lunes, diciembre 11, 2006

Hari


Ya no estás Hari, jamás estuviste, y sin embargo, todo aquello fue tan real. Hablé con Snaut y Sartorius, me dijeron que no habría más “visitantes”, que las “apariciones” cesaron tras irradiar a Solaris con potentes rayos X. Me pregunto a quién escribo esto, ¿a ti Hari? Llego tarde dos veces. Ahora no me queda nada, ni si quiera tu recuerdo, tan solo esta desvencijada y solitaria estación sobre el incomprensible océano de Solaris que no pienso abandonar, para qué ya. No fue un viaje en busca del conocimiento, ni la culminación de unas investigaciones que hace mucho tiempo dejaron de interesarme, fue una huída. Desde el primer momento tuve la intención de venir a este apartado rincón del Cosmos, del que ya nadie se ocupa, para no volver jamás. Deseé con todas mis fuerzas escapar de tu recuerdo, de aquella herida que acabó también con mi vida: sí, yo también estoy muerto, y los años que me queden de vida los pasaré en Solaris haciendo ¿qué? No sé, supongo que leyendo, ya sin interés, los viejos volúmenes de Ciencia Solarística que se guardan polvorientos en los anaqueles de la biblioteca.

Hubo un tiempo en que legiones de científicos se apasionaron por el nuevo descubrimiento, Solaris un planeta viviente. Se encontró lo que durante largos años se andaba buscando: vida, aunque no en la forma esperada. Un océano de un extraño material plasmático recubre la superficie de un lejano planeta, las emanaciones y caprichosas figuras que experimenta el océano de Solaris convencieron a los científicos de que no se trataban de algo casual, ni era el producto de una ciega dinámica interna; había una conciencia pensante tras ellas. Resultó fascinante, físicos, biólogos, psicólogos y especialistas de todo tipo se apresuraron a comprender el extraño comportamiento de Solaris. Tras décadas de frenéticas investigaciones, el estado de las mismas es exactamente el mismo que el primer día: Solaris ha resultado un misterio total, y lo seguirá siendo. ¿Por qué? Nadie lo sabe, quizá Solaris sea un fenómeno de autismo o quizá nuestra inteligencia sea insuficiente para entender sus reacciones. Lo cierto es que paulatinamente la Solarística dejó de interesar, la magnífica estación que se construyó fue quedando vacía, tan sólo tres olvidados científicos seguían ocupándola: Guibarian, Snaut y Sartorius. Guibarian acabaría suicidándose y yo me vine aquí. En principio para determinar el futuro de la estación, pero en realidad fue una huída, nadie se preocuparía por mí, para qué ocultarlo ahora.

Hari, ¿por qué lo hiciste? No te creí, dijiste que te matarías y no te creí. No tuve el valor de encontrar la respuesta. Algo creí intuir el día que te dije que te dejaba, tuve miedo, volví a casa, y encontré tu cuerpo sin vida. Hari…para qué insistir, es inútil, no sé para quién escribo, para una muerta o para mí, un ser cuya existencia hace tiempo ya que dejó de llamarse vida. Por eso me vine a este lugar olvidado, pero más me hubiera valido haberme matado aquel día. Snaut no me lo dijo cuando llegué, esperaron a que surgiera mi “visitante” como ellos lo llaman. “Condensaciones de materia, neutrinos quizá. De alguna forma Solaris sondea las conciencias y materializa recuerdos, obsesiones, fantasmas. No son reales, son la materialización de aspectos de la propia memoria, con el tiempo pueden desarrollar cierta conciencia ficticia derivada de la uno mismo, por ello conviene no establecer vínculos emocionales con los visitantes”. Todavía recuerdo la sonrisa irónica de Snaut mientras me lo contaba. Recorrí millones de kilómetros para olvidarte, Hari, y te encontré aquí, un fantasma, y al mismo tiempo tan real como el último día que te vi con vida. Todos tenían sus visitantes, Snaut y Sartorius jamás me contaron quienes eran los suyos, a Guibarian lo llevaron a la muerte, qué oscuros fantasmas poblarían su mente. Me advirtieron, pero no les hice caso, cómo podría. Durante un tiempo pretendí que la pesadilla se tornara en redención, quise recuperar lo perdido, encontrar otra respuesta distinta a la que nunca quise admitir. Me volví a enamorar de ti, Hari, negando el pasado, negando mi propia vida. En Solaris no fuiste la existencia vicaria de mi conciencia, fui yo quien vivía de tu recuerdo, te poseí Hari, como jamás poseí a una mujer, te amé de forma desesperada, sin medida, y tan solo eras un fantasma, una sombra, una “condensación de materia” sin vida propia. Ahora ya no estás, Hari, todo fue inútil, siempre lo supe. Sartorius tenía razón, irradiando Solaris con rayos X quizá se consiga alguna respuesta, ya no hay visitantes. ¿Lo sabías verdad? Lo sabías también como lo supe yo, era tu final, y lo consentiste. Lo consentí. Me quedo en Solaris, qué importa ya. Mi vida tiene tan poco sentido como el que tiene este maldito planeta que nadie entenderá jamás.

(Siento no haber encontrado otra forma de hablar de Solaris de Stanislaw Lem que poniéndome en la piel de su protagonista Kris Kelvin. Al fin y al cabo esto no es un bolg de crítica literaria y escribo lo que quiero, o lo que puedo)

Valencia, lunes once de Diciembre. Veamos…Sobrecogedora humedad se pega ávida a los huesos y consigue helar el alma como si de aparición fantasmal se tratara (o sea, lo mismo que ayer pero con algo más de frío, ver el parte del día anterior).

P.D. Reapareció un tal Vera, presto a hacer favores a sus amigos del corro de la patata. Tan solo necesitó un teléfono y un despacho, sus discretos murmullos cambiaron las tornas.

1 comentario:

QRM dijo...

Sigue escribiendo lo que quieras y puedas, y tan bien como hasta ahora, amigo.

Saludos.