domingo, octubre 15, 2006

Estado de opnión

“La banalización misma del término totalitario, como de fascista, constituye, en sí, un serio peligro. El sistema actual, en Europa, no lo es políticamente, pero cuando de totalitarismo se habla conviene entender un proceso que actúa de manera incesante e irregular. No hay una concentración de poder en manos de un solo grupo o partido, ni si quiera un control -¿para qué tomarse tantas molestias?- de todos los aspectos de la vida de la población. Pero sí existe una técnica de dominio de los medios comunicativos –en el caso del Partido Popular español por vía de concesiones estatales, con el partido anterior por medios más burdos de amiguismo y corrupción directa-, de forma que la población sepa lo que conviene en las dosis convenientes. Esto, combinado con el bienestar de la sopa boba esboza totalitarismos de nueva generación tan mutantes como los virus, inatacables y en los que la víctima es directamente el individuo”
(Mercedes Rosúa. El Archipiélago Orwell, 2001).

Hablar de totalitarismo hoy en día puede parecer excesivo, y de hecho, tras la caída del bloque comunista no existen ya sistemas totalitarios excepto residuos de la guerra fría congelados en el tiempo. Sin embargo, como bien apunta Rosúa en el texto, existe en nuestra sociedad una suerte de totalitarismo difuso, que no por imperceptible es menos peligroso.

Una sociedad democrática es una sociedad de opinión pública, la información circula libremente y la libertad de opinión es un derecho fundamental protegido por las leyes. La crítica y las opiniones divergentes, son parte esencial del sistema. Por otra parte, resulta patente que esta situación chirría, por decirlo de alguna forma, cuando se observan los hechos, y de manera particular en el caso español.
Es obvio, que en un sistema democrático no se pueden poner trabas a la información y a la libertad de opinión, las propias leyes lo impiden, pero una cosa es restringir la opinión, y otra, más al alcance del poder, configurarla y moldearla. Es lo que llamo el estado de opinión.

El estado de opinión, parafraseando a Wittgenstein, es algo que se muestra, no se dice de forma explícita. Es lo que comparte un determinado grupo social, y sobre lo cual no hay discrepancia porque existe un acuerdo tácito por parte de los opinantes. Naturalmente es necesario un cierto “estado de opinión” para que la comunicación sea posible, de otra forma todo sería una sucesión de monólogos sin sentido. No obstante, cuando el estado de opinión abarca áreas cada vez más amplias y discutibles del conocimiento, empieza a resultar peligroso. Peligroso, porque reduce el ámbito del debate, produce un consenso amplio y acrítico que hace que la discusión se centre en cuestiones de detalle cuando no banales, da una falsa sensación de verdad que acaba resultando fatal. Enmudecemos, porque ya no tenemos nada que decir, todo resulta evidente.

Me gustaría llevar estas consideraciones generales al ámbito político. En un sistema democrático, no existe mayor amenaza al poder que un estado de opinión contrario, es lo que hace caer gobiernos de la noche a la mañana (baste recordar lo sucedido durante los días 11 al 13 de Marzo de 2004), de manera que el control y la configuración de un estado de opinión adecuado y amplio, se convierte en algo propio de la dinámica del poder, corresponde a otras instancias públicas frenar e impedir esta tendencia, por lo demás consustancial al ejercicio del poder. No nos engañemos, tanto los gobiernos del PSOE, como los del PP, han usado y abusado de los medios de comunicación para configurar el estado de opinión.
No se trata tanto de mentir como de obviar lo evidente, dar por sentado cuestiones de dudosa validez y cuya crítica supone “caer en posiciones extremistas”, cambiar el punto de fuga del problema por otro banal y carente de interés, todo ello arropado con la convincente presión mediática que aísle al discrepante, produciendo por tanto el conveniente consenso social respecto a las cuestiones básicas que interesan al poder.

El actual estado de opinión español comenzó a gestarse hacia finales del año 2002, culminando de forma triunfal el 14 de Marzo de 2004. Fue en gran parte debido a la formidable maquinaria mediática que acompaña al partido socialista, pero también a la actitud de los distintos gobiernos de Aznar. Ante un aparato mediático hostil y mayoritario, los gobiernos de Aznar pretendieron crear su propio aparato de comunicación, servil y al servicio del poder. Fracasaron, y ahora recogen el amargo fruto. Liberalizar por completo el mercado era el único antídoto contra ese leviatán de la comunicación progre, lo sabían, y a pesar de ello decidieron combatirlo con sus mismas abyectas armas.

Hoy en España se da una curiosa paradoja, no tenemos un grupo de comunicación al servicio de un gobierno, si no todo lo contrario, tenemos a todo un gobierno al servicio de un conglomerado creador de opinión, y de beneficios. Si PRISA decidiera cambiar de caballo por agotamiento o desaparición del PSOE, nada cambiaría.

¿Será necesario citar a Lampedusa? Creo que no.

2 comentarios:

QRM dijo...

Siendo muy cierto lo que dices, aún hay clases. Los fachirrojos han entendido mucho mejor que los mojigatos del PP que la política ya no está en el parlamento, ni siquiera en la calle ( por mucho que se engrían los peperos por las últimas manifestaciones): está en los medios. es todo de una sutileza que asusta por lo brillante: la dictadura perfecta consiste en que la oligarquía de elegidos consiga, a través de la demagogia, que la masa mediocre se les someta voluntariamente. Ni siquiera saben que son tiranizados, de hecho refrendan la dictadura silenciosa con sus votos periódicamente. Los progres han vendido su alma por el mísero plato de lentejas de tener buena conciencia de mentira y sentirse miembros del rebaño. Así algo cambia, para que todo siga igual, enlazando con el autor que citas; de hecho, la masonería mafiosa que nos gobierna no tiene más objetivo que ese: conservar los resortes reales del poder contra la libertad de la gente: Lo triste es , repito, que encuentren tanta colaboración en el público : ¡vivan las caenas!

fermat dijo...

Efectivamente qrm, la política hace tiempo ya que se juega en los medios, espectáculo, y no voy a citar a Debord. Por eso es mucho más efectiva una buena entrada de telediario que una manifestación masiva. No es una cuestión de pura demagogia o de masas incultas, no, la gente no es estúpida, nadie, ni los votantes socialistas se tragan los exabruptos de Blanco, por ejemplo. Es una cuestión de un estado de opinión asumido y aceptado, más por mezquindad y comodidad que por ignorancia. Es lo que hace posible que una agresión al más puro estilo de las camisas pardas sea posible en Cataluña, si buena parte del electorado catalán asume que el PP es un partido anticatalán y protofranquista. Es contra eso contra lo que hay que luchar. Ciertas ideas y concepciones son más valoradas que otras en el mercado ideológico, para no estar en el rebaño, para ser admirado, no sólo hay que sostenerlas si no darles una nueva vuelta de tuerca, ser más progre que nadie. Como la moda, como el arte.