martes, octubre 17, 2006

Yago

“…¡Eres un sectario! ¿Pero qué te crees? ¡Eres un sectario, lleno de prejuicios! ¿Pero tú qué te has creído, tío? ¿Estés o no estés en Columbia?”
(José Montilla, Octubre 2006).

Y el ex ministro, y ahora candidato, se levantó airado y dio por concluida la entrevista.

Otelo, el moro de Venecia, es el personaje más importante de la ciudad. Comanda su ejército, gracias a su pericia salva a Venecia de la destrucción, ha afirmado el poderío de la ciudad en el Mediterráneo, ha combatido contra los turcos y los ha vencido. A pesar de todo Otelo es un hombre despreciado por sus compatriotas, la selecta sociedad veneciana no le perdona su origen; es negro, es moro, es un extraño. Es inútil la sinceridad de Otelo en su fe cristiana y en su fidelidad a la ciudad, aunque no se lo digan se sabe despreciado, y su amor por Desdémona es lo único que le hace soportarlo. Por eso, cuando Yago le induce a creer en la infidelidad de su amada, todo se derrumba.

De la jugosa e ilustrativa entrevista realizada por el profesor de la Universidad de Columbia, Xavier Sala i Martí, próximo a CiU, al candidato a la Generalitat, José Montilla se pueden destacar varias cosas.
En primer lugar la constatación de una evidencia, la mediocridad de un candidato que fue nefasto ministro - por mor de los pactos entre PSOE y PSC-, y cuyo único mérito es su perfil de hombre de partido, incapaz de ganarse la vida de otra forma. Persona afectada por grandes complejos que los compensa aupándose allí donde puede ser adulado y temido: un partido político.
Pero también revela la entrevista algo peor. Para Sala i Martí, Montilla sigue siendo un extraño, un charnego, alguien sin pedigrí para ostentar el cargo de President.

Comienza Sala i Martí echándole en cara su falta de titulación universitaria. Montilla acusa la pregunta, se le nota incómodo, intenta zafarse justificando falta de tiempo por su dedicación a la política, eso sí, contrapone su falta de estudios a su capacidad como gestor (¿gestor de qué, del crédito de la Caixa?). Se nota que le afecta. No, Montilla sería incapaz de contestar algo como:
“Efectivamente señor Sala i Martí, no estuve en la Universidad, pero le voy a decir una cosa, no me hizo falta, todo lo que he necesitado lo he aprendido por mí mismo, no he precisado de ningún título para demostrar mis aptitudes. Mi historial es público, y mi capacidad de gestión así lo demuestra, por eso sé que seré un magnífico presidente”
No, Montilla no lo diría. No tiene nada que demostrar porque no ha demostrado nada, ha sido un pésimo gestor, lo sabe.

Más tarde Sala i Martí le recrimina, y parece regodearse en ello, su nivel en lengua catalana. Golpe bajo. Montilla, catalán de Iznájar, Córdoba, sabe que esa recriminación es mucho más que una cuestión de capacidad ligüística, a ojos del nacionalismo le invalida como catalán de pleno derecho, le señala como charnego, “eres útil, pero no eres de los nuestros”. La pregunta de Sala i Martí apunta al mayor de los complejos de Montilla, es incapaz de presumir de sus orígenes ante un nacionalista. No, Montilla tampoco diría:
“Tiene usted razón, mi nivel de catalán no es alto. Mi lengua materna es el castellano y estoy orgulloso de ello. Sé que entre mis obligaciones como President de la Generalitat está el de conocer adecuadamente el catalán, por eso le emplazo a que me vuelva a entrevistar dentro de unos meses, en catalán, y le demostraré que no sólo mi catalán será el adecuado, si no que será mejor que su castellano. A pesar de ello usaré el castellano cuando crea conveniente, por ser mi lengua materna y la de millones de catalanes, a parte de ser lengua oficial en Cataluña”
No, Montilla no lo diría. Es el celo del converso lo que se lo impide, el inconfesado deseo de borrar sus orígenes.

Pero cuando Montilla pierde los papeles, es cuando le preguntan por el abandono de Maragall y la ruptura del tripartito. Sala i Martí ha descubierto su mayor mérito político, el apuñalamiento por la espalda de todo un señorito de la “gauche divine”, Maragall, de los Maragall de toda la vida, para Sala i Martí, auque del bando contrario “uno de los nuestros”. Qué mérito para un vulgar charnego. Y montilla se largó hecho una fiera.

El pecado de Montilla no es su nivel académico, mera anécdota si de capacidad hablamos. Tampoco su conocimiento del catalán.

El pecado de Montilla es su mediocridad. Es, que con estudios o sin ellos, en catalán o en castellano, se conformó con ser un mezquino Yago, cuando ni si quiera intentó ser Otelo.

1 comentario:

QRM dijo...

Magnífico comentario, fermat. De antología.
Todo lo que rebela la entrevista a Montilla sale a relucir por poco que se escarbe. Que miseria, tanto la del entrevistador como la del entrevistado. Que complejos cruzados, de inferioridad y de superioridad, de cobardía y limpieza de sangre en ambos.
Que país. Que la oligarquía sea Montilla o Sala es sintomático.

Saludos, y perdona mi brevedad. Si tengo tiempo, haré otro comentario más exhaustivo.