martes, diciembre 26, 2006

Golem

Modeló una figura de arcilla, le dio forma humana. De aspecto tosco, aunque de fuertes brazos y poderosas piernas. Nada hacía, salvo asustar con su silenciosa presencia a quien se asomaba a la habitación donde se escondía. En una tira de viejo pergamino escribió en antiguos caracteres hebreos el oculto nombre de Yahvé, fue entonces cuando modeló la boca, y en su interior depositó la tira de pergamino, la figura cobró vida.

Le obedecía en todo, le encargó las tareas más pesadas: cortar leña, acarrear agua, levantar y mover pesos, limpiar la casa. No se cansaba, no comía ni bebía y tenía la fuerza de dos o tres hombres. Ya no necesitaba hacer todas esas tareas, la figura de arcilla lo hacía por él, pero todas las vísperas del sabat tomaba la precaución de retirar la tira de pergamino de la boca, la figura volvía a su primitivo estado de inmovilidad, sin vida, esperaba silenciosa hasta que pasado el sabat, volvía a introducir la tira en su boca, y la figura retomaba, sin emoción y maquinalmente, sus tareas. Un día ocurrió algo, fue al comienzo del sabat. Alguien, asustado, le dijo que en su casa se oían extraños ruidos, golpes y gritos sobrecogedores, entonces recordó que en la víspera olvidó retirar la tira de pergamino, demasiadas tareas por hacer. La lectura del salmo todavía no había comenzado, así que todavía no había comenzado el sabat. Raudo corrió a la casa, lo encontró todo destrozado, los muebles partidos, los animales muertos; y la figura de barro que arremetía inconsciente, enloquecida, contra todo lo que se encontraba, profiriendo horribles gritos que paralizaban de terror a todos. Con gran aplomo se acercó a ella, levantó los brazos, todo pareció calmarse, retiró con cuidado la tira de pergamino y la figura se desplomó en el suelo. Para no volver a revivir jamás, el rabino Löw entendió la lección, arrugó furioso la tira de pergamino y la arrojó al fuego del hogar. Todo era posible en aquella Praga del emperador chiflado, que ocupaba su tiempo entre alquimistas y astrólogos y se extasiaba, solo, en su abigarrado y monstruoso gabinete. Muchos afirman que la historia acaba aquí, otros no lo creen así y afirman que todavía se puede ver al golem. Deja sus rastros de barro en las esquinas, ser incompleto e imperfecto huye asustado de sí mismo y asustando a quienes se encuentran con él.

El golem es fiel reflejo de la imperfección de su creador, por eso no habla, es incapaz de aprender, sigue ciegamente las órdenes de su amo, y no tiene conciencia moral. Es capaz de hacer grandes cosas, y también las más abyectas. Lo peor de todo es que el golem puede llegar a adquirir vida propia, ese simulacro de vida acaba por engañar al propio golem, ya no tiene miedo de su creador y no se dejará quitar el pergamino de su boca. Tomará su vulgar simplicidad por consistencia inapelable, sus toscas emociones por rectitud moral, el sucio barro de su sustancia por el más digno de los atributos. Usará sin conciencia su desmesurada fuerza y creará a su alrededor una sucia corte de barro compuesta por temerosos aduladores. Sus antiguos amos se mirarán asustados ante la criatura que se les escapó de las manos, se acusarán mutuamente de su pérdida e intentarán sacudirse la responsabilidad creyendo ver cosas positivas en su criatura. Incapaces de aprender la lección del rabino Löw, serán engullidos por un monstruo de barro.

Golems en la política, son reales, algunos ostentan cargos de responsabilidad, tienen cejas picudas y a penas han aprendido a hilar pensamientos. Son poderosos, pero siguen siendo de barro. Y nada serían sin el pergamino que guardan, arrugado, bajo la lengua.

Valencia, martes veintiséis de Diciembre. Luz cegadora al mediodía, incluso la playa tiene un aspecto de postal californiana. Todo perfecto, de no ser por la temperatura, y las chirriantes luces navideñas que se encienden al caer la noche.

P.D. Heráclito se equivoca, hay cosas que permanecen: la lotería (burda manera de pagar más impuestos) y el soporífero e insulso discurso del funcionario coronado, interpretado irremisiblemente como si de incomprensible oráculo se tratara, por periodistas y políticos.

2 comentarios:

pirx dijo...

El destino de todo golem es rebelarse, ese es el significado del mito. La imperfección siempre acaba por acarrear problemas, en la vida, en la política y en la ciencia. Lo deberían de saber los apologistas de la Ciencia, remedio para todos los males.
Reformulación del mito: HAL, el ordenador de 2001, golem que toma su “simulacro” de vida por vida real, y claro, lo aprovecha.
¿Pasaría un golem el test de Turing? Los golems humanos de la política de los que hablas, fermat, me temo que sí. Tan bajo está el nivel.

Ad eundum quo nemo ante iit.

QRM dijo...

Golem o el peligro de que el hombre imita Dios. No es extraño que sea una leyenda judía, religión que considera irreverente la mera mención de la palabra Dios.

En Praga oí por primera vez la leyenda. Su barrio judío -Josefov- apenas conserva vestigios de haber sido una judería. A fines del XIX se remodeló entero para convertirse en el barrio elegante y burgués, de la burgesa, elegante y culta Praga del Imperio. Cuanta desgracia trajo el nacionalismo que destruyó a los Habsburgo.
Si queda un hermosísimo e inquietante cementerio judío que hasta los nazis respetaron, y la sinagoga donde Löw creó al Golem.
Según la leyenda, el monstruo regresaría cuando el pueblo judío estuviese necesitado de protección.
Leyenda falsa. Cientos de miles perecieron hasta que el Golem de carne y hueso, del ejército rojo y del angloamericano vino, tarde, a descubrir hasta qué punto puede alcanzar la maldad humana. Hasta qué punto alcanza el castigo cuando el hombre se cree un dios del mal, un diablo de la raza, habrá que preguntárselo a las mujeres alemanas que recibieron a los rusos o a los que soportaron las bombas sobre Hamburgo o Dresde.
Creo que en la bondad y en la maldad es en lo único en que el alma humana no tiene límite y puede alcanzar la perfección.

Saludos, amigos.