jueves, abril 05, 2007

Herrumbre

OUT OF THE BLUE

Es la herrumbre, ese óxido mohoso que termina por corroerlo todo, a uno mismo. Acaba por alcanzarte, paralizar tus miembros, atenazarte en un instante, congelarte… Entonces no tienes más que recuerdos, fantasmas a los que recurres, viejas historias que te cuentas, una y otra vez, engañándote a ti mismo para poder tragártelas más fácilmente. Te dices, “No, no ha llegado”, paras un momento para descansar, y ya eres presa de él. Presa de ese óxido de tiempo, de esa muerte silenciosa del alma, a la que conoces, a la que tal vez esperas… Te dices: “es la edad, nos hacemos mayores”, pero no, sabes que no es eso, sabes que es esa maldita herrumbre, tiempo congelado y muerto, cápsulas de apacible cotidianeidad que se suceden con monstruosa normalidad, pérdida de algo que no logras nombrar… Y te sientes huérfano, gastado, corroído por ese óxido que no logra irse por más que des una nueva capa de pintura. Así que conviene correr, escapar, quemarse y extenuarse antes de que te de alcance, hacia delante, sin ni siquiera echar un vistazo a eso que no osas nombrar, en una carrera que acaso sabes perdida. Y se puede decir así, con a penas un susurro, con sólo el rasguear de una guitarra…

My, my, hey, hey

Rock and roll is here to stay

It’s better to burn out

Than to fade away

My, my, hey, hey…



INTO THE BLACK

O también se puede gritar, quemar la voz en un aullido salvaje, desesperado, que sabes que en fondo no espantará nada, tal vez… Pero sólo puedes gritar, huir, quemarte, antes de que te de alcance, porque no te queda otra cosa, porque no eres sino una presa asustada que ha conocido un momento de plenitud, algo que conservar antes de que la herrumbre te lo arrebate.

Hey, hey, my, my

Rock and roll will never die

There´s more to the picture

Than meets the eye

Hey, hey, my, my

Out of the blue and into the black

You pay for this, but they give you that

Once you´re gone, you can´t come back

When you´re out of the blue

And into the black

The king is gone but he´s not forgotten

Is this the story of Johnny Rotten?

It´s better to burn out ´cause rust never sleeps

The king is gone but he´s not forgotten





Valencia, jueves cinco de Abril. Lluvia otra vez, quizá por ello haya interrumpido las vacaciones y vuelto a escribir. No hay perspectivas de mejora, al menos hasta el sábado o el domingo. Ya entiendo por qué se fueron.

P.D. (Dejémoslo hasta el fin de semana, no les aguanto)

lunes, abril 02, 2007

Caridad

Podría contarse quizá como una historia del París negro de entreguerras, aunque sus ramificaciones nos llevarían a Barcelona, Moscú y Méjico. O también como un relato de espionaje clásico, con agentes infiltrados, operaciones encubiertas y demás ingredientes del género. Pero la realidad suele ser más prosaica, y terrible, sobre todo si de lo que hablamos es del terror y de sus epígonos.

Se llamaba Caridad del Río Hernández. Nació en Santiago de Cuba, en el seno de una acomodada familia española. Tras la pérdida de Cuba, los del Río se trasladan a Barcelona donde se instalan gracias a los bienes de la familia conseguidos en ultramar. Caridad, recibe una esmerada educación en caros internados religiosos como hija de buena familia burguesa, Inglaterra, y posteriormente en Barcelona, época en la que Caridad tuvo fuertes arrebatos místicos, llegando a profesar como novicia durante breve tiempo. A los diecinueve años contrae matrimonio con el vástago de una respetable familia barcelonesa, Pablo Mercader. Cinco hijos nacieron del matrimonio entre Pablo y Caridad: Jorge, Ramón, Pablo, Luis y Montserrat. Pronto las cosas empiezan a torcerse, la vida como respetable esposa y madre aburre a Caridad, y busca distracciones en otros lugares. Lo cierto es que la devota vida de los Mercader esconde oscuras pasiones, su marido la llevaba a veces a conocidos burdeles para, digamos, ilustrarla en lo tocante a una sexualidad variada, o quizá con otros motivos más inconfesables, pero no es el sexo lo que realmente le interesa a Caridad, ella desea algo más acorde con sus pasiones religiosas de juventud, y busca en círculos bohemios aquello que no encuentra en la vida conyugal. Como muchos los de su clase, llegó al comunismo por puro placer estético, o misticismo reencontrado, que viene a ser lo mismo. Y aquí sí, en la nueva fe Caridad encontró su razón de ser. En 1925 decide romper con todo, abandona a Pablo Mercader y se traslada a Francia con sus cinco hijos, Toulouse y Burdeos al comienzo, y en 1928, París, superando alguna tentativa de suicidio y un fallido intento de reconciliación con Pablo. Por entonces Caridad es ya una ferviente militante comunista, adora a un nuevo Dios: la clase obrera –a la que jamás perteneció-, y como no podía ser otra forma adquiere el celo del converso.


