lunes, marzo 26, 2007

Jules o Philip

Jules está casado, tiene una vida familiar bastante apacible, fuma en pipa, le gusta la buena mesa y beber moderadamente, y quizá le sobren algunos quilos. Jules es paciente, tenaz, le gusta husmear, observar, quizá por eso trabaja en la policía criminal desde hace un montón de tiempo. Un caso es para él como un buen guiso preparado por su esposa, espera pacientemente el momento, el punto de cocción justo, ni más ni menos, es en ese momento cuando está listo para la resolución y su aparente pasividad se convierte en implacable determinación. Puede que por ello sus colegas se exasperen con su paciencia, algunos dicen que durante un caso no hace otra cosa que fumar en pipa y beber cerveza (o calvados). Pero él observa, siempre alerta, los detalles, las circunstancias, pero sobre todo observa a las personas, intenta ponerse en su lugar, pensar lo que ellos piensan, intenta entender las motivaciones de sus actos, de hecho, no pocas veces, el criminal ha visto en él a un confesor, alguien que incluso le podría entender y acaso comprender las razones de su crimen. Pero Jules odia el mal, la maldad deliberada, gratuita, en eso se muestra inflexible, y por ello, en cada caso que se le presenta pretende llegar hasta el final, llegar hasta las motivaciones últimas, hasta aquello que lo hace posible, acabando tal vez con la paciencia de todos, excepto la suya. Dicen que sabe sopesar en su justa medida las debilidades humanas, estoy de acuerdo, él también las tiene, aunque las más de las veces suelen terminar en apacibles estados de sopor etílico o gastronómico. Un verdadero sabueso, siempre presto a husmear la presa, aunque para ello tenga que pasar horas sentado en la terraza de un café, bebiendo buena cerveza, o degustando elaborados platos de la cocina del lugar, siempre por trabajo, claro.


Philip trabaja solo, vive solo, juega solo al ajedrez. Tiene sólo un buen traje y una botella de whisky en el cajón de su mesa, y un puñado de recuerdos –más malos que buenos- guardados desordenadamente por todas partes. A pesar de todo, Phil es un hombre de honor, signifique lo que signifique en los ambientes por los que se suele mover: sórdidos tugurios de mala muerte y lujosas mansiones de Los Angeles, lugares ambos donde la abyección se disfraza con oropeles de niña bien o manchadas ropas de borracho. Sí, Phil tiene valores, es cierto que son los suyos, también tiene una larga lista de cuentas pendientes, la mayoría consigo mismo, quizá por ello no le importe demasiado el dinero, a pesar de que le suele hacer falta para pagar el alquiler de su oficina. Phil es alto y de complexión fuerte, fuma demasiado y a veces también bebe. Trabaja en una oficina de Hollywod Boulevard, no tiene secretaria, no tiene contestador, tiene una mesa, un par de sillas, un teléfono, un fichero y una percha, y su nombre está garbado en una puerta de cristal esmerilado. A veces se pasa el día entero sentado en su mesa reproduciendo partidas de ajedrez, a veces se pasa el día vagando por las calles. Por las noches llega a su casa, igual de escueta que su oficina, a veces bebe una copa, a veces lee algo de Proust o Stendal, pero la mayoría de las veces se acuesta cansado en una cama arrugada que no ha tenido tiempo de hacer. A Phil le gustan las mujeres, pero sale con muy pocas, a demás en no pocas veces se ha enamorado de la mujer equivocada, algunas de ellas están en chirona y tuvo que ser él quien se ocupara del asunto, pero Phil es un tipo honesto, no mezcla el amor con el trabajo, por eso quizá esté solo. Phil también tiene amigos, pocos, algunos de ellos le han mentido, algunos de ellos le han traicionado, Phil no suele ser muy rencoroso, pero tiene memoria. Phil siempre llega hasta el final de los casos de los que se ocupa, persigue la verdad, porque sí, porque sabe que es lo que tiene que hacer, a pesar de que suele quedarse solo en la búsqueda, de que a nadie le interesa salvo a él, y de que en ocasiones se ha llevado alguna sorpresa desagradable, puede que por ello no tenga demasiados clientes, pero siempre le acaban buscando.

Y yo, ¿con quién me quedo? ¿Jules Maigret o Philip Marlowe? Difícil elección, al menos para mí. Pero puesto que me tengo que mojar, voy a decidirme y como sé que el viejo comisario parisino no se enfadará demasiado, me quedo con Marlowe, es el que más se parece a mí, no sé si por suerte o por desgracia. A demás, sería capaz de matar incluso, por poder escribir algunos de los diálogos –tallados en granito- con los que Raymond Chandler esculpe sus narraciones:

-¿Has bebido?

-Sólo Chanel Nº5, besos, el brillo apagado de unas piernas bonitas y la invitación burlona de unos ojos azul oscuro. Cosas así de inocentes.

Chandler, The Little Sister.


Valencia, lunes veintiséis de Marzo. Parece que vuelve el mal tiempo. Son los estertores del invierno, agoniza. Pirx parece que se ha vuelto completamente loco, se ha largado a Las Vegas, va a acabar mal. Encima me ha robado, dinero y un par de libros.


P.D. El señor Negro habló (o ladró) ante un auditorio de accionistas complacientes. ¿Quizá las cosas no van del todo bien, o efectos de la avanzada edad? Tarea: releer King Lear. Ilustrativo.

2 comentarios:

QRM dijo...

Phil me gusta, pero Jules es la refostia. Maigret es el mejor, para mi gusto.

QRM dijo...

Por cierto, entre las miles de conquistas de Simenon una de las más tormentosas y duraderas fue Josephine Baker "la vaquer" como decía mi abuela.
Historia del París negro de entreguerras digna de este blog, creo.