable, todos ellos ideales jacobinos que quedaron ahogados en sangre, traicionados por aquellos que los defendieron. “La vida privada del ciudadano, no la turbéis”, la frase la pronunció una de las mentes más claras de la Revolución, Saint-Just, guillotinado el mismo día que Robespierre.

Respecto al nick, fermat, hace referencia a mi pasión, las matemáticas. Siempre me cayó bien Pierre Fermat, ese diletante genial. Usurparle el apellido a Fermat es desde luego una descortesía, pero es el nick que usaba en el blog de Lucrecio en Libertad Digital, y decidí conservarlo cuando cerró la paraeta y algunos de los asiduos decidimos continuar ese contubernio en estas nuevas tierras, fruto de ello es Status Civitatis.

Así pues reinicio este blog, no sé por cuanto tiempo, e ignoro si tendrá algún lector o si será de algún interés.

Nueve de noviembre, un buen día para recomenzar. Tan bueno como cualquier otro.