Su entrega no pasa desapercibida a los agentes del GPU en París, que pronto la captan como agente soviética. Caridad tiene mucho que ofrecer, pero sobre todo tiene a sus hijos, a los que educará en la nueva fe, y ofrecerá como presente al nuevo profeta de la Revolución: Stalin. En París, Caridad recibe órdenes directas de la Komintern y del GPU, trabaja en asuntos relacionados fundamentalmente con Cuba y Méjico. No se separa de sus hijos, en especial de Montserrat y de sus dos vástagos varones más prometedores, Ramón y Luis, una auténtica familia comunista. Caridad en su nueva santidad se siente realizada.

Comienza la guerra civil en España, y Caridad cruza de nuevo la frontera, una nueva patria socialista es posible. Se convierte en uno de los miembros más activos del PSUC, y en uno de los peones más estimados de los hombres del NKVD (antes GPU) en Cataluña. Es el ensayo fallido de lo que posteriormente funcionaría a la perfección el las Repúblicas Populares europeas. Caridad es implacable, aprobó incluso el castigo de uno de sus hijos, Pablo, un castigo que le llevó a la muerte al trasladarlo a primera línea. ¿Qué hizo Caridad al conocer la noticia? ¿Llorar en silencio y decirse que la Revolución exige sacrificios? ¿O ni si quiera eso? Nadie le vio muestras de arrepentimiento, ni de flaqueza. Por esas fechas Caridad colabora estrechamente con Erno Gerö “Pedro”, el hombre de Moscú en Cataluña, gracias a él conoce a Leónid Eitingon, otro personaje influyente de los servicios de espionaje soviéticos en el exterior. Se convirtieron en amantes, al menos eso debemos suponer, el caso es que a partir de entonces Eitingon es el verdadero mentor de Caridad y de su hijo Ramón ante las autoridades soviéticas: “gente de fiar”, según consta en varios informes. El taciturno y obediente Ramón desaparece de España en el año 37, destino desconocido, hoy sabemos que estuvo en la URSS, preparándose para ser un buen agente de los servicios de espionaje. Ramón aprende rápido, su madre le ha enseñado bien, pensemos quizá en la actitud de arrobo de Caridad ante la prometedora carrera de su hijo.


Terminada la guerra Eitingon y Caridad viven entre Méjico y París, comienzan a trabajar en delicadas “misiones especiales”, básicamente la delación, y en algunos casos, liquidación de diplomáticos soviéticos sospechosos de pertenecer a círculos trotskistas, o simplemente sospechosos sin más, estamos en el momento álgido del terror stalinista. El grupo: Eitigon, Caridad y su hijo Ramón, es conocido por Moscú como el “Grupo Madre”. Ramón espera, pronto llegará su turno. Caridad está deslumbrada con Eitingon, o con lo que representa, la acción, los peligros, la “vanguardia en la lucha por el comunismo”: de nuevo la estética, la estética del terror, que encandila a una burguesa de familia bien de Barcelona. Eitingon le promete matrimonio, sin embargo tiene mujer e hijos en Moscú, Caridad acabó sabiéndolo, y no le importó, quizá porque lo que le unía a Eitingon no era amor, si no aquello que merced a él podía conseguir: ser protagonista de la Historia, convertirse en mártir de la Revolución. Tras el fallido atentado contra Trotsky, Beria y Sudoplátov, las máximas autoridades de la Seguridad Soviética, le confían la tarea a Eitingon y Ramón entra en escena. La historia del asesinato de Trotsky es conocida y daría para otro capítulo, quizá lo cuente, pero me gustaría acabar con la historia de Caridad.


Tras la muerte de Trotsky, Caridad recala en Moscú. Como agente ya ha dado todo lo que podía dar de si, ahora ya sólo es un nombre en unos archivos clasificados. Un piso en Moscú, una modesta pensión y un par de medallas, punto final, bienvenida a la patria socialista. Estaba acostumbrada a la buena “doble vida” de agente en el exterior, aquí todo es diferente, Caridad se consume. Consigue un trabajo subsidiario, espiar a diplomáticos búlgaros en Moscú, algunos viajes al exterior, poca cosa, como agente está quemada. Quiere marcharse, a Cuba, Méjico…, donde sea, pero las autoridades le dan largas, dilatan sus peticiones, responden con evasivas y buenos propósitos, de marcharse nada, y mucho menos a Méjico. En una conversación con un exiliado español en Moscú, Caridad comenta: “…Carecen de alma y de conciencia. Aniquilan tu voluntad, te obligan a matar y te hacen morir a continuación… Ahora ya no me necesitan… He hecho de Ramón un asesino, de mi pobre Luis un rehén y de mis otros hijos unas puras ruinas. ¿Y cuál es mi recompensa? ¡Cuatro porquerías!”. Sí, quien habla así es Caridad, la inflexible, la mártir. ¿Qué esperabas? Ahora se aburre en un piso moscovita, quizá le asalten fantasmas, no lo creo, y Caridad flaquea. Por fin consigue salir de Moscú en 1945, hacia Cuba, dejando a su hijo Luis como rehén, para que no hable y no se le ocurra ir a Méjico. Y qué casualidad, en Cuba Caridad reencuentra su fe, vuelve a ser la ferviente comunista que intentará conseguir la liberación de un héroe de la Unión Soviética, su hijo Ramón. ¿Qué fácil es ahora, verdad Caridad? Aquí, en el Caribe, qué fácil es volver a reconstruir los paraísos de siempre, lejos de la realidad, los paraísos que en su día se construyó una aburrida burguesita catalana. Tras la liberación de Ramón Mercader en 1960 es facturado directamente a la URSS, era una reliquia del periodo estalinista que a nadie interesaba. Caridad, que había vuelto a París, regresó a Moscú para reencontrarse con Ramón y Luis. Una vieja enjuta y seria, volvió a ver a sus hijos tras tanto tiempo, no les abrazó, les reconvino por su aspecto descuidado, volvía a ser la de siempre, quizá, tal vez una sombra de reproche o arrepentimiento pasó por su mente, pero también era tarde, muy tarde.


Caridad del Río Mercader, o el terror como opción estética. No es la única.


Valencia, Lunes dos de Abril. Buen tiempo, sol. Se acabaron las lluvias. Espléndidos días de primavera se anuncian en una Valencia, espero, desierta. No entiendo por qué se largan.


P.D. Un afable ¿ministro? De Exteriores llega a Cuba a visitar al coma-andante. Vista guiada por supuesto, no hay tiempo para más, ni voluntad tampoco.

domingo, abril 01, 2007

Puntualizaciones

El día diecinueve de Septiembre de 2006 empecé a escribir en este blog, como ya ha pasado cierto tiempo y no tengo intención de cerrar la paraeta, he decidido elaborar una entrada a modo de presentación. No sé a esta altura de la película qué opinión tendrán los pocos lectores de 9T de mi persona –miedo me da- pero como no me gustan los bailes de disfraces voy a explayarme a gusto sin necesidad de rellenar la ficha del perfil -¿para qué?-.


  1. Varón, treinta y siete años, heterosexual. Natural de Valencia, ciudad en dónde resido. Soltero, y a día de hoy sin compromiso, asunto que no me importa ni poco ni mucho.

  1. Estudié Matemáticas aunque trabajo en temas financieros (dejemos los detalles), algo de lo que no me siento especialmente orgulloso ni me reporta grandes ingresos, pero que al menos me deja en suficiente tiempo libre para dedicarme a lo que más me gusta: leer, ver cine y escuchar música (el bello sexo, cuando tengo ocasión).

