jueves, noviembre 16, 2006

Nighthawks



Halcones nocturnos. Así tituló Edward Hopper su, quizá, mejor obra. Siempre me gustó Hopper, ¿por qué?, quizá lo exprese este cuadro. Es común catalogar a Hopper como el artista que retrató la pesadilla del sueño americano, el que plasmó en sus obras la soledad del hombre moderno: desolación, es la palabra que más he leído. Me parece un juicio equivocado, pintor de soledades, es cierto, pero no de desolaciones ni de tristezas. Melancolías, anhelos, promesas, expectativas, fugacidad; los cuadros de Hopper me hablan de ello. Sus escenas son momentos congelados en el tiempo que piden su continuación en un futuro próximo, sus personajes interrogan sin querer, expectantes, al espectador. Habitaciones de hotel, equipajes a medio hacer (o deshacer), porches, gasolineras, cafeterías; escenarios cotidianos donde los personajes –siempre pocos- intentan capturar ese mínimo remanso de silencio: esperan. Los personajes de sus composiciones siempre esperan, incluso anhelan.

Cuatro personas quedan atrapadas por la potente luz del local donde se encuentran. El camarero y tres clientes, no hay nadie más, quizá este a punto de cerrar, apuran un último café. Podríamos entrar, sentarnos en la barra y pedir un café, nada cambiaria. Han hecho una pausa en sus conversaciones, podemos incluso oír el ruido de las tazas que lava el camarero. El vestido rojo de la mujer capta inmediatamente muestra atención. ¿Ha venido con el hombre que fuma a su lado? ¿Quizá no le conoce y mantiene con él una intrascendente conversación? Con los ojos bajos, mirándose la mano, parece ausente, puede que acabe de decir algo importante, algo largamente callado ¿a quién? Su compañero de barra parece pensativo, ¿digiriendo lo que acaba de oír –o de ver-, o buscando un instante de paz? El hombre que se encuentra de espaldas al observador, ¿está sumido en sus reflexiones? ¿Escucha atentamente a lo que, hasta hace un instante, se estaba diciendo? ¿O quizá acaba de decir algo, y por ello, bruscamente se ha hecho el silencio? La única persona que parece ajena a todo es el camarero, mudo testigo de la escena, está absorto en su tarea ¿o expectante quizá a lo que sucede? Pronto se cerrará el local, la luz que protege a las cuatro personas se desvanecerá y tendrán que adentrarse en la negra noche que, amenazante, les rodea. De momento, esperan.

Entro en el local. Pido un café sólo. A penas se oye el ruido de mi cucharilla mientras disuelvo el azúcar. Oigo un retazo de conversación:

-If you remember me, let me know.

-Who are you?

Valencia, jueves dieciséis de Noviembre. Tenue lluvia que apenas logra mojar las aceras. Cielo gris. Oscurece. Efectivamente cambió el tiempo.

P.D. Ruin y despreciable es tener que estrechar, amable, la mano a un dictador africano. Más aun, que quien pueda no hacerlo, lo haga “por razones de Estado”.

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