domingo, septiembre 24, 2006

El Miedo

Entender la lógica de la tiranía, es en gran medida entender la lógica del miedo.

Miedo y libertad son conceptos antitéticos, de forma que su oposición se considera el rasgo que diferencia las sociedades libres de aquellas que no lo son. En los regímenes totalitarios o autoritarios, es el monopolio del miedo lo que configura la realidad social.
Pero, ¿a quién afecta el miedo?

Pensemos el la Rusia soviética o en el Irán de los ayatolas, ¿quiénes se ven constreñidos por el miedo? Ciertamente no el militante, a salvo de la influencia exterior merced a su blindaje ideológico. Tampoco afecta el miedo al disidente. Pese a su sufrimiento y aunque vea la muerte próxima, el disidente se siente a salvo del miedo, ha probado ya el sabor de la libertad y es eso precisamente lo que le proporciona la fuerza. Esta posición singular del disidente es ya un síntoma de la ruina del edificio totalitario, no sorprende pues el encarnizamiento con que han sido perseguidos en el paroxismo de los mismos (stalinismo, Revolución Cultural etc.).

A quién afecta el miedo entonces. El miedo afecta a ese segmento amplio de la población situado entre el militante y el disidente. Es ahí donde despliega su perversa lógica. Perversa, pues consigue paralizar y, sobre todo, configurar a la sociedad merced a las disposiciones del poder establecido. Pero lógica complicada en cualquier caso, ya que no afecta de manera homogénea a todos. Existe una amplia gama de grises, desde esa parálisis capaz de helar el alma, hasta una pequeña molestia que desaparece con sólo apartar la vista.

En su consumación el miedo se interioriza y consigue desligarse de su agente. Aparece en cada gesto, en cada mirada y ni si quiera en la soledad de una habitación consiente en abandonar a su presa. Sin embargo, mantener ese monopolio del miedo es costoso y exige una gran cantidad de recursos. A penas hace falta la conciencia de su inoperancia para hacerlo saltar por los aires. Lo pudimos ver todos, una noche de Noviembre en Berlín.

Estas reflexiones me llevan a preguntarme, en qué medida esta afección del miedo se reproduce de alguna forma en las sociedades democráticas. Evidentemente, no podemos hablar de miedo en el mismo sentido, pero observo con desazón un curioso paralelismo. Existe un patente sentimiento de temor, trufado de comodidad y corrección política que conduce a la abdicación de la responsabilidad que las amenazas de las sociedades libres exigen. Un sentimiento de abandono y derrota que nos deja inermes.

Miedo pues, a qué.

1 comentario:

QRM dijo...

Magnífico, fermat.

Como bien dices, que el hombre occidental reaccione influido por el miedo es sorprendente, y sin embargo ocurre. Y en España, mucho más.

Y preguntas, ¿miedo a qué?.

Difícil pregunta. Yo creo que es una mezcla de inmadurez y conciencia de su propia mediocridad lo que genera ese miedo, al cambio, al progreso, a la libertad. E. Fromm tituló así uno de sus ensayos más famosos," El miedo a la libertad".
La masa en Europa occidental parece querer vivir en un terreno donde no se crezca, en el pais de nunca jamás. Tiene complejo de Peter Pan. De esta manera se descarga de cualquier responsabilidad, al tiempo que sustituye al Estado por el Padre, que protege pero también proporciona la autoexcusa:"Soy así porque mi padre..."
Desde esta óptica, a los mediocres les aterra cualquier muestra de heterodoxia, que ponga al descubierto sus verguenzas. Y así, como el único poder que tiene la masa es su número, la presión que ejerce es por el número: la presión de grupo, expulsando al campo de los malditos al que no siga la religión de lo políticamente correcto. Al que no tenga miedo y defienda la libertad, llámese Usa, Israel o Aznar, por ejemplo.
Es una patología de la psique y del alma el ser progre. Sólo que cuando se extiende, pasa a ser un problema nacional.
Por eso, ánimo y sigamos siendo valientes.
Un abrazo, amigo.