  1. Filiación política. Liberal. Como es un término “discutido y discutible” voy a precisar más: liberal en el sentido que le dan autores como K. Popper o F. Hayek (y moderadamente Ayn Rand). Soy de los que han hecho el camino –penoso, hay que decirlo- desde una izquierda más o menos furibunda, a un liberalismo racionalista. Fruto de aquello es cierto jacobinismo que todavía conservo. Soy republicano, no creyente y he votado dos veces en toda mi vida: la primera con diecinueve años a Izquierda Unida; la última, en las pasadas elecciones generales al PP. A día de hoy no me siento orgulloso ni de la una ni de la otra, obviamente por motivos diversos. Naturalmente, tampoco soy nacionalista.

  1. Gustos cinematográficos. Cualquier cosa que tenga sentido y un argumento mínimamente elaborado. Aunque puedo resumir mis pasiones con cuatro nombres: John Ford, John Huston, Stanley Kubrick y Vértigo (película esta última que me tiene perturbado de forma permanente desde que la viera hace ya muchos años). No me gusta Woody Allen ni Almodóvar, siento una fobia incomprensible hacia Julie Andrews, y jamás he sido capaz ver completa “Qué bello es vivir” (lo he intentado cuatro veces, en la última me quedé a veinte minutos del final, no he logrado pasar de ahí pero es un reto personal). Actrices favoritas: Audrey Hepburn, Ingrid Berman, Kim Novak, y (sí, Marce sí), Mónica Belluchi (aunque no recuerdo una sola película de esta última). Actores favoritos: De Niro, Cary Grant y John Wayne (también, Marce, también).

  1. Gustos Musicales. A mi edad a uno ya sólo le gustan los grandes reserva: Neil Young, algo de Joplin, algo de Hendrix, los Rolling (Beattles go home!), Springsteen… el jazz (sí el jazz, qué pasa) John Coltrane, Miles Davis… Schubert y Mozart. En cuanto al rock y al pop de los ochenta y primeros noventa, me lo guardo para mí, son grupos y temas ligados a recuerdos personales, buenos y malos, y no pienso mostrarlos al escarnio público, todo acabó con Nirvana y Pearl Jam, a partir de ahí dejé de seguir la música, me quedo con los recuerdos.

  1. Gustos literarios. En fin, aquí será mejor no decir nada, soy capaz de leer hasta los folletos de publicidad del buzón. Con los libros tengo el mismo problema que Imelda Marcos con los zapatos. Lo cual no quiere decir nada, simplemente eso, me gusta leer, punto. Eso sí, tengo algunas cuentas pendientes: no me gusta Proust y siento una natural prevención a cualquier autor que esté vivo, lo cual tampoco quiere decir nada, son manías personales. ¿Algunos nombres? Tolstoi, por ejemplo (sí, QRM, sí), basta con eso. ¿Del siglo XX? Navokov, Borges…, y me callo ya. Defiendo y defenderé siempre los géneros y subgéneros literarios, de cualquier color y condición. También leo ensayo e historia, todo lo que pueda desentrañar este absurdo siglo XX, que pasará a la posteridad como el siglo de los totalitarismos y los genocidios.

  1. Creo que es suficiente, si he desilusionado a alguien, lo siento. Realmente no sé la imagen que dan mis entradas en este o en otros blogs, y tampoco es que me preocupe especialmente, pero ya iba siendo hora de aclarar las cosas. En cuanto a 9T, pues no sé qué decir, ya he hablado alguna vez de por qué lo mantengo. Personalmente creo que es una mierda de blog, perdón por el exabrupto, pero es duro leerse después de un par de días, de todas formas no pienso borrar ninguna entrada, aunque he tenido tentaciones, es una forma de purgar mi vanidad, te lo mereces fermat.

Acabo ya, si alguien se pregunta que estoy haciendo escribiendo esto un sábado por la noche, pues… creo que es evidente: se me fastidió el plan. Así que terminaré y leeré algo, o veré alguna película, o mejor me iré directamente a la cama. La próxima entrada, el domingo o el lunes, versará sobre Caridad y Ramón Mercader, dos personajes singulares, si le interesa a alguien, puede leerla, y si no, hay otras cosas mejores, evidentemente. Como esto no es una entrada común no acabaré con el parte metereológico ni con la posdata.


Pues eso, se acabó por hoy.