martes, diciembre 05, 2006

Malebolge

¡Virgilio!... Dónde se habrá metido, ¡Virgilio!..., nada. Llevo ya un buen rato buscándolo y no aparece, menudo guía. Lo cierto es que como guía turístico resulta desconcertante, no hace más que recitar la Eneida y lamentarse por tal o cual verso –este no lo debería de haber escrito, este tendría que haberlo escrito así-, pero a penas me explica nada de lo de aquí abajo. El tipo de la entrada, Caronte, alguien con pinta de gondolero veneciano venido a menos me dijo que era el mejor guía, que preguntara por él, seguro que se reparten la comisión. Por cierto, no recuerdo cómo llegué aquí, veamos: la fiesta, la chica, el grog…, no, no fue así; la fiesta, el elefante, la chica, el bofetón, el grog… ¿y la rumba, dónde meto a la rumba? no, tampoco, en fin, creo que alguien se equivocó con la receta del grog, o los pinchos de tortilla de setas.

De todas formas llevo toda la noche -¿la noche, el día? No sé-, vagando por este lugar y he visto de todo. Prometía mucho al principio, Minos –por lo que sé, experto conaisseur-, regenta un círculo, digamos de “relax”, eso sí, limpio y de alto standing. Muy amable la gente allí, todo el mundo “conociéndose”, lamentablemente no nos entretuvimos mucho, Virgilio tenía prisa. El círculo de Cerbero sería un buen sitio para parar y comer, si no fuera por lo atestado que suele estar, los camareros no dan abasto y la gente come de forma desesperada. Cocina casera, de pocas florituras, pero contundente y de calidad, la bodega mediocre. Después el panorama es bastante deprimente, tipos avaros, iracundos, derrochadores, adeptos a sectas varias – a cual más chiflada e irritante-, en fin, nadie con quien establecer una conversación civilizada. Virgilio seguía a lo suyo, con su Eneida, e indicándome de vez en cuando la maravillosa arquitectura del lugar. Afortunadamente en el sexto círculo, justo antes de llegar al primer recinto del séptimo, pude dar con el Club Epicúreo. Soy socio desde hace años de la sucursal de superficie, así que no tuve ningún problema en pasar. A Virgilio lo dejé en la puerta, lo cierto es que es una persona cuya conversación resulta insoportablemente monótona. Allí encontré a viejos amigos, estaba el miembro honorario y fundador del Club, Epicuro –bastante achacoso ya, he de decir-, y su actual presidente, Lucrecio, del que no tenía noticia desde hace tiempo –como siempre absorto en la lectura de Chateaubriand-, buen brandy, excepcional whisky de malta e insuperables habanos. Resulta encomiable que los servicios que presta a sus socios se mantengan inalterables también aquí abajo. Tras este descanso, y en mi caso, visita inexcusable, Virgilio y yo retomamos el camino. Lugar increíblemente desagradable el séptimo círculo, he de anotar no pasar por aquí cuando vuelva a este lugar –aunque ignoro si la topología del conjunto lo permite, es digna de un estudio-. Por lo general detesto la violencia, a lo sumo me permito un bastonazo si las circunstancias se vuelven intolerables, pero lo que he visto aquí supera toda medida. Tipos violentos y vehementes en exceso. Pasamos con sigilo, por primera vez en toda la travesía Virgilio dejó de recitar su Eneida y enmudeció, algo tuvo de positivo. Círculo para olvidar. En cuanto a sus guardianes, hagámosles un favor y no los mencionemos. Poco duró el silencio de mi guía, tras dejar atrás el séptimo círculo, retomó con más ímpetu y brío si cabe –y desesperación por mi parte-, las cuitas de Eneas y latinos. Quizá alejándome de su tono monocorde y lastimero lo perdí. ¡Virgilio!...nada.

Consultemos el mapa: Malebolge, octavo círculo del Infierno. Dividido en diez sectores o recintos, morada de falsarios, fraudulentos y embaucadores. Guardado por Gerión. Espléndido. Gerión –un tipo de aspecto siniestro y patibulario-, por poco no nos deja franquear la entrada, no íbamos de etiqueta, lógico, Virgilio con una sábana enrollada al cuerpo y yo con el esmoquin manchado. Lo cierto es que el lugar promete. Ambiente distinguido y selecto. Es acogedor y la decoración es acertadísima, quizá su autor sea un decorador-interiorista de prestigio. Veo telas de Pollock y Warhol. La música es maravillosamente ruidosa, Jonh Cage, quizá, y ¡Ah! ¿A quién veo allí? Derrida, cómo no. Al fondo veo un cenáculo de políticos, entre ellos un tipo con las cejas levantadas, le sienta mal el traje, pero se le ve a gusto. Alguien me sirve una copa, gracias, ¿usted no es columnista en…? Es cierto, sí, disculpe mi memoria. Decididamente este es mi sitio. Volveré a menudo, y lo contaré quizá. ¡Virgilio, hombre! ¿Dónde te habías metido? ¿Qué te quieres ir? No, de ninguna manera, y haz el favor de no pisarte la túnica, ya se te ha caído dos veces.

Valencia, cinco de Diciembre. ¿Invierno? No está ni se le espera. Va a tener que hacer horas extras.

P.D. Se apresuran los confidentes en contar lo que saben. El tiempo apremia, y el peligro puede que también. El último paga la minuta.

1 comentario:

QRM dijo...

Magistral.

Para guardar. Vas a tener que ir pensando en publicar estas cosas en papel.

Saludos, caro amici.