martes, noviembre 14, 2006

Los Caídos

Era el típico turista jubilado, del tipo británico, para más señas. Ropa ligera, manga corta, piel sonrosada y las inevitables sandalias con calcetines (¡Por Dios, no aprenderán jamás!). Acompañado de su mujer, mapa de la ciudad en mano, intentaban localizar una calle. Soleado día de Noviembre, nada que ver con el clima de las islas, ideal para realizar una excursión por una ciudad del Mediterráneo. Les vi esta tarde mientras regresaba a casa dando un paseo. A penas me habría fijado en ellos salvo por un detalle: el hombre portaba una ajada amapola prendida de su chaleco de Coronel Tapioca.

Quizá poca gente sepa en España lo que significa. El once de Noviembre es el día del armisticio que puso fin a la Gran Guerra, en conmemoración a los caídos no sólo en la Primera Guerra Mundial, si no en la Segunda Guerra Mundial, y en general de los muertos británicos en cualquier guerra, se porta una amapola prendida del ojal. Amapolas como las que brotaban en los campos europeos en los que se libraron las cruentas batalla de aquella guerra. Amapolas color sangre, como la vertida por miles de británicos que perecieron defendiendo a su país.

Dónde habría servido aquel hombre. Por su aspecto, probablemente sería un joven de apenas veinte años durante la Segunda Guerra Mundial: Normandía, Italia; o quizá realizando algún trabajo subalterno en alguna unidad sin importancia. No importa. Estuviese en Gran Bretaña o de vacaciones en España, sabía que su deber era portar esa amapola. Por aquellos que murieron defendiendo una causa justa, aquellos que no se acobardaron, aquellos que no buscaron excusas, aquellos que asumieron sus responsabilidades. Aquellos que estuvieron dispuestos a luchar en las playas, en las calles, en sus casas…, donde fuera con tal de defender su libertad. Por el orgullo de ser uno de ellos.

He sentido envidia.

Valencia, martes catorce de Noviembre. Tiempo espléndido, cielo color azul, no ya sólido, metálico. Calma total.

P.D. Se equivocan aquellos que opinan que bajo la palabrería de Zapatero y su Alianza de Civilizaciones no hay nada. Hay mucho, demasiado: podredumbre, hez que destruirá aquello que más valoramos, combustible con el que blindarán su discurso los cobardes.

1 comentario:

QRM dijo...

Hermosísimo, fermat.

Estuve tres días en Londres, el pasado fin de semana. Todo el mundo, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, portaba la amapola de papel en la solapa. No supe lo que significaba hasta que picado por la curiosidad se lo pregunté a un impresionante caballero que ejercía de información en el peculiar museo del War Cabinet: las habitaciones subterraneas que sirvieron de alojamiento a Churchill, su gobierno y su estado mayor durante la guerra. Cuando aquel veterano me contaba que lucían aquellas amapolas quienes contribuían con un donativo voluntario a las fundaciones de veteranos y familias de los caídos, y que se refería a lo único que crecía en las praderas devastadas del Somme y Paschenndeale, donde perecieron Cientos de Miles (más que el la 2ª guerra mundial) de británicos, se me puso la carne de gallina. No sólo envidia, admiración y profundo respeto por esa nación es lo que me inspiró. Claro que el ambiente de la ratonera donde Churchill esperaba de un día para otro la invasión, ayudó no poco sensibilizarme.
depués, delante de Westminster, miles de crucecitas, adornadas con la amapola y un nombre, lucían entre otras tantas velas. ¿Que tal ?
Para colmo, el día del regreso, tuve que esperar largas colas por las enormes medidas de seguridad que existen en Heathrow. Durante la espera, en medio de la fila larguísima, todo el mundo calló cuando por megafonía pidieron silencio en honor de los caídos, para a continuación tocar el toque de difuntos del ejército británico. Ni un alma dijo nada. dieron cortésmente las gracias y los miles de extranjeros y británicos que allí estábamos continuamos con nuestros quehaceres, por lo menos yo, más conmovido e impresionado que nunca en mi vida.

Igual que el 14-m, ¿Verdad?