jueves, noviembre 30, 2006

Lenguaje culpable

“A menudo se cita la frase de Talleyrand según la cual el lenguaje sirve para ocultar los pensamientos del diplomático (o de una persona astuta y de dudosas intenciones). Sin embargo, la verdad es precisamente lo contrario. El lenguaje saca a la luz aquello que una persona quiere ocultar de forma deliberada ante otros, o ante uno mismo, y aquello que lleva dentro inconscientemente.”

(Victor Klemperer, LTI. La Lengua del Tercer Reich)

Nada oculta el lenguaje, nada. Como bien dice Klemperer, el lenguaje saca a la luz aquello que somos, lejos de ocultar, el lenguaje revela. Y Klemperer lo sabía bien, con la mirada perspicaz del astuto filólogo, analizó de forma minuciosa el lenguaje totalitario del III Reich. A Klemperer, alemán y judío de Dresde, le despojaron de todo: su cátedra de Filología, su trabajo, su nacionalidad; se le rebajó a la categoría de infrahombre y se salvó de morir gracias a su matrimonio con una “aria”. Condenados a vivir él y su mujer en “casas de judíos”, aguantaron en Dresde sorteando a la miseria y a la muerte que acechaba cada día. Sin saber si sus escritos llegarían a alguien, y con grave riesgo de su vida, se dedicó a lo único que le quedaba por hacer: escribir. Dos obras destacan sobre las demás: “LTI. La Lengua del Tercer Reich” y sus “Diarios: 1933-1945”.

En su análisis de la lengua del III Reich, una de las cuestiones que más interesan a Klemperer es la manera en que el nacionalsocialismo fue penetrando de manera incesante en la sociedad alemana. Advirtió un curioso fenómeno: mucho antes de la identificación ideológica, se produce la adopción por parte del hablante del nuevo lenguaje que el nacionalsocialismo elaboró como un rasgo distintivo. Se produce entonces algo paradójico –o no tanto-, incluso aquellos que detestaban la ideología nazi, hablaban y adoptaban la misma terminología, los mismos neologismos, que empleaban los nazis. Para Klemperer, rota esta primera barrera toda defensa resultaba inútil: lenta, pero seguramente, la cosmovisión nacionalsocialista acababa por apropiarse de manera más o menos consciente del individuo. Oponerse al nazismo significaba como primer paso rechazar la neolengua, los nuevos códigos lingüísticos que traían consigo. O dicho de otra forma, adoptar como propios los nuevos códigos era adoptar la ideología. El lenguaje nunca es inocente.

La acertada posición de Klemperer me trae a la memoria un personaje de una novela de Solzhenitsyn, “El Primer Círculo”. Dimitri Sologdin, científico preso en una sharaska, una especie de prisión de lujo donde trabajan científicos atrapados por el GULAG, se opone a hablar como los demás, adopta una personal lengua, plagada de arcaísmos, que se opone a la “lengua de la aparente claridad” que es la que todos hablan. La razón es evidente, negarse a adoptar un lenguaje ya de por sí culpable, su opción resulta pintoresca pero se trata de una elección moral.

Como digo, el lenguaje nunca es inocente (incluso el lenguaje matemático, tan aséptico, no es totalmente neutro, pero ese es otro tema). Desde hace un par de años, oigo hablar de “proceso de paz”, “conflicto vasco” -o peor, “conflicto político”-, “mesas de negociación”, “izquierda abertzale”, “normalización”, “banda armada”, “derechos históricos”, etc, etc, etc. No lo dicen los batasunos, lo dice el gobierno y el PSOE. Recordemos a Klemperer, adoptar como propio el lenguaje es adoptar la ideología. Hablar con claridad no es una cuestión estilística, es sobre todo una opción moral, es el compromiso con la verdad. A veces me siento como Dimitri Sologdin, hablando en un lenguaje extraño, altisonante, pasado de moda, y sin embargo sé que no debo hablar de ninguna otra forma.

Valencia, jueves, treinta de Noviembre. Acabó el mes, y parece que acabó el otoño. Cielo gris, humedad, frío, y como siempre la casa desacondicionada, un páramo con muebles.

P.D. Pistoleros detenidos en Francia, dos huidos posteriormente confirmados. Acción antiterrorista o comedia bufa, sólo los interesados lo saben. En Madrid, mientras tanto, policías traficando con goma 2 ECO, la de la mochila, suma y sigue.

1 comentario:

QRM dijo...

Desde la transición se ha prestigiado la socialdemocracia con este sutil método de imperialismo lingüístico.

La constitución define España como "estado SOCIAL y democrático de derecho". ¿Qué demonios será lo de social?

Desde 1982, con la victoria del PSOE, se alcanzó el paroxismo:

-La jurisdicción de lo "SOCIAL": La magistratura de trabajo pasó a llamarse así. Los abogados laboralistas pasaron a ser !socialistas¡, lo que provocaba el chascarrillo de Vizcaíno Casas.

-Agentes SOCIALES: los sindicatos de toda la vida.

-La Historia y la Geografía pasó a una asignatura denominada "SOCIALES"

-Los delincuentes y malos en general pasan a ser "PERSONAS ANTISOCIALES"

Está visto que nos han engatusado la conciencia sin que nos diésemos cuenta, metiéndonos con calzador en el alma el prestigio falso de una ideología totalitaria, pero virtuosa de la propaganda y la demagogia.

Saludos, buen amigo.