miércoles, diciembre 06, 2006

Trane

Aparecen de improviso, son días extraños, entre melancólicos y plácidos. Días tranquilos, sin preocupaciones ni sobresaltos, días que procuro disfrutar en casa, leyendo algo –nada trascendente-, y que defiendo con uñas y dientes contra extraños e impertinentes. Pero sobre todo son días Trane, días en los que escuchar a John Coltrane (Trane) se convierte en una necesidad casi física. De la mañana a la noche –acabo de apagar el reproductor de CD´s-, las notas del saxo de Coltrane se ocupan de llenar el volumen que van dejando el paso de las horas.

Quizá se deba a la extrañeza de un día festivo en medio de la semana, al hecho de levantarse tarde y no tener compromisos que cumplir, no lo sé, pero esta mañana mirando por la ventana he decidido que hoy sería un día Trane. No hacer nada, tumbarse mirando el techo, y dejar que la música se apodere de uno. ¿Pérdida de tiempo? Sí, pero es así como me gusta perderlo.

Se puede empezar el día con Giant Steps o My Favorite Things o con ambos, dejar para luego alguna sesión en directo, empezar la tarde con alguna recopilación de baladas y sumergirse con devoción religiosa en los paltos fuertes a media tarde: A Love Suprem o Ascension. Suele ser una secuencia lógica, pero siempre puede mezclarse. También se puede salpimentar con los fantásticos solos de saxo que Coltrane ejecuta en el mejor disco de jazz de la historia, Kind of Blue de Miles Davis, y sobre esto estoy dispuesto a batirme en duelo –a pistola, lo advierto- si es necesario con quién lo ponga en duda. En fin, las combinaciones son muchas, los días Trane nunca decepcionan.

He de confesar una cosa, que puede parecer algo curiosa, mi gusto por el jazz se lo debo a la literatura, y en particular a Julio Cortázar. Hay una edad peligrosa para leer Rayuela, peligrosa porque uno corre el peligro de querer convertirse en uno de sus personajes, cualquiera: Oliveira, Traveler o los innumerables secundarios. Es la novela que a todos nos hubiera gustado escribir, y eso que yo me incliné por las Ciencias. Yo la leí con esa edad, apenas veinte años. Es lo que tiene la buena literatura, puede resultar peligrosa. En uno de sus capítulos Oliveira, la Maga y otros personajes escuchan música de jazz en un pequeño apartamento parisino, a oscuras, con la sola luz de las brasas de los cigarrillos. Me impresionó bastante cuando lo leí, y claro ¿por qué no probar? Así empecé a aficionarme al jazz, de una forma completamente esnob. Quizá hubiera llegado al jazz por otros caminos, pero el mío fue ese, y ya no he podido dejarlo.

Hoy he tenido un día Trane, algunos lo juzgarían aburrido pero no ha sido así. Creo que era el día de la Constitución. Ni si quiera un Presidente de cejas picudas y mediocridad intelectual me lo podría fastidiar.

Valencia, seis de Diciembre. Lamento no poder dar un parte meteorológico fiable –si es que los anteriores lo eran-. No he salido a la calle en todo el día, creo que ha soplado el viento y ha empezado a hacer algo de frío, pero no se fíen.

P.D. (Lo siento, día Trane)

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