lunes, noviembre 13, 2006

Libertinos

La Corday, Marat, Sade. Parece una secuencia lógica, encadenamiento cuyo orden responde a una feliz coincidencia. Al fin y a la postre todo acaba en el hospital para enfermos mentales de Chareton.

¿Quién fue Corday? Quizá nunca lo sabremos realmente.

Marat, el gran tribuno, el mártir. Pero también el médico sediento de poder y sobre todo, de sangre. L´Ami du peuple, Julio 1791:

“…Nombrad al tribuno hoy mismo; dad vuestros votos al ciudadano que hasta este día ha demostrado más inteligencia, más celo, más fidelidad; juradle una entrega inviolable, y obedecedle religiosamente en todo lo que os ordene para deshaceros de vuestros mortales enemigos…”

Obedecedle religiosamente. Quién si no el amigo del pueblo estaría dispuesto a soportar tan pesada carga, ser el rayo justiciero del PUEBLO. Marat tendría su momento un año después, tras los sucesos de Agosto de 1792, en aquel primer aquelarre de muerte de un exangüe verano parisino.

Antes de todo ello, en una oscura celda de la Bastilla Sade; amargado, obeso, hastiado de la vida, da rienda suelta a su odio contra el mundo, contra la vida, contra sí mismo. Personaje desquiciado, símbolo hipertrofiado del siglo de las luces; bajo la opresión de los muros de una celda escribe la mayor parte de su obra:

“…Sí, confieso que soy libertino. He concebido todo lo concebible en ese tipo de cosas, pero aseguro que no he llevado a la práctica todo lo que he imaginado, y probablemente no lo haré jamás…”

Así hablaba Sade en 1781, y tiene razón, no lo llevará a la práctica; cómo podría, su libertinaje tan sólo es pulsión de autodestrucción de alguien que tiene miedo a morir. Al ser liberado en 1790, declaraba:

“…ya no me satisface nada; no me gusta nada; el mundo, que tenía la locura de echar tanto de menos, me parece de un aburrido,… de un triste…”

Sade jamás echó de menos el mundo, jamás lo poseyó. Murió de viejo tras los muros de un manicomio, como no podría ser de otra forma.

Qué distinto resulta leer a otro libertino contemporáneo suyo, John Cleland. Qué plenitud destila Fanny Hill esa prostituta virtuosa, dueña de su destino, de sus placeres y amante de la vida. Qué distinta resulta de Justine. Entre Fanny y Justine, me quedo con Fanny, sin dudarlo.

Valencia, lunes trece de Noviembre: buen tiempo, cielo de un azul sólido, en calma.

P.D. Según el ministro López Aguilar el CGPJ, es un muerto viviente. Advertencia: Cuidado con los zombies.